Apuntes

Un símbolo manchado

Es preciso depurar las responsabilidades penales hasta las últimas consecuencias para separar conductas delictivas particulares de la imagen de un icono como Elcano

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La generalización, la extensión indiscriminada de la culpa o el reproche, suele suponer una injusticia. La candidez suele ser sinónimo de imprudencia. Lo que ha ocurrido en el Juan Sebastián de Elcano es gravísimo. Tanto por los hechos, tanto cualitativa como cuantitativamente, pero sobre todo por el simbolismo. Es la representación de una parte de lo mejor de la Historia de Cádiz, de España y de la Armada lo que aparece manchado, irónicamente de blanco. Que varios de sus tripulantes (hay tres detenidos y acusados) hayan usado sus míticas travesías como embajador de los mares para tratar de lucrarse con algo tan sucio como el narcotráfico exige la mayor depuración de responsabilidades. Que ningún implicado quede sin castigo tras un juicio transparente y cabal en el que sean recopiladas todas las pruebas posibles. Resulta ingenuo pensar que tres personas, sin más apoyo, han sido capaces de comprar e introducir tal cantidad de mercancía ilegal. Resulta ingenuo pensar que no contaban con ningún respaldo para ocultarla y sacarla. Resulta sensato sospechar que ha podido pasar antes y que hay más personas en la trama.

Todas estas circunstancias son las que deben quedar aclaradas sin la menor sombra de duda para poder separar conductas delictivas particulares de la imagen pública de un icono como Elcano.

Para conseguirlo, para dejar claro que fueron unos cuantos sinvergüenzas, para descartar que pudieran ser más, bien los delincuentes, bien las ocasiones en las que aprovecharon de las circunstancias, los mandos del buque y de toda la Armada son los primeros interesados en llegar hasta el final, caiga quién caiga.

De lo contrario, por tratar de preservar en falso el prestigio de un baluarte de Cádiz, España y la Armada, sólo conseguirán que la sospecha se haga crónica y general, que se quede. Suya es la responsabilidad.