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Juicio

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Si algo bueno tienen las redes sociales es que, aparte de mantenerte permanente informado de los recientes acontecimientos de la vida de tus amigos (el último logro intelectual, la boda inevitable, las travesuras del perrito), es que puedes entrar en discusión con ellos acerca de algunos de los asuntos de la actualidad sin esperar a verse.

Eso me ha pasado recientemente con motivo de la muerte de Botín, aunque días después sobreviniera la del presidente de El Corte Inglés, que podía haber dado origen a idéntica polémica. Se trata de enjuiciar a este tipo de personas y dictar una sentencia exculpatoria o condenatoria de los mismos. Unos optaban por lo primero, otros por lo segundo.

Por mi parte, tratando de no derrapar hacia el extremo del elogio ni hacia el de la ofensa, opinaba que cuando menos el caso era complejo de enjuiciar y muchos más complicado emitir la correspondiente sentencia.

Se trataba, según lo veía, de encontrar una solución simple y única a un asunto que, cuando menos, posee una triple vertiente: humana, moral y legal. En cuanto a la primera, parece que no existe duda de la valía de alguien con esa capacidad de trabajo, de esa inteligencia, de esa intrepidez que destacan quienes lo conocían, de su resistencia y perseverancia. Les preguntaba a mis compañeros de debate, casi todos del gremio profesoral, que quién de nosotros no querría hijos e incluso alumnos dotados de dichas cualidades.

En la vertiente moral, en cambio, el asunto comienza a apartarse de la claridad, pues el terreno de la moralidad es muy pantanoso y la valoración de las obras de cualquiera depende de la ética subjetiva de quien las juzgue. Por tanto diferirán mucho entre ellos según los juicios vengan de la familia, del entorno profesional e incluso del terreno político. Alguien dirá que un solo muerto, o siquiera el sufrimiento infligido a una sola persona ya sería motivo suficiente de condena, pero no deja de ser un juicio personal.

En última instancia, la mejor manera que hemos encontrado los hombres para acercarnos lo máximo posible al juicio objetivo es la Justicia. Sabemos cómo está hoy esta institución en España, pero si hemos de atenernos al llamado Imperio de la Ley como código de comportamiento social, mientras que un individuo no lo vulnere, parece que tampoco habría nada que achacarle. A partir de aquí que cada uno decida.