PAN Y CIRCO

EL PROBLEMA DE ORENGA

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Me equivoqué. Como casi siempre. Aunque esta vez me ha molestado más allá de la habitual contradicción de comprobar lo difícil que es aceptar que te digan no, que el mundo, la vida o el deporte no es como tú te lo imaginas. o te lo querías imaginar.

Me equivoqué con la selección española de baloncesto cuando menos lo deseaba. Porque después de años y años construyendo un proyecto, recogiendo los frutos de un excelente trabajo, destacando el talento individual y la solidez como grupo, los que se equivocaron fueron ellos. Precisamente cuando menos se lo merecían. Sobre todo ellos.

Desde la gestión de José Luis Sáez hasta la pizarra mágica de Orenga. Tan, tan mágica que la mayoría del Mundial parecía invisible por algún extraño truco que no alcanzábamos a entender. Aún así, confiábamos en que, como en otras ocasiones, sirviera para llegar a la cima que los hermanos Gasol, Ibaka o Rudy Fernández solían alcanzar con sus manos para encestar, taponar o machacar a los rivales con los que se cruzaban. Siempre se pensaba en positivo, se intuían los resultados abultados, se daban por descontado las remontadas. Hasta que se olvidaron de lo básico: el talento, que por muy innato que sea hay que trabajarlo, sobre todo con el paso (y peso) de los años; y el grupo, que hay que cuidarlo por encima de egos, la condición de superhéroe para los aficionados y la admiración casi reverencial de muchos de tus adversarios.

El problema de Orenga es que no se ganó el respeto de sus jugadores entrenándoles sino dejándoles entrenar, que es distinto. Orenga no tira triples ni rebotea ni defiende pero lo de España ante Francia con Djordjevic en un banquillo no hubiera pasado.

Autogestión dentro y fuera de la pista. Pau tocado, Navarro cabreado, Marc cansado, muchos resignados a su rol secundario. y Felipe Reyes esperando sentado en el banquillo cuando lo que faltó, entre otras cosas, fue carácter y rebote. El mismo carácter que hace falta ahora para asumir responsabilidades y dimisiones; el mismo rebote que tienen todos los aficionados al baloncesto en España, que han visto cómo se ha tirado a la basura una ocasión de oro.