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El Rey ofrece apoyo frente al terrorismo con la guerra como último recurso
Elude llevar a la ONU el conflicto de Gibraltar y hace un guiño a África para impulsar la candidatura al Consejo de Seguridad
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarEl estreno del rey Felipe ante la comunidad internacional, congregada en la apertura del periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, ha coincidido con un momento convulso: las negociaciones sobre política nuclear con Irán, la crisis del ébola y el cambio climático y, por supuesto, las guerras en Siria e Irak y la amenaza terrorista del autoproclamado Estado Islámico (EI). Casi todo ello estuvo de alguna manera presente en un discurso pensado para que el nuevo jefe del Estado se diera a conocer, tras su proclamación el pasado 19 de junio, y dar un impulso determinante a la candidatura española al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En él, ofreció la ayuda de España para hacer frente a aquellos que amenazan la democracia en el mundo, pero con matices.
«Nuestro objetivo primordial ha de ser prevenir las guerras, y cuando no lo consigamos, entonces proteger y asistir a los inocentes damnificados -apuntó-. No debemos nunca cejar en nuestro empeño de resolverla mediante la diplomacia y todos los instrumentos que otorga la Carta de Naciones Unidas». El mensaje no es baladí, también para los españoles, si se tiene en cuenta que la última vez que España se sentó en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente, en el periodo 2003-2004, acabó respaldando a Estados Unidos en la polémica invasión de Irak. Era la época en la que José María Aznar y George W. Bush estrecharon lazos, cuando uno defendía y el otro justificaba la guerra preventiva.
Ahora las cosas han cambiado mucho. El Gobierno de Mariano Rajoy, plenamente consciente del impacto que tuvo aquello en la opinión pública, ha asegurado en varias ocasiones que, en caso de acabar entrando en una coalición internacional contra el EI, España no participará en ataques aéreos ni tropas sobre el terreno. «Los miembros de la Asamblea General cuentan con España para hacer frente, todos juntos y desde la legalidad internacional -remarcó el Monarca- a quienes pretenden destruir con intolerancia, con violencia o con sectarismo, los valores y principios que constituyen nuestras Naciones Unidas».
En nombre de una «España renovada, pero fiel a sí misma», don Felipe expuso las razones por las que nuestro país merece volver a ocupar, después de diez años, y por quinta vez, uno de los diez puestos no permanentes del principal órgano de decisión de la ONU. Habló de su compromiso con la paz, la libertad, la justicia y los derechos humanos, de su economía «abierta y competitiva» e incluso de la «pujanza» del español, del que pidió que sea reconocido como lengua oficial de trabajo, y de la posición geográfica «privilegiada» de España y su vinculación especial con regiones clave del planeta: Europa, Iberoamérica y el Mediterráneo, Oriente Próximo y el mundo árabe.
Objetivo difícil
No faltaron los guiños a aquellos que pueden contribuir a inclinar la balanza en la pugna con Nueva Zelanda y Turquía, los otros dos aspirantes del bloque occidental. Al contrario que su padre, el rey Juan Carlos I, en el primer discurso que ofreció ante la Asamblea General hace casi treinta años, o que Mariano Rajoy y otros presidentes del Gobierno, don Felipe eludió hablar de Gibraltar un tema que podría predisponer en contra de España a los países de la Commonwealth. Y, sobre todo, dedicó unas palabras a África. Es en los votos de sus países y en los de la zona del Pacífico asiático en los que el Ejecutivo español tiene puestas sus máximas esperanzas.
Nadie quiere alentar la idea de que España logrará su objetivo porque la competencia es realmente dura. Así que, en ese sentido, el viaje del Rey a Nueva York quizá no salga redondo, aunque no será hasta el 16 de octubre cuando la duda quede despejada.