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Grupo In-Visible: la mirada más profunda del teatro

Germán Corona y Antonio Amor son director y actor de esta familia escénica: "El humor es la mejor medicina"

"Bueno, vamos viendo...". "Pues yo eso no voy a poder". Antonio no para de bromear y saca punta a cualquier circunstancia, a todo comentario. El humor es su bandera y la enarbola como desafío ante las acometidas de la vida. Una vida que observa de una manera especial, distinta, profunda. Este isleño de 31 años "que ya va para 32" sufre ceguera total desde su nacimiento, al margen de otra patología que le obliga a ser dependiente.

Lo asume. Forma parte de su ser, como lo es su pasión por el teatro. Desde pequeño cultiva este amor por las artes escénicas, tanto desde la interpretación como a través de la lectura (en braille). En épocas duras de su niñez se aferró al 'burgués gentilhombre' de Molière, 'El sí de las niñas' de Moratín o 'El sueño de una noche de verano'... "¿Quién no se ríe con ello?", se pregunta en voz alta alguien que no entiende la existencia sin la alegría.

Antonio Amor forma parte de la familia del grupo de teatro In-Visible de la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles). El elenco está integrado por seis personas de diferentes grados de deficiencia visual y lo dirige Germán Corona, actor, promotor y docente además con una dilatada trayectoria sobre las tablas. En estos momentos perfilan los últimos detalles de su obra ‘3 locos, dos enamorados, una boda, un funeral... y Ramsés’, que ya han estrenado con una magnífica acogida.

"Una sucesión de sketches al estilo de 'Aquí no hay quien viva'", con bastante ritmo, desenfreno, situaciones hilarantes, desconcertantes, y mucho humor. "Es lo mejor de la vida. Si hay que llorar, que sea de risa. es la mejor medicina. Porque quien está triste y se ríe, poco a poco se le marcha la tristeza. Y el que viene contento y se ríe más, pues saldrá diez veces más alegre de lo que entró", reflexiona Antonio.

Tradición teatral de la ONCE

Germán destaca que ya "hay una tradición teatral dentro de la ONCE, pues existen bienales donde grupos de todo el país se reúnen para presentar los teatros de las compañías. Es una apuesta de valor, de doble valía: por un lado permite que la gente con discapacidades visuales tenga acceso a la cultura, y por otro el nivel que exige es elevado, profesional dentro de que somos un grupo amateur. Teatro lo puede hacer cualquiera, pero intentar alcanzar ese nivel ya es mucho más difícil".

Antonio recuerda sus inicios, sus motivaciones para querer dar el paso y asentarse sobre las tablas. "Me apunté de pequeño, con diez años. No es simplemente aprenderse el texto de una obra y representarla; tiene otras ventajas. Conoces a la gente, tú mismo te diviertes y te relacionas con otros, que para personas con cierta discapacidad no es tan sencillo".

Distintas discapacidades visuales

"Es importante destacar que en nuestra familia teatral hay distintas discapacidades visuales", apunta Germán Corona. "Desconocemos mucho lo que hay de fondo, forma parte de nuestra ignorancia. En esta experiencia he aprendido muchas cosas, y hay disfuncionalidades que no son únicamente la ceguera".

"Con esas particularidades, el trabajo es más complejo. Porque el teatro está vinculado con el espacio. Ese binomio es un mundo si careces de la vista, y nos obliga a crear códigos distintos, nomenclaturas, de cómo hacerlo para intentar que parezca siempre teatro al máximo nivel", relata. Explica la complejidad con la iluminación, pues cierto voltaje les puede dejar sin visión. "Eso, añadido a entradas, salidas, cambios de escena, permutas de mobiliario, dónde ubicarte en el espacio... eso lo hace muy, muy complicado".

La raíz de la palabra teatro, originaria del griego, significa literalmente "lugar para ver, para mirar". "Todo lo que hacemos es para ser percibido por todos los sentidos", comenta el director. En el caso del grupo In-Visible, "nos vienen espectadores que no ven, sólo escuchan, y en la escucha debe haber mucha verdad. Las palabras que dice un actor deben reflejar una verdad, que quien las dice lo hace como si fuese el personaje".

El encuentro con esa "veracidad" le da "mucho valor a la interpretación, aunque no lo podamos ver". Cuenta con ello con auténticos apasionados que no dudan en ensayar, tres tardes por semana, en el edificio de la calle Acacias de la capital. "Me encanta representar, meterme en la piel de un personaje. De novio, de profesor... hasta de muerto. Tú mismo te diviertes haciéndolo", completa Antonio.

Entre lo más complejo, alcanzar esa independencia en el escenario. "Y para eso necesitamos señales", apunta Corona. "Intentamos que no exista dependencia. Yo le doy una indicación a Antonio y él sólo me pregunta cuántos pasos debe dar. No hay que llevarlo al sitio". "Te tienen que ilustrar un poco", reconoce el actor. "Tienes que dar tantos pasos, moverte en esta dirección..."

"Sin embargo, hay ciertas cosas de carácter gestual que se las tenemos que ilustrar y él tiene que tocarnos para percibirlo", aporta el director. "U otras veces lo hacemos a través de la descripción. En su caso, no ha visto nunca nada, por lo tanto se convierte en una recreación. Y eso es fascinante, porque consigue darle veracidad a algo que no ha visto nunca. ¿Cómo puede hacerlo? A raíz de las señales. Ahí están nuestros códigos".

¿Cómo interpreta un gesto alguien que nunca ha visto nada?

Se complica especialmente en la representación ante personas invidentes. "En el teatro, hay que aprenderse el guion, y si fallas, improvisar. No obstante, muchas veces en la comedia vale más la gestualidad que lo que digas, pero la gente que no puede verlo, también tiene que divertirse". "Es lo más difícil, seguro. Pero el teatro es algo muy complejo y el fin es conseguir que tu personaje sea lo más real posible".

¿Cómo logra esa recreación, alguien que nunca ha visto nada? "Para todo hay un truco, una respuesta a quienes te dicen que no es posible. Yo me enfado muchas veces, pero no sé el tipo de cara que pone la gente que se enfada. Nunca he visto a nadie ponerse nervioso, pero me imagino a mí mismo nervioso y así lo consigo. Tiro de mi experiencia personal". Obviamente, el apoyo de todos es fundamental. "Si hay algo mal, me lo corrigen, y poco a poco vas sacando el personaje".

Antonio es un magnífico referente, un espejo honesto y sincero de que las principales limitaciones se las pone uno mismo. Y quien piensa que un invidente no puede hacer teatro, se encuentra sumido en un profundo error. "Eso lo puede decir la gente que no se ha metido en el mundo de la discapacidad, y no sólo visual. Una persona con silla de ruedas, con discapacidad mental, o autismo... saben todo que se puede hacer. Siempre con alguna ayuda, por supuesto".

"Yo no podría hacer teatro sin este apoyo, sin que me dijeran cuántos pasos hay que dar o cómo hacer un gesto o un movimiento. Sí, sin ellos mi personaje sería gracioso; pero no porque yo lo quisiera, sino por la cantidad de meteduras de pata", sonríe. Antonio Amor no pierde ni la sonrisa ni la esperanza. Mira al futuro con la certeza de que su vocabulario no alberga la palabra rendición. Y que en esta vida, con energía, con esfuerzo, y con humor, todo es posible. "Si se me presentara la ocasión de hacer teatro de forma profesional... no sé si soy buen actor, pero me tiraría de cabeza porque eso quiere decir que alguien se ha fijado en mí".

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