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«Desde el punto de vista práctico votas 'no', pero ves la Historia y piensas...»
Los sondeos dicen que el voto femenino es el más incierto en lugares como Leith, la ciudad que inspiró la novela 'Trainspotting'
E DIMBURGO. Actualizado: GuardarUno de los iconos contemporáneos del ser amoral es 'Sick Boy', un personaje de la novela 'Trainspotting', de Irving Welsh, que tuvo gran éxito en las pantallas de cine. Retrata el deambular de un grupo de amigos de Leith, heroinómanos en una ciudad en ruina. Simon, 'Sick Boy', vive en los Banana Flats, un hormiguero de pisos cavados en un bloque gris de hormigón, con una curva como la de un plátano.
Por la acera de enfrente pasa con su bebé en la silla Katarzyna Stepien, que dice que se llama 'Katag' porque su nombre resulta difícil a los no polacos. «La ví hace muchos años -dice 'Katag'-. Me encanta Leith, es mi lugar favorito en Edimburgo. Hay una mezcla de gente diferente. Es un buen lugar para vivir». Tiene 30 años y es masajista terapéutica. Cree que no votará: «Me he registrado, pero no estoy segura, porque yo no sé si voy a vivir aquí en diez años. Me parece que son los escoceses quienes tienen que tomar la decisión».
Por lo que ella observa, hay en Leith más gente a favor del 'sí', pero también mucha que no está segura. Cree que «cada nación debería ser independiente, pero Escocia sería más poderosa como parte de Reino Unido». «Escocia, por sí misma», dice, «sería otro país mediano de Europa». Luego, apunta las consecuencias personales: «Si Escocia tiene la independencia y la dejan fuera de la UE, quizá tendríamos que solicitar un visado o algo así, y eso podría ser un gran problema. O sea que, desde el punto pragmático, votas no, pero entonces ves la Historia y piensas...».
Nicole Wright mira como si le hablases de algo cansino cuando mencionas 'Trainspotting'. Va con su hija en la silla por el camino que lleva al nuevo centro comercial, desde cuyo interior se entra al último yate real, el Britannia. La monarquía disfrutó de él hasta que los costes parecieron excesivos al entonces canciller, Gordon Brown, que lo llevó a dique seco. Al puerto de Leith, que podría ver con un catalejo desde su casa, en la otra ribera del estuario del Forth.
Wright tiene 18 años, estudia ciencia del deporte y del ejercicio y va a votar por primera vez. Y dice que quizá por última. «Vi los dos debates en la televisión pero no sé mucho, no lo sigo», dice. La carretera que lleva al centro comercial bordea la sede administrativa del Gobierno escocés, que la trasladó aquí como parte del nuevo desarrollo de Leith.
«Voy a votar 'sí'», dice. «Muchas cosas van a cambiar sobre las que ahora no tenemos voz. Están privatizando la sanidad en Inglaterra y al final tendremos que pagar las dos, la pública y la privada. Y la universidad. Me preocupa, si hay que pagar, por mí y por mi hija. Pero hay cosas de las que no estoy segura, como la moneda. O que vayan a dar más poderes a Escocia. ¿Por qué no los dan sin tener un referéndum?».
En lo que era el dique de descarga del viejo puerto de Leith hay ahora apartamentos caros y restaurantes. En Fishers, elegante taberna portuaria, Carmen Luque, madrileña, de 42 años, es asistente de la gerencia. «Yo creo que la gente de esta zona, hombres y mujeres, quiere la independencia». Ella va a votar también 'sí'. «Soy una romántica, me siento muy escocesa, y yo, fíjate, no tengo nada en contra de los ingleses», afirma Luque.