Julia Ruiz Belaustegui: “Lo que me motiva es poder ayudar a las personas”
La Asociación Nueva Bahía de El Puerto suma más de un cuarto de siglo apoyando a los vecinos más necesitados de la ciudad. Ubicada en el corazón del Barrio Alto portuense, en la calle de las Cruces, hace uso de esa cercanía para convertirse en un miembro más de la comunidad. Fundada por el sacerdote jesuita Guillermo Arremberg, ha logrado construir una red de seguridad para salvar a esas personas que necesitan una mano y se aferran a este ejército de colaboradores y voluntarios.
Entre ellos se encuentra Julia Ruiz Belaustegui, una joven portuense de 25 años que pese a su edad ya acumula muchas experiencias desde que en plena adolescencia (16-17 años) se embarcara en este tipo de proyectos. Fue como alumna del Centro Inglés, con quien se estableció un convenio de colaboración. No obstante, desde niña había sabido de la presencia de esta organización "y de su maravillosa labor, porque Paco siempre ha estado ahí". Es su tío Francisco, que ejerce de cicerone en la visita a un edificio multifuncional donde se realizan talleres de costura, de informática y la recogida y entrega de ropa.
Julia presta sus manos y sus pies para lo que haga falta. Vive y trabaja en Irlanda. Pero aprovecha la visita a la familia para colaborar con Nueva Bahía. "Suelo venir en Navidad y en verano, así que en los meses de enero y en julio y agosto ejerzo como voluntaria".
Normalmente se encarga del puesto en el Mercadillo de los martes, ahora ubicado en El Juncal. "Ayudo en la recogida de pañales, mantas, en organización de eventos, entrega y recogida de juguetes para los niños. Apoyo para la división de la ropa que va para el mercadillo y la que va para el ropero".
Y es que "son muchos voluntarios que nos dejan bolsas de ropa. El resto de ropa se queda aquí pero para el mercadillo va el 1% de la que recibimos, normalmente la que está en mejor estado", comenta. Ese puesto salió adelante porque hay muchos vecinos que prefieren comprarse su propio vestuario y apoyar con una cantidad mínima, simbólica, "de uno o dos euros". Incluso en ocasiones se produce un regateo pero a la 'baja', en la que los 'vendedores' reducen el coste a medida que negocian con el usuario.
Tienen una clientela fija. Vecinos que se pasan para conversar con ellos y echarles el cable. Unos por necesidad, otros lo hacen de manera solidaria. "Tenemos clientas ya que vienen y nos compran ropa y lo hacen para ayudar a la asociación". Y es que ese dinero sirve para financiar los diversos proyectos que se realizan desde la entidad. Por ejemplo, el de corte y confección, en el que aprenden junto a una profesora y los vestidos se venden en una gala benéfica. O el de informática, con el apoyo de administraciones públicas.
Nueva Bahía trabaja "normalmente con personas vulnerables, La mayoría es de aquí del Barrio Alto, personas que que no tienen recursos y necesitan ayuda". En gran medida familias numerosas con niños y se acercan a la organización para recogida de ropa, juguetes y demás enseres.
A nuestra voluntaria lo que más le gusta es mantener "el contacto con las personas, es maravilloso". No sólo en el mercadillo, sino en los citados talleres y cuando necesitan cualquier tipo de ayuda. "Para la documentación, internet, formación. Lo que sea necesario y la formación para que puedan evolucionar".
"Lo que más me motiva es ayudar a las personas y ver esa gratitud", reconoce. "La felicidad que tú ves ayuda y motiva para ser voluntaria. "A raíz de esto he hecho otros voluntariados en otras ciudades, de entrega de comidas a personas que viven en la calle. Y seguro que en Irlanda encontraré otro voluntariado porque me gusta mucho ayudar a las personas".
Termina lanzando un mensaje a todos los jóvenes que se piensan en dar este paso. "Todo el mundo debería tener al menos una experiencia en una asociación. Para ayudar a las personas y para ser conscientes de que somos unos privilegiados. Se necesita poner un poco de nuestra parte para que la sociedad siga evolucionando".