La rumba pop pierde a su rey
Peret, creador y cumbre del género, muere a los 79 años de cáncer de pulmón
Actualizado: GuardarPeret era a la rumba catalana lo que John Lee Hooker al blues o Bob Dylan al folk electrificado. La muerte del cantante deja huérfano este género que Pere Pubill Calaf, Peret para el mundo y los carteles, creó y engrandeció y sobre el que edificó una carrera desigual de casi siete décadas. Pionero convertido en maestro, el rey de la rumba pop perdió ayer la batalla contra el cáncer, al que había plantado cara con entereza, fe evangélica y buen humor. «Es preferible reír que llorar, así la vida se debe tomar», reiteraba el pasado 30 de julio al anunciar que padecía un cáncer de pulmón.
Rumbero por excelencia y padre del 'invento', el cantante, compositor y músico catalán abrió sendas por las que transitaron todos cuantos han sido algo en este género de fusión gitana y latina, de Los Amaya a Estopa pasando por Las Grecas o Macaco. Se le reconocía su aportación en 2010 con uno de los grandes galardones de la XIV edición de los Premios de la Música y abriéndole la puertas del Liceo para dirigir un curso de rumba.
Pere Pubill Calaf había nacido en un barrio gitano de Mataró en 1935. En 1947 debutó con su hermana Pepita sobre las tablas del barcelonés teatro Tívoli, ganando un concurso infantil que presidía Eva Perón. Se crió en la calle de la Cera, el corazón más gitano del barrio de El Raval, hoy crisol multiétnico. Los clanes gitanos gestaron allí en los 50 una revolución musical de la que Peret sería alma y protagonista. La rumba gitana se mezcló con la guaracha y el mambo de Pérez Prado para alumbrar un nuevo género: la rumba catalana. Nació con ella ese rasgueo percusivo conocido como 'el ventilador' que Peret ejecutaba con enérgica maestría. «Un truco ingenioso y de fácil ejecución», según otro sabio rumbero y rumboso, el desaparecido Gato Pérez.
Peret tuvo una infancia libre, feliz y sin escuela. Su vocación musical era inédita en su familia. Aprendió en la calle y en los mercados que recorría con su padre, tratante de tejidos, al que todos conocían como 'el mig amic'. Así titularía Peret uno de sus temas, un tributo a su progenitor que Manuel Vázquez Montalbán saludó como «el mejor tema de la nova cançó catalana».
Su talento para la guitarra, que se convirtió en su sombra, y su innato gracejo le hicieron un hueco en las juergas rumberas del mercadeo de paños. Carpintero, tapicero y chatarrero, Como a Dylan, a Peret le cambió la vida un accidente de moto sufrido con 16 años. Fue el principio de una carrera artística con escalas en el Teatro Victoria del Paralelo con sus fieles palmeros, los primeros singles, el traslado a Madrid y la inmensa popularidad de los años 60 y 70. Una época en que en discotecas y bôites se pinchaban sus rumbas y promocionaba sus canciones con horrísonas películas.
Su primer álbum es de 1968. Incluía éxitos como 'Una lágrima', 'El gitano Antón' o 'Amor a todo gas', que hoy siguen en la memoria colectiva. La revista 'Rockdelux' lo incluyó entre los 100 mejores discos españoles del siglo XX. En 1974 alcanzó la cima de su popularidad representando a España en Eurovisión con 'Canta y sé feliz'. Poco antes, su tema 'Borriquito' fue número 1 en España, Holanda y Alemania. Aún da dinero.
En los ochenta desaparece. Primero se entrega a la fe evangélica que profesa, predica y abandona, y luego batalla y vence al cáncer en sus primeros embates. Pero hasta lo más granado de la movida lo recuerda. Ahí queda la gloriosa versión de 'La noche del Hawaiano' que hicieran Los Peatones, el grupo más efímero de la historia, una insólita unión de media hora entre El Último de la Fila y Radio Futura en una fiesta de Radio 3.
Regresó Peret en los noventa con tanto empuje como antes, manteniendo vivo un legado y un repertorio muy apreciado, como probó el disco de homenaje editado en 2000, con versiones remozadas de sus éxitos junto a Ojos de Brujo, Los Enemigos, Fermín Muguruza, Amparanoia o el mismísimo David Byrne.
El rumbero mayor del reino gozaba de una extraordinaria salud artística mientras menguaba su salud física. Sus majestuosas patillas azabache enmarcaron durante años un rostro gitano, travieso y risueño que acabaría adornado por una barba cana, una vez que dejó de disimular su calvicie.
En 2007 emerge de nuevo con el disco 'Que levante el dedo' y en 2009 regaló a su público un soberbio repaso a melodías que marcaron su infancia, como 'Rascayú' o 'María de la O', en el disco 'De los cobardes nunca se ha escrito nada'. Recayó en la enfermedad cuando ultimaba su primer disco cantado íntegramente en catalán -'Peret als barris de Manresa'-, una última época de su vida en la que prestó su respaldo al independentismo, y tras concluir un nuevo trabajo en castellano. Puro genio.