Bruselas examina las cuentas nacionales con el foco en París
La Comisión, que esta semana terminará de recibir los presupuestos de todos los socios, deberá decidir en 15 días si veta algún proyecto
BRUSELAS. Actualizado: GuardarParís bien vale la enésima flexibilización de los objetivos de déficit. O no. Bruselas vive tiempos de inflexión, de decisiones inaplazables, de mudanzas de ida vuelta. Unos se van y otros llegan. Y qué llegadas. Jean-Claude Juncker, Jyrki Katainen, Pierre Moscovici... En lo económico, la futura Comisión Europea amenaza con convertirse en un polvorín a la hora de gestionar los complicados egos de sus grandes líderes, de potencias como Francia que son las propia esencia de la UE. ¿Cómo decirle que debe cumplir las reglas, que los Veintiocho socios son iguales, que no basta con lamentarse, que el presupuesto elaborado para 2015 supone otro flagrante incumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esa biblia que marca el techo del 3% de déficit público? Cómo.
Bruselas, la Dirección General de Economía, tiene un verdadero papelón por delante. El miércoles acaba el plazo para que los Veintiocho envíen sus proyectos de presupuestos para 2015. Muchos han llegado y aún se está a la espera de algunos, explican fuentes comunitarias, que eluden hacer valoraciones sobre los proyectos hasta analizarlos en persona. En el caso de que incumplan de forma flagrante con lo dispuesto en la normativa comunitaria, la Comisión tiene capacidad para devolverlos en el plazo máximo de 15 días. En caso contrario, emitirá una valoración general sobre cada uno antes del 30 de noviembre, de forma que cada Estado puede tener en cuenta las 'recomendaciones'.
Se trata de un procedimiento recogido de forma reciente en el llamado Semestre Europeo ideado para atar en corto a los países y evitar desmanes como en la vigente crisis. ¿Pero realmente es posible utilizarlo cuando atañe a potencias como Francia? Complicado. El gran debate ahora en la capital comunitaria es saber si Bruselas se atreverá con París, con un François Hollande que de forma unilateral ha anunciado que no cumplirá el déficit pactado hasta 2017, dos años más tarde de lo esperado.
Pero es que lejos de mejorar sus guarismos, este ejercicio lo cerrará con un desfase del 4,4% del PIB, un 0,3% peor que en 2013 y 2015, además, sólo será capaz de bajar hasta el 4,3% cuando debía alcanzar el 3%. Porcentajes que pueden parecer nimios pero que en el caso francés y en lo referido por ejemplo a 2014 se traducen en que su Estado gasta del orden de 85.000 millones más de lo que es capaz de ingresar.
Cambio de comisario
Por contra, para maquillar el enésimo incumplimiento, Hollande ha jurado y perjurado que impulsará las reformas estructurales que tanto demanda la Europa alemana y que supondrán un tajo de 50.000 millones de gasto público en los próximos años. El debate llega en plena vorágine de cambios en las más altas instancias bruselenses. A partir del 1 de noviembre, Juncker, el primer presidente del Eurogrupo y gestor de los principales rescates, tomará el mando de una Comisión de difícil equilibrio político. Porque el nuevo comisario de Asuntos Económicos será el francés Pierre Moscovici. Socialista, primer ministro de Finanzas de Hollande, el mismo que fue incapaz de meter en cintura a su país, como le reprochan desde el PP. Es decir, que Moscovici será el encargado de cantar, o no, las cuarenta a su exjefe. Para ello tendrá un vicepresidente de lo más férreo, el ex primer ministro finlandés Jyrki Katainen, actual comisario económico y uno de los líderes más duros con los rescates al sur.
Un cóctel de alto voltaje preparado por la gran coalición europea entre el PPE y los socialistas (S&D), que han pactado el nombramiento de cargos y sobre todo, la hoja de ruta del nuevo gobierno. La izquierda ha exigido estímulos, inversión, crecimiento y cierta manga ancha con las reglas a cambio de apoyar a Juncker. Parece que así será.
«Habrá flexibilidad, pero no se cambiará el Pacto de Estabilidad que ya permite cierto margen de actuación en situaciones excepcionales. Así ocurrió por ejemplo con España, que recibió dos prórrogas en plena recesión», asegura una alta fuente comunitaria. Hollande cuenta además con el férreo apoyo de su colega italiano, Matteo Renzi, que ha asegurado que este tipo de objetivos son «cosa de hace 20 años» y que prefiere una Francia con el 4,4% de déficit que a otra presidida por Marine Le Pen. Y todo ello con una Europa a las puertas de su tercera recesión.