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El apoyo al 'no' se hace fuerte en los mayores
Los jubilados enfrían el entusiasmo en la circunscripción que da más votos al independentismo
PETERHEAD. Actualizado: GuardarSe podría esperar un ambiente de efervescencia política en la circunscripción electoral que da más votos al partido independentista escocés pero, si existe, no es visible. En el 'Banffshire Journal' no hay más mención a la campaña que la carta semanal del diputado local, Stewart Stevenson, y la de un lector protestando por un artículo con supuestas falsedades que publicó Alex Salmond en la edición anterior.
El clima apaga el entusiasmo. La mañana se levantó fría y a las ocho y media entra un frente con viento y lluvia que hace la calle intransitable. Esta encuesta a los votantes jubilados en el territorio más independentista tendrá que ser bajo techo. En Banffshire y Buchan, el 67,2% de los votantes eligió en las últimas autonómicas la papeleta del SNP y un porcentaje similar de escoceses mayores de 65 años se declara votante del 'no'.
Banff es una villa antigua que tuvo un castillo para protegerse de los vikingos y muestra ahora bellas casonas nobles convertidas en centros culturales. En la tienda donde se venden periódicos, cuya cristalera está cubierta por un cartel del 'Yes', Collin Chimchen, de 67 años, dice: «La independencia es muy fuerte aquí. Esto era una comunidad 'tory', pero cambió». Chimchen lo achaca al impacto de la crisis de la pesca en la Unión Europea.
Pescador de los 16 a los 40 y luego jardinero en dos haciendas de la zona, cree que, si se quitan los submarinos nucleares y los astilleros que construyen portaaviones en Glasgow, habrá enorme desempleo, que la gente no se da cuenta de que las energías eólicas tienen muchas subvenciones. «¿De dónde saldrá el dinero? El petróleo nunca será suficiente», explica. Y luego sentencia: «No estoy seguro de por qué la gente quiere la independencia. Por estar solos, Escocia la Brava, Robert the Bruce y todo eso».
Fraserburgh ha vivido siempre de la pesca pero no hay un alma en el puerto. Tierra adentro tampoco. El último recurso en este temporal infernal es la Iglesia Episcopaliana Escocesa de San Pedro. Hay once feligreses en el servicio y al menos diez cumplen el requisito. Al terminar la procesión final desde el altar a la puerta, uno de los asistentes del sacerdote se vuelve y pregunta al extraño quién es y qué quiere: «Si busca a mayores de 65 años, ha venido al lugar adecuado. Vaya a la habitación junto al altar y tómese un té con nosotros».
El corazón 'sí', la cabeza 'no'
La charla de grupo se va individualizando poco a poco. Es una mujer de unos setenta años, con una de esas sonrisas perpetuas de la gente tímida. Una vida quizá dedicada al servicio doméstico. Se anima: «Somos un país, una comunidad y tendríamos que mantenernos juntos». Pero mira sobre el hombro del interlocutor y se encoge: «Yo no sé, mejor pregúntele a ella». El intento de seguir esta conversación es abortado.
Ella es más joven, lleva un peinado recto de domingo, una chaqueta de color azul real y un broche quizá de oro. «¿Qué hace? ¿Tomando notas? No, no. Esto es la iglesia, no es la ruta de la campaña», sentencia. El bloc de notas es replegado, el té entra bien, unos minutos congelados, que descongela la llegada del cura. Sonriente, jovial, gordito. «Yo soy inglés y con eso lo digo todo», bromea para hacerse cargo.
La conversación gira entonces hacia la historia de los episcopalianos, que son anglicanos, como la Iglesia de Inglaterra, que preside la monarca británica. Pero no en Escocia, cuya Iglesia de Escocia, o 'Kirk', es presbiteriana. Los episcopalianos fueron perseguidos tras el triunfo de los presbiterianos. «Somos los católicos escoceses de antes de la Reforma», resume muy bien el cura. Que luego concluye: «Lo importante es la curación después de la consulta. Se han dicho cosas y ahora habrá que volver a vivir juntos. Dígales eso a los catalanes».
La última parada en el litoral urbano de la circunscripción que llevó a Alex Salmond por primera vez al Parlamento británico y que vota fielmente a su partido es el portal cubierto de un supermercado. Y la primera mujer de más de 65 años que emerge, Janet Millar, de 70, también votará 'no'. Ya lo hizo, por correo. Pasó 46 años trabajando como cocinera en una escuela. «No es por las pensiones, no», responde. «Tengo la mía y mi marido, la estatal y una privada. Estamos bien. Creo que no se ha pensado seriamente.