Obama busca más aliados en la ONU
El presidente de EE UU aspira a que sean los propios musulmanes los que pongan freno al yihadismo
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarSeis años después de que el candidato de la esperanza se convirtiese en presidente y estrenase la tribuna de Naciones Unidas, Barack Obama sonó ayer «como Bush en su segundo mandato», sentenció la revista 'The Atlantic'. La intervención de Rusia en Ucrania y las despiadadas decapitaciones del Estado Islámico han convencido al mandatario de que «el único lenguaje que entienden los asesinos es el lenguaje de la fuerza», dijo a estos últimos, después de sermonear exhaustivamente a Moscú.
Vladímir Putin, al que el mundo occidental ya ha excluido de sus principales foros, no se molestó en acudir a esta 69 Asamblea General de la ONU para no aguantar los rapapolvos. Fue su embajador, Vitaly Churkin, el que los escuchó con una sonrisa burlona, casi de aburrimiento, en el hemiciclo que estrena este año una nueva pátina dorada, tras una renovación de siete años que ha costado 2.100 millones de dólares (1.642 millones de euros).
Si a Rusia Obama aún está dispuesto a tenderle la mano, «si cambia de curso», con los extremistas islámicos «no puede haber razonamiento ni negociación», aclaró. «EE UU trabajará con una amplia coalición para desmantelar esta red de muerte», dijo. Un esfuerzo en el que, insistió, no actuará solo, y para el que ayer reclutaba aliados y negaba argumentos.
En una reunión del Consejo de Seguridad que presidió él mismo, impulsó un documento vinculante que define por primera vez el término de «luchador terrorista extranjero» e insta a los países miembros a establecer leyes con las que impedir que sus ciudadanos viajen a otros países para sumarse a la yihad. La CIA estima que más de 15.000 ciudadanos extranjeros lo han hecho ya, incluyendo cien estadounidenses y 50 españoles, de los 2.000 europeos.
Y si hace cinco años, en la Universidad de El Cairo citó el conflicto entre palestinos e israelíes como una de las tres principales fuentes de tensión entre EE UU y el mundo musulmán, ayer dijo que «la situación en Irak, Siria y Libia debe curar a cualquiera del espejismo de que este conflicto es la principal fuente de problemas en la región». Obama, al que este año no interrumpieron los aplausos, dice seguir comprometido con las negociaciones de paz en la región porque «el estatus de Gaza y Cisjordania no es sostenible», pero claramente ha cambiado de foco, por el hartazgo y convencido de que su liderazgo es el único que puede frenar al Estado Islámico. Quizás porque tampoco le gustan los sermones, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu tampoco ha acudido este año a la asamblea. Obama le ahorró las tradicionales reprimendas a Irán, que tácitamente se suma a su coalición, y a Corea del Norte, que ha pasado a tercer plano. Como Bush, Obama está en guerra contra el terrorismo y las fuerzas del mal, pero precisamente porque es dolorosamente consciente de esa irónica similitud, dedicó gran parte de su discurso a aclarar que no basará «toda» su política exterior en reaccionar contra el terrorismo, ni está en guerra con el islam. «El islam enseña la paz», defendió. «Rechazo cualquier sugerencia de un choque de civilizaciones». Su estrategia es despojar al Estado Islámico de su vestimenta de «falso islam», exponiendo sus contradicciones y convenciendo a los países musulmanes de que luchen contra la marginalidad que sirve de caldo de cultivo a los extremistas.
Obama también se dirigió abiertamente «a los jóvenes musulmanes» que nutren esas fuerzas, depositando sobre ellos el reto de rechazar el sectarismo y el extremismo, «que al final es una tarea generacional».