Militares chiíes participan en un entrenamiento de campo en el desierto de la provincia iraquí de Nayaf. :: REUTERS
MUNDO

Obama se planta ante los generales

El presidente descarta «otra guerra terrestre» y reitera que las tropas no participarán en los combates de Irak

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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La guerra ha empezado, pero entre la cúpula militar existe la idea de que el comandante en jefe les ha encomendado «una misión más difícil que cualquier cosa que hayamos hecho en Irak y Afganistán», pero «con una mano atada a la espalda», han dicho algunos generales desde el anonimato a 'The Washington Post'.

El que dio la cara el martes fue el jefe del Estado mayor, el general Martin Dempsey, que durante su testimonio ante el Congreso recorrió una delgada línea que algunos analistas consideraron cercana a cuestionar la competencia del comandante en jefe. Dempsey se permitió sugerir que podrá convencerle de poner tropas sobre el terreno si la actual estrategia fracasa, o si las situaciones concretas lo requieren, lo que desató la alarma en un país hastiado por una década de guerra. Ante ese ruido de tambores que anticipa un progresivo involucramiento militar, sin duda deseado por la cúpula militar, Obama tuvo ayer palabras contundentes.

«Quiero ser muy claro», dijo ante las tropas de la base aérea de MacDill, en Florida. «Las fuerzas estadounidenses que han sido desplegadas en Irak no tienen ni tendrán un papel de combate», atajó. «Apoyarán a las fuerzas iraquíes sobre el terreno mientras estas luchan por su propio país en contra de esos terroristas». Y si a alguien le quedaba dudas de su autoridad, se la recordó. «Como vuestro comandante en jefe que soy, no os comprometeré ni a vosotros ni al resto de las Fueras Armadas a luchar otra guerra terrestre como la de Irak», afirmó.

Poco antes se lo había dicho en privado a los generales de la Comandancia Central de EE UU en Florida (Centcom por sus siglas en inglés), que le informaron de los 167 ataques contra las fuerzas del Estado Islámico del Levante e Irak (EI) que se han llevado a cabo. Estos comandantes están tan deseosos de enfrentar al enemigo que cada vez que el presidente les ha dado luz verde para expandir la misión han disparado sobre los nuevos objetivos en cuestión de horas, señal de que los tenían preparados.

Y a ellos son a los que les llegan peticiones como la del general Lloyd Austin, al frente de las tropas estadounidenses en Oriente Próximo, que según testificó el martes el jefe del Estado mayor, durante la batalla para retomar el control de la presa de Mosul el mes pasado quería empotrar a efectivos de las fuerzas especiales con las tropas iraquíes y kurdas para que ayudasen a organizar los ataques aéreos. No se lo permitieron. El general Dempsey contó que, «tras discutir el tema», «cambió de opinión» y «encontró otras formas» de organizar la operación.

Dempsey dijo a los senadores que Austin y él coinciden en que «habrá más circunstancias en las que creemos que serán necesarios». Sus palabras, claramente contrarias a los deseos del comandante en jefe, rayan en la rebelión, airean las diferencias de los militares con Obama y se convierten en un elemento de presión para que incumpla la promesa que le ha hecho al pueblo estadounidense de que no pondrá tropas a luchar sobre el terreno. Muchos republicanos y demócratas temen que no se pueda ganar la guerra a EI sin la participación activa de fuerzas estadounidenses, pero si bien los correligionarios de Obama prefieren asumir ese riesgo antes que verse en otra guerra en Irak, los soldados de Reagan utilizan los argumentos de los militares para impulsar la maquinaria bélica. Según el general retirado James Mattis, que dirigió a los marines durante la invasión de Irak, la decisión de Obama de no enviar tropas de combate implica un riesgo mayor. «El pueblo americano va a verse de nuevo metido en una guerra sin progresos», ha advertido.

En el frente, para el general Austin, al que no le dejan mandar ojos para ordenar los bombardeos, la terquedad de Obama llueve sobre mojado. Fue él quien le recomendó dejar en Irak 24.000 hombres para asegurar la relativa paz conseguida, precisamente por temor a avances los terroristas. De haberle escuchado, argumentan los militares, EI nunca habría conquistado medio Irak. En junio, cuando esta organización ya había cruzado la frontera, sugirió que se enviara un pequeño contingente de fuerzas especiales para asistir al Ejército iraquí, pero Obama se resistió de nuevo, como se resiste ahora a que esas fuerzas que ha acabado mandando tengan autoridad para luchar. El guerrero renuente que había prometido acabar con dos guerras descubre, quiera o no, que no podrá escribirlo en su legado. Y los militares desean que lo asuma cuanto antes para que les deje llevar la misión a su aire. O sea, por tierra.