Refugiados kurdos esperan en la ciudad siria de Suruc al transporte que les lleve a cruzar la frontera a Turquía. :: MURAD SEZER / REUTERS
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Entre los moderados invisibles sirios y los soldados 'astronauta' iraquíes

La alianza internacional que combate contra el Estado Islámico es tan fuerte desde el mar y el aire como débil sobre el terreno

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La alianza liderada por Estados Unidos contra el Estado Islámico (EI) gana nuevos apoyos cada día. Holanda y Canadá son los últimos de una lista a la que esta semana se han sumado unas piezas fundamentales como Turquía y Australia, que además de cazas desplegará 200 miembros de sus fuerzas especiales en Irak. La otra cara de la coalición, la que tiene la misión de avanzar sobre el terreno para consolidar las posiciones atacadas desde mar y aire, es la que sigue presentando grandes incógnitas en Irak y, sobre todo, en Siria, los dos países por los que se extiende el autoproclamado califato del EI.

Los casos de soldados iraquíes que sobornan a sus mandos para no acudir al frente se multiplican, según recogen los medios locales, y en Siria los mandos estadounidenses adelantan que necesitarán «años» para construir una oposición armada al régimen de Bashar el-Asad. El vicepresidente de EE UU advierte de que «la batalla para detener al EI será una larga lucha infernal». El general retirado John Allen, a quien el presidente Barack Obama ha encargado la coordinación de los movimientos de la alianza, se encuentra de viaje en la región y, en declaraciones a la cadena CNN, repitió el mismo mensaje al subrayar que «va a llevar tiempo. Puede llevar años».

Allen sabe de lo que habla porque fue la mano derecha del general David Petraeus durante la formación del 'sahwa' en la provincia iraquí de Anbar en los años de la guerra sectaria que estalló tras la invasión estadounidense de 2003. Este ejemplo es el que pretenden resucitar y extender entre las tribus de los dos lados del califato para tener una fuerza amiga sobre el terreno. La provincia de Anbar fue la zona más dura para las tropas norteamericanas y no lograron controlarla hasta la puesta en marcha los 'sahwa', denominados «consejos del despertar».

Sueldos estadounidenses

Decenas de miles de combatientes de la insurgencia del temido 'triángulo suní' empezaron a recibir sueldos de los estadounidenses en todo el país a cambio de su colaboración en la lucha contra Al-Qaida en Irak -antecesor del Estado Islámico- y lograron derrotar a los islamistas. A comienzos de 2009 se transfirió la competencia del 'sahwa' al Gobierno de Nuri al-Maliki y empezaron los problemas. Sus salarios se redujeron a menos de la mitad y las autoridades chiíes sólo incluyeron a una pequeña parte en las Fuerzas Armadas ya que «no existe una confianza absoluta en ellos debido a su pasado insurgente», confiesan los oficiales en Bagdad.

El descontento por las promesas incumplidas y la indefensión ante las milicias chiíes hicieron crecer el malestar entre los antiguos combatientes y muchos de ellos son los que en verano decidieron enrolarse en las filas del EI. Anbar es hoy ya parte del califato, aunque existen algunas tribus como la Albu Nimr en la ciudad de Hit, treinta kilómetros al norte de Ramadi, que se han puesto del lado del Ejecutivo de Bagdad y combaten en contra de los yihadistas.

EE UU gastó 25.000 millones de dólares (unos 20.000 millones de euros) en la formación de un Ejército iraquí que en apenas dos meses se ha desmoronado. Entre los soldados regulares que quedan se ha extendido lo que los medios locales definen como el «fenómeno astronauta», militares que optan por abandonar sus puestos o no presentarse cuando se les envía a una operación al temer por sus vidas y, a cambio, pagan un soborno a sus mandos. Sólo acuden a filas en caso de que se les destine a una zona que esté alejada del frente.

«El 'fenómeno astronauta' está destruyendo al Ejército iraquí», confesó Kadhin al-Shammari al portal 'Niqash'. Este alto mando detalló que «hay oficiales que están llegando a acuerdos con decenas de sus hombres, dándoles vacaciones durante meses a cambio de parte o todo el salario de estos». Su lugar en la primera línea lo ocupan las milicias chiíes, formadas de urgencia tras la fatua del Gran Ayatolá Sistani, y los Peshmerga kurdos, que esta semana han logrado hacerse con el control de Rabia, puesto fronterizo entre Irak y Siria que era una de las principales vías de comunicación de los yihadistas.

Confianza de la oposición

A diferencia de Irak, en Siria no hay ninguna experiencia previa y la alianza se enfrenta al reto de ganarse la confianza de una oposición a la que nunca ha apoyado desde el estallido de las revueltas. El nulo respaldo de Occidente abrió las puertas a los grupos extremistas como el EI y el Frente Al-Nusra, ligado a Al-Qaida, que son los que controlan las zonas donde no hay presencia del régimen.

El Ejército Sirio Libre, brazo armado de la oposición política en el extranjero apoyada por Bruselas y Washington, está en recomposición y muy lejos de ser un actor decisivo sobre el terreno. Este vacío total de una fuerza amiga ha favorecido al Ejército de El-Asad, que ha recuperado el control de lugares como Adra, al norte de Damasco, y que ha lanzado una ofensiva sobre el norte de Alepo para cortar la que es la principal vía de suministro de la oposición.

El Departamento de Defensa norteamericano espera entrenar a unos 5.000 rebeldes sirios al año y proporcionarles armas para que combatan al EI. El portavoz del Pentágono, el contraalmirante John Kirby, señaló que la selección de los milicianos a entrenar llevaría «entre tres y cinco meses» y se hará de manera coordinada con las agencias de inteligencia de EE UU y el Gobierno de Arabia Saudí, el país que ha apostado por la vía militar para derrocar a El-Asad desde el primer momento.