Carlos Osoro (dcha.), junto a su predecesor, el cardenal Rouco, a quien el Papa ha aceptado la renuncia. :: JUAN CARLOS CÁRDENAS / EFE
Sociedad

Un discípulo de Francisco sucede a Rouco

Cañizares deja Roma y toma el relevo al frente de la archidiócesis valenciana, mientras el cardenal gallego se va con amargura de la capital El Papa nombra a Carlos Osoro nuevo arzobispo de Madrid tras ocupar la diócesis de Valencia

MADRID. Actualizado: Guardar
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Se va el hombre que lo ha sido todo en la Iglesia en España y que ha desempeñado durante 20 años un poder omnímodo. La era Rouco toca a su fin. Hace 15 días se conoció que la Nunciatura Apostólica había aceptado la renuncia del hombre elegido por Wojtyla y Ratzinger para llevar a los españoles su magisterio. El cardenal Antonio María Rouco, hasta hace pocos días arzobispo de Madrid, cede el testigo a Carlos Osoro, de 69 años, actual vicepresidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valencia. Osoro es lo más parecido que hay en el solar nacional al papa Francisco, e incluso guarda un cierto parecido físico con Bergoglio.

El extitular de la diócesis de Valencia carece de la vocación política y de la sólida formación intelectual de su sucesor. Pero Francisco ha visto otras aptitudes en él: su carácter dialogante y su temperamento contemporizador, su presencia en la calle, su cercanía con la gente y su preferencia por el trabajo pastoral antes que por disquisiciones teológicas. Cuando en marzo fue elegido número dos de la jerarquía católica, algunos analistas vieron en el nombramiento una maniobra para que Osoro adquiriera la experiencia necesaria para tomar el relevo de Ricardo Blázquez, de 73 años, dentro de unos años. Se da por hecho que Osoro lucirá pronto la birreta cardenalicia.

El sucesor de Rouco rehúye el conflicto. Ha sido obispo de Orense -su primer destino-, Oviedo y Valencia. Y mientras en Asturias sus prédicas eran bien vistas por la izquierda, en Valencia hizo buenas migas con las autoridades del PP. Tenido por moderado, no ha sufrido encontronazos con organizaciones conservadoras como el Opus Dei, los 'kikos' o los Legionarios de Cristo.

En su primer mensaje a los fieles, Carlos Osoro agradeció al Papa la misión encomendada y recordó la necesidad de atender a los «enfermos y a quienes están sin trabajo», así como a los inmigrantes. «Siempre y juntos, tenemos que buscar movernos por criterios de justicia social y no por concepciones economicistas», apuntó en una carta.

Con 78 años cumplidos, tres más que los preceptivos para jubilarse, Rouco abandona la archidiócesis de Madrid con amargura, sin haber tenido la opción de colocar a obispos de su cuerda ni en la jefatura de la Conferencia Episcopal ni en el arzobispado de Madrid. Se despide además sintiéndose vejado por las formas empleadas por la Santa Sede para efectuar su relevo. El Vaticano hizo ayer públicos los nombramientos, en los que se confirma que Antonio Cañizares, ahora enemistado con Rouco a raíz del 'caso Jiménez Losantos', sucederá a Osoro como arzobispo de Valencia.

Pluralismo eclesial

A Carlos Osoro le espera un trabajo difícil. Tendrá que afrontar el reto de llenar las iglesias que ahora permanecen vacías, arrinconar las maneras autoritarias del cardenal-arzobispo, permitir la convivencia de las diferentes sensibilidades cristianas y abolir el centralismo en la toma de decisiones.

El legado del cardenal gallego era incompatible con los planes de renovación de Jorge Mario Bergoglio, aunque el cardenal gallego no ha hecho más que cumplir las órdenes de Juan Pablo II y Benedicto XVI y evitar que España se convirtiera en una especie de 'laboratorio laicista'. Por eso combatió con denuedo el matrimonio homosexual, el divorcio exprés y el olvido de Dios por la sociedad española. Rouco no podía tolerar que un país que fue luz de Trento y martillo de herejes se paganizara.

Los intentos de Rouco para que su delfín Fidel Herráez, obispo auxiliar de Madrid, se sentara en la silla vacante, han resultado baldíos. En la recámara se guardaba los nombres de Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, y Braulio Rodríguez (Toledo), para tomar el báculo en Madrid, pero tampoco han fructificado.

Rouco abandona el cargo sin que el presidente del Gobierno le haya recibido en la Moncloa, y con la humillación añadida de que Rajoy supo antes que el cardenal quién iba a ser su sucesor. Es sabido que el cardenal y el político, ambos, gallegos se detestan, lo que no es óbice para que ambos mantengan las buenas maneras institucionales. Francisco no le comunicó personalmente la decisión al cardenal de Villalba, circunstancia que Rouco interpreta como una descortesía.

En la última visita 'ad limina' de los obispos a Roma para rendir cuentas ante el Papa, Francisco bautizó a Osoro con el sobrenombre de 'el Peregrino' por sus incesantes visitas a las parroquias de su diócesis.