El BCE adopta medidas históricas ante una depresión excepcional
Draghi baja los tipos al 0,05% y anuncia la compra de activos para intentar resucitar el crédito a pymes
BRUSELAS. Actualizado: GuardarMario Draghi sigue empeñado en añadir nuevas acepciones al término «histórico» en el particular diccionario del Banco Central Europeo (BCE). Lo hizo en junio y ayer, a contracorriente, por sorpresa, como a él le gusta, volvió a dar un paso tan obligado como desesperado en la trayectoria del instituto emisor. Ayer, 4 de septiembre de 2014 (fecha para recordar), su Consejo de Gobierno anunció un programa de compra de deuda privada a través de titulizaciones (ABS, por sus siglas en inglés) a partir de octubre y rebajó los tipos de interés del dinero en otros 0,10 puntos, dejándolo en un raquítico 0,05% (en junio bajó del 0,25 al 0,15% en una medida ya considerada «histórica»). Desde entonces, pese al derroche de euforia registrado, nada ha ido a mejor. El enfermo sigue sumido en una brutal depresión, así que toca innovar, porque en lo referido a medidas convencionales, a bajadas de tipos, «es el límite inferior, ya hemos tocado suelo», confirmó un Draghi que provocó la subida de las bolsas y la depreciación del euro frente al dólar por debajo del psicológico 1,30, además de una bajada de la prima de riesgo española hasta 119 puntos, el límite desde la llegada del euro.
En apenas tres meses, el banquero italiano ha visto cómo su ambiciosa batería de medidas anunciadas a bombo y platillo, como una inyección de liquidez de 400.000 millones luego ampliada a un billón (barras libres denominadas TLTRO), se han visto superadas por una realidad preocupante en todos los sentidos. En el económico, la inflación se situó en el 0,3% en agosto y el porcentaje de crecimiento del PIB del segundo trimestre en la Eurozona fue del 0%. Por su parte, desde el punto de vista geoestratégico, el conflicto con Rusia, sobre todo, ha saltado muchas alarmas en Bruselas.
Reactivar el crédito
Además de la bajada de tipos -decisión que traerá cola ya que no fue aprobada por unanimidad aunque sí por una mayoría «confortable»-, el BCE ahondó en la senda trazada en junio y aprobó un aumento del 0,10% en la tasa de penalización impuesta a los bancos por dejar su dinero en las arcas de Fráncfort en lugar de destinarlo a la economía real. Esta medida, histórica, se refuerza ahora al dejar este gravamen en un 0,20%, que se empezará a aplicar el día 10. Por su parte, el tipo de interés aplicable a la facilidad marginal de crédito bajará del 0,40 al 0,30%.
Dudar es lícito. ¿Cómo estarán las cosas para que el BCE, el paradigma del inmovilismo en la Gran Depresión, tome decisiones excepcionales en apenas tres meses? Tras negar que las medidas de ayer supongan una rectificación a un posible error de cálculo cometido en junio, aseguró que están decididos a seguir actuando, que no les temblará la mano si es necesario tomar nuevas medidas monetarias no convencionales. Pero sus palabras parecen estar perdiendo la magia que poseían en 2012, cuando un simple 'haré lo que sea necesario' bastó para sofocar el incendio de los mercados y salvar el euro. Ahora ya no valen con los discursos. Llega la hora de las medidas. Los mandatarios europeos le exigen más para despertar a una aletargada Eurozona y él, en apariencia tranquilo, ha decidido tomar la iniciativa y traspasar la pelota al tejado de los Gobiernos.
Más madera. Porque a las barras libres de liquidez de hasta un billón de euros condicionadas a que el crédito llegue a las pymes y a las familias -se abrirán en septiembre y diciembre-, sumó ayer la confirmación de que el BCE dejará de especular, emulará a la Reserva Federal estadounidense y se involucrará de lleno en su afán, casi obsesión, para que el crédito vuelva a la economía real. Lo hará a través de inédito programa de compras de activos titulizados (ABS) y bonos garantizados que estará dirigido sobre todo al sector privado y que contemplará la compra de titulizaciones existentes, de nuevas y también de cédulas hipotecarias.
«El Eurosistema comprará una amplia cartera de ABS simples y transparentes que tendrán un considerable impacto en el balance de la entidad», recalcó el banquero italiano tras matizar que todos los detalles se conocerán en la reunión del 2 de octubre. Un balón de oxígeno a la banca, a la que se le quiere aliviar de ciertas cargas que arrastra para que pueda dedicarse, por fin, a prestar dinero.
Respecto al impacto de este nuevo plan de estímulo, evitó hacer conjeturas. Sin embargo, algunas fuentes lo cifraban en 500.000 millones y otras en casi un billón si se tiene en cuenta el volumen que este tipo de productos tenía en el instituto emisor hace unos años. ¿Y si esto tampoco funciona? La última bala es la activación de la Quantitative Easing (QE), programa de compra masiva de deuda pública comunitaria. En su esperada comparecencia, que se prolongó durante una hora, Draghi reconoció por la vía de los fríos datos que aún queda sufrir para consolidar lo que algunos políticos llaman recuperación. Las previsiones macroeconómicas a medio plazo son preocupantes.
Previsiones a la baja
Si algún mandato tiene el BCE es la inflación, que esté por debajo pero cercan al 2%, y ahora, apenas llega al 0,3% con el consiguiente temor a la deflación -la misma que ha hecho encallar a Japón en la última década-. Pero el futuro no es mucho más halagüeño ya que para este año se espera que acabe en un exiguo 0,6%, una décima menos de lo previsto en junio. En 2015 se quedará en el 0,9% y en 2016, en el 1,4%, también a la baja. Respecto a las nuevas proyecciones de crecimiento, el PIB aumentará el 0,9% este año, el 1,4% en 2015 (por debajo de lo esperado) y del 1,9% en 2016.
Para muchos demasiado tarde, pero lo cierto es que ayer 'Súper Mario' siguió haciendo los deberes que tanto le venían reclamando todos los organismos internacionales a excepción, entre otros, de Alemania. Lo hizo y aprovechó para lanzar unos cuantos recados a esos que tanto le presionan, léase François Hollande, Matteo Renzi... «Estos estímulos no servirán de nada si no viene acompañados de medidas fiscales (como rebajar los impuestos más favorables al trabajo) y sobre todo estructurales», recalcó. Preguntado sobre el coste social que este tipo de reformas puede llegar a tener, recordó que la «ausencia de crecimiento ya tiene un coste por sí misma» e insistió en que la tasa de desempleo es demasiado alta.