Ruiz-Gallardón sigue la sesión de control parlamentario al Gobierno de ayer sentado en su escaño sin la compañía de otros miembros del Consejo de Ministros. :: JAIME GARCÍA
ESPAÑA

Gallardón alimenta la incógnita sobre su dimisión y el futuro de la ley del aborto

«Es difícil saber dónde estaremos mañana», afirmó el ministro, que agradeció el apoyo del PP porque «hay días en que uno lo necesita»

MADRID. Actualizado: Guardar
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Alberto Ruiz-Gallardón recurrió a todas sus habilidades dialécticas para no decir nada sobre su dimisión o sobre la retirada de la reforma de la ley del aborto. El PSOE trató de arrinconarle en el Congreso, pero el ministro salió vivo del envite. Soltó una frase que pudo sonar a despedida: «Es muy difícil saber dónde estaremos hoy, mañana, dentro de un año». Pero cinco minutos después dijo que hacer esa interpretación era «para nota». Entre un comentario y otro, agradeció a los diputados del PP sus aplausos de apoyo en el salón de plenos: «Hay días en los que uno los necesita».

Los socialistas, como el resto de los diputados, salieron del hemiciclo del Congreso igual que entraron, sin tener la menor idea de los planes de Gallardón. Ni sobre su futuro político ni sobre el de la reforma de la ley del aborto. La parlamentaria del PSOE que interpeló al ministro, harta de evasivas, soltó que «nos da igual si dimite o no; exigimos que retire la contrarreforma» de la ley de interrupción del embarazo redactada hace cuatro años por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

En el Ejecutivo y el PP dicen que ignoran qué pasa por la cabeza del ministro de Justicia. Saben que pasa por un momento difícil, pero ni él ni Mariano Rajoy, que es el único aparte del interesado que tiene todas las piezas del puzle, sueltan prenda. El portavoz popular en el Congreso, Alfonso Alonso, admitió que Gallardón pasa por una etapa política en la que «necesita un arrope». Otro de los pocos que rompió el silencio fue el titular de Economía, Luis de Guindos, quien brindó «todo el apoyo» a su compañero.

Rajoy, en cuanto acabó sus duelos verbales en la sesión de control al Gobierno, abandonó raudo el Congreso porque tenía que asistir a una reunión ministerial internacional sobre Libia. La vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría, que también había sido preguntada sobre la dimisión de Gallardón y la reforma de la ley del aborto y no dijo nada, salió asimismo del Parlamento tras su intervención. En el banco azul del Ejecutivo quedaron unos pocos ministros y solo la titular de Empleo, Fátima Báñez, hizo gestos de apoyo con la cabeza a su colega de Justicia.

Convicciones

Gallardón se fajó con la socialista Carmen Montón y lo hizo con soltura porque salió sin dificultad de la interpelación de la parlamentaria. Aseguró que el anteproyecto de ley del aborto que aprobó el Consejo de Ministros en diciembre de 2013 se basó en «profundas convicciones» y el texto ha recibido el aval con algunas correcciones del Consejo General del Poder Judicial, el Consejo Fiscal y el Comité de Bioética, «tres órganos muy prestigiosos».

El ministro garantizó que ni el Gobierno de Rajoy ni el PP se han propuesta legislar en esta materia ni en otra «contra los derechos de las mujeres», uno de los argumentos centrales del PSOE para oponerse a la modificación.

El ministro de Justicia reprochó a los diputados socialistas que pretendan «contraponer la defensa de la vida del concebido con la libertad de las mujeres» porque su proyecto no plantea esa dicotomía. Lamentó asimismo que «la izquierda» siempre intenta demostrar «una pretendida superioridad moral» sobre la derecha. Un planteamiento, dijo, que no comparten los ciudadanos a tenor de su respuesta en las urnas. Pero las insistentes preguntas de Montón sobre qué va a pasar con la reforma se quedaron sin contestación, como las de la dimisión.

La parlamentaria del PSOE, con un rotundo y por momentos exaltado discurso feminista, exigió la retirada del texto porque «con la vida, con la dignidad y con la salud de las mujeres no se puede traficar». Exigió además a Gallardón que pida «disculpas» por haber blandido la reforma como «amenaza» en los últimos meses. «Las mujeres -zanjó- no somos rehenes de sus políticas electorales». Pero Montón se marchó sin desentrañar ninguno de los dos misterios.