La presidenta Dilma Rouseff aspira a la reelección. :: REUTERS
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El 'huracán Marina' pierde fuerza en Brasil

La campaña del miedo lanzada por Rousseff resta apoyos a la candidata socialista, que todavía tiene opciones de imponerse

BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar
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La ascendente candidatura de Marina Silva a la presidencia de Brasil parece haber tocado techo en los últimos sondeos, cuando faltan sólo dos semanas para las elecciones generales. No obstante, la líder ecologista sigue proyectando una sombra de preocupación sobre la presidenta Dilma Rousseff, que busca su reelección en la cita con las urnas del 5 de octubre.

La última encuesta realizada por Datafolha indica que Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), obtendría el 37% de los votos en la primera vuelta, mientras que Silva, al frente de una coalición integrada por el Partido Socialista Brasileño y otras agrupaciones menores, sumaría el 30%. El tercero sería Aecio Neves, del Partido por la Social Democracia Brasileña, con un 17%.

El sondeo confirma los frutos que está dando la «campaña del miedo» lanzada por el Partido de los Trabajadores de Rouseff para frenar el vertiginoso ascenso de Silva. Hace tan sólo una semana la presidenta brasileña cosechaba un punto menos de adhesión y Silva tres puntos más, pero la brecha entre ambas mujeres había llegado a ser de entre tres y siete puntos.

No obstante, la amenaza de Silva se mantiene de cara a la segunda vuelta, que se celebraría el 26 de octubre y en la que la encuesta Datafolha sostiene que Silva obtendría el 46% de los votos frente al 44% de Rousseff, lo que se interpreta como un empate técnico. Sin embargo, sondeos anteriores plasmaban una diferencia de dos puntos más a favor de Silva. Es decir, que la presidenta se recupera y la euforia por Marina cede paso a la cautela.

Para llegar a esta situación, la campaña oficialista tuvo que dar un vuelco. Silva, que fue ministra de Luiz Inacio Lula da Silva, 'heredó' la candidatura socialista el 20 de agosto tras el fallecimiento del hasta entonces líder de la formación Eduardo Campos en un accidente aéreo.

Marina, que tiene una historia de superación similar a la de Lula, resultó más competitiva que Campos y en apenas unos días, la carrera de Rousseff por el segundo mandato -que parecía un camino fácil-, se convirtió en una pesadilla. Tanto es así que Silva llegó a alcanzar 10 puntos de ventaja sobre la actual mandataria en el escenario de una hipotética segunda vuelta. Ante este panorama, Dilma comenzó a hurgar en las contradicciones de su competidora. Denunció que Silva, por ejemplo, dice que aumentará el presupuesto en salud y educación pero que no priorizará la explotación del gigantesco yacimiento de hidrocarburos en el Atlántico, que es de donde el Gobierno obtiene recursos para brindar esos servicios.

Cruce de reproches

El Ejecutivo de Rousseff cuestionó también el impacto que podría tener en el bolsillo de los brasileños la promesa de Marina de dar autonomía al Banco Central. El Partido de los Trabajadores señala que detrás de esas promesas hay grandes empresas que apoyan a Silva y apunta, sobre todo, a su coordinadora de campaña, Neca Setúbal, una de las herederas del Banco Itaú. Silva defiende que su amiga Neca es una experta en educación «demonizada por tener dinero» y, en rechazo a los rumores que lanza el partido encabezado por la presidenta brasileña, insiste una y otra vez que no eliminará los planes de ayuda social como es el caso de la Bolsa Familia, que transfiere ingresos a los más pobres.

Un tema de especial calado para la candidata a la presidencia que, en ocasiones anteriores se ha emocionado al recordar el hambre que pasó su familia. En un mitin llegó a contar que sus padres se quedaban sin comer cuando en casa sólo tenían un huevo, un poco de harina y sal para darles de comer a sus ocho hijos. «Yo sé lo que es tener hambre. Quien haya vivido esa experiencia jamás acabaría con la Bolsa Familia», clamó Silva. «No es un discurso, es una vida», remarcó con la voz quebrada ante sus seguidores.

La candidata a la presidencia también criticó la falta de avances del Gobierno para reducir la desigualdad y sostuvo que Dilma va a entregar al país «peor que como lo encontró». En materia de corrupción, un tema más que sensible en Brasil, Rousseff afirma que su Ejecutivo aplica «tolerancia cero» en tanto que Silva acusó al Partido de los Trabajadores de «asaltar las cajas de Petrobras», la petrolera del Estado.