Stoltenberg, durante la 'performance' en la que hizo de taxista en la campaña electoral de 2013. :: EFE
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Stoltenberg, al volante de la OTAN

El exministro de Noruega entre 2005 y 2013 sucede el miércoles a Rasmussen al frente de una Alianza Atlántica que se enfrenta a Rusia y al EI

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Jens Stoltenberg (Oslo, 1959), el líder laborista noruego, el hombre que sobrevivió a Breivik, se convertirá el miércoles en el nuevo secretario general de la OTAN, en su nuevo jefe. No lo tendrá fácil, como tampoco lo tuvo aquel 22 de julio de 2011, cuando Anders Behring Breivik perpetró la matanza de Utoya en el campamento de las juventudes laboristas (69 muertos, la mayoría adolescentes) y asesinó a otras ocho personas en el corazón institucional de la capital gracias a un coche bomba colocado en la misma calle donde se ubicaba el despacho de Stoltenberg. «No dejemos que nos asusten, no van a destruir nuestra democracia. Somos una nación pequeña y orgullosa, nadie nos silenciará con las bombas», arengó a los suyos. En aquellas horas de confusión, dolor, rabia, impotencia y sangre caliente, el entonces primer ministro noruego puso la primera piedra para dar el salto a la gran escena internacional. El miércoles, 1.164 días después de la masacre, tomará los mandos de la OTAN.

El momento es complejo, muy delicado. «Nuestros valores y nuestra voluntad se ponen a prueba. Debemos aceptar el desafío, resistir las presiones de reducirnos y permanecer firmes», aseguró en su despedida su antecesor Anders Fogh Rasmussen. El danés, elegido en 2009, deja el cargo en una coyuntura de máxima tensión por el enfrentamiento con Rusia y la creciente amenaza que supone el Estado Islámico en Irak, Siria y Occidente en su conjunto.

Stoltenberg desembarca en Bruselas respaldado sin fisuras por los 28 aliados y apoyado en un currículo político donde su trayectoria de tejedor de grandes acuerdos entre diferentes es quizá una de sus grandes credenciales (lideró entre 2005-2013 un gobierno de coalición de centroizquierda). Laborista de carné, no dudó sin embargo en impulsar medidas liberales en lo económico aprobando por ejemplo la venta de diversas empresas públicas.

No solo eso. Durante su mandato, Noruega se convirtió en uno de los aliados que más dinero público invirtió en defensa, un hecho que nunca ha pasado desapercibido en Estados Unidos, verdadero líder de una OTAN contra la que Jens Stoltenberg se movilizó en numerosas ocasiones durante su juventud, a finales de los setenta y principios de los ochenta. «Cosas de la edad», suele ironizar cada vez que se lo recuerdan.

Cuando en septiembre del año pasado perdió las elecciones de su país frente a la conservadora Erna Solbe, tomó un vuelo a Nueva York para ser designado enviado especial de la ONU para la lucha contra el cambio climático. Un intenso año que le ha servido para codearse con altas instancias norteamericanas, cuyo plácet para la designación de secretario general de la OTAN es esencial. De hecho, su nombramiento se hizo público el pasado marzo, durante la primera visita de Barack Obama a las instituciones comunitarias.

Gasto del 2% del PIB

El miércoles, a primera hora de la tarde, realizará sus primeras declaraciones públicas como nuevo secretario general de la Alianza del Atlántico Norte. El decimoquinto de una organización fundada en 1949 y que por primera vez tendrá a un jefe procedente de un país que no forma parte de la Unión Europea. Lo hace de Noruega, de un país que linda con Rusia, el país que provocó la constitución de la OTAN y que ahora, tras su ofensiva en Ucrania, ha quebrado el statu quo de colaboración que presidía la actuación de ambos bloques desde hace quince años. Será un buen momento para comprobar las dotes negociadoras de Stoltenberg, que en su época de primer ministro mantenía una buena relación con Moscú que se evidenció, por ejemplo, en la firma de varios acuerdos de gestión transfronteriza.

Lo de ahora, sin embargo, son palabras mayores. Así se lo recordó su antecesor y «amigo» Rasmussen: «Si fracasamos en defender la libertad y la democracia, las fuerzas de opresión aprovecharán su oportunidad. El contemporizar no conduce a la paz sino que sólo incita a los tiranos. Ésa es la lección del siglo XXI. Mientras que la acción militar sigue siendo el último recurso, debemos ser capaces de recurrir a ella cuando lo necesitemos. No para hacer la guerra sino para construir la paz», declaró el viernes en una entrevista a Efe.

Stoltenberg llega a Bruselas un mes después de que la OTAN cerrase en su cumbre bianual de Gales las líneas estratégicas de su hoja de ruta. En Newport, decidieron impulsar antes de final de año la creación de una fuerza especial de acción inmediata de hasta 5.000 militares destinada a actuar en el Este de Europa. Una decisión que bordea la vulneración de los acuerdos de no agresión alcanzados con Rusia, a la que se le garantizó que no se construirán bases permanentes en el Este. Sin embargo, el papel que Putin está jugando en la crisis ucraniana ha terminado por agotar la paciencia de Occidente.

La principal amenaza global se llama Estado Islámico -Irak sólo ha pedido apoyo individual a socios de la OTAN, no a la OTAN como tal-, mientras que en Afganistán se está a la espera de que el nuevo Gobierno decida cuál es el marco de colaboración que quiere tener con la Alianza a partir de principios de 2015.

En lo referido a la gestión interna, el gran caballo de batalla del nuevo secretario general será intentar convencer a los aliados de que es necesario invertir más en defensa, alcanzar el 2% del PIB fijado y que muy pocos países alcanzan (España, por ejemplo, el 0,9%). En la cumbre de Gales se acordó dar un margen de diez años para llegar a estos porcentajes a sabiendas de que la crisis económica que estalló en 2008 ha hecho mucho daño a las economías domésticas. Además, también se quiere que el 20% de este dinero se destine a innovación y desarrollo.

Un nuevo examen para Jens Stoltenberg, el líder laborista noruego, el hombre que sobrevivió a Breivik, el nuevo jefe de la OTAN.