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«Voy a buscar a todos los que faltan»
La líder de Abuelas de Mayo celebra la recuperación de su nieto como «reparación» para el país
BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar«Me levanté plena. Todavía estoy soñando. Mi nieto dijo que va a venir pronto», explicó ayer feliz Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, después de una jornada de júbilo y emoción en Argentina cuando se supo que su nieto de 36 años, que vivió sin saber que era hijo de una pareja de jóvenes asesinados durante la dictadura (1976-83), había sido encontrado.
«En estos días estoy exclusivamente para Guido, mi nieto, pero voy a seguir yendo a Abuelas para buscar a todos los que faltan», prometió al salir de casa esta mujer de 83 años que desde 1978 dedicó su vida a la búsqueda de su nieto y los de otras 500 familias que, como la de ella, no sólo perdieron a sus hijos, sino también a los nietos. El encuentro podría ocurrir de un momento a otro. «Cuando él decida», anticipó.
La jueza María Servini de Cubría la citó el martes para darle «una noticia muy importante». Fue cándidamente, dijo, sin sospechar nada. Servini, que acababa de recibir el resultado del ADN, contó después que lo primero que le comunicó a Estela fue que habían hallado a «otro nieto». Sólo ese dato llenó de alegría a la presidenta de la organización, reveló Servini. Las Abuelas ya dieron con 114 nietos. Pero la emoción estalló cuando la jueza desveló que el nieto era el suyo, Guido, como su madre había querido llamarlo. «Grité, lloré, nos abrazamos», festeja Estela al recordarlo. Se cumplió su sueño de décadas y también el de su hija Laura.
Estela se comunicó de inmediato con su otra hija, Claudia Carlotto, coordinadora de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, que recibe a los que buscan conocer su origen y les da el resultado de la prueba genética».
Claudia llamó enseguida a Guido, que se llama Ignacio Hurban y que se había hecho la extracción de sangre el 24 de julio. «Me presenté. Le dije: 'Te llamo porque ya llegaron los resultados y sois hijo de desaparecidos. Dio positivo el examen. Además, tengo que decirte que sois Carlotto, nieto de Estela. sois mi sobrino».
Ignacio pidió tiempo, pero una vez que el dato se conoció las repercusiones fueron imparables. Según explicó a Claudia, sus padres de crianza, que nunca le dijeron que era adoptado, acababan de enterarse del hallazgo. «Está contento, preocupado por mi mamá. La familia que lo crió es gente de campo, humildes, nada que ver con la represión, y según me dijo están contentos. Ahora todos estamos esperando que nos llame», aseguró Claudia. Este hombre vive en Olavarría, en la provincia de Buenos Aires, a más de 300 kilómetros de la capital.
«Gracias a la vida y a Dios»
Apenas conocida la noticia, Estela dio una rueda de prensa. «Doy gracias a la vida y a Dios. Ésta es una reparación para él, para nuestra familia y para la sociedad en su conjunto», declaró esta mujer cuya búsqueda la convirtió en un referente ético en Argentina y otros países.
Estela era docente en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, casada con un hijo de inmigrantes, Guido Carlotto, y madre de cuatro hijos. Laura era la mayor. Apenas supo que la joven -cautiva de los militares- tendría un bebé comenzó los trámites para jubilarse y recibir al niño. Pero el pequeño Guido nunca llegó. Su abuelo murió sin conocerlo. Ayer reveló que soñaba con este día. «Vivo una emoción única. Mi hija sonríe desde el cielo y me repite lo que ella supo antes que yo: 'Mi madre no se va a olvidar de lo que me están haciendo y los va a perseguir'», dijo. «No persigo más que la justicia, la verdad y el encuentro de los nietos», añadió.
Cuando parecía que no había esperanza para su caso la impunidad comenzó a ceder. En 2012, militares y civiles fueron condenados por el robo de bebés, entre ellos el ahora fallecido dictador Jorge Videla. Laura fue secuestrada en 1977 con 24 años. Poco antes había sufrido la misma situación su padre, liberado tras 25 días de torturas. La familia no lo sabía entonces pero la joven, estudiante de Historia y militante de la izquierda peronista, estaba embarazada de casi tres meses. Cuando la madre lo supo estuvo pendiente de que le entregaran al niño. Pero no ocurrió.
En cambio, en 1978 la citaron de una comisaría para entregarle los restos de Laura con el rostro desfigurado por un disparo. Años después, una exhumación confirmó que estuvo embarazada y dio a luz. Pero el niño, que la madre pidió que entregasen a su abuela, no aparecía. La familia tampoco supo hasta ahora quién era el padre de la criatura. Sospechaban que era Óscar Montoya, fusilado en 1978, y lo confirmaron el martes con el ADN. La madre de Óscar, Hortensia Ardura, también está ansiosa de abrazar al nieto. «La de mi hijo es una historia muy triste. Pero hoy sólo quiero pensar en mi nieto», declaró.