Estafa animal
La Policía detiene a dos trabajadores del zoo de Madrid tras apropiarse de más de un millón de euros de la venta de las entradas
Actualizado: Guardar«Aquello de despachar entradas no está mal, pero qué duro resulta acariciar con las manos billetes que nunca acabarán en los bolsillos propios». Algo parecido debió rondar por la cabeza de dos empleados del Zoo Aquarium de Madrid cuando decidieron que era el momento adecuado para actuar.
Emulando a los inolvidables Paul Newman y Robert Redford en el filme de George Roy Hill, 'El golpe', Juan José E. D. M., de 55 años y Diego F. F., de 30, pusieron en marcha la dificultosa tarea de hacer saltar la banca de una de las más conocidas instalaciones madrileñas. Cabe preguntarse cómo es posible que nadie notara una hemorragia económica de semejante magnitud. Aunque el zoo de Madrid recibe anualmente más de un millón de visitantes y las entradas para acceder al recinto cuestan entre los 15,9 y los 22,9 euros en sus modalidades habituales, 1.168.147 euros no es desde luego una cantidad desdeñable.
Al igual que el cerebral Henry Shaw Gondorff y el impulsivo Johnny Kelly Hooker en la película, los dos empleados del parque zoológico madrileño se complementaban a la perfección en su fraudulenta labor. Mientras que uno se encargaba de la venta directa de entradas en las taquillas, el otro desempeñaba las labores de técnico informático en el recinto. De esta manera resultaba posible apoderarse de parte de los importes en efectivo y también de un importante porcentaje de los pagos mediante tarjeta bancaria. Un datáfono portátil redireccionaba los cobros a una cuenta particular tras la manipulación de los códigos de control del sistema operativo por parte del habilidoso informático.
Ya se sabe que Madrid no es el achacoso Chicago de los años treinta, plagado de gángsteres y temibles criminales. Ni los timadores del mundo real suelen equipararse a los elegantes y cautivadores estafadores de los clásicos del cine. En esta ocasión la pareja de estafadores no contaba con la presencia de un buen samaritano. La denuncia anónima de otro empleado del recinto ha puesto fin a esta nueva versión del clásico de Roy Hill, y los agentes de la Policía Nacional, alertados por el cívico aviso, comprobaron en la taquilla la venta de entradas que nunca quedaron reflejadas en el sistema operativo, pudiendo fin al golpe.
En esta ocasión el truco ha sido descubierto a tiempo y los ladrones se enfrentan a dos delitos de falsedad documental, uno de estafa y otro de apropiación indebida. Será complicado que se repita aquella genial escena final de los legendarios Gondorff y Hooker, alejándose por un callejón, al ritmo de la inolvidable melodía de Japlin. Y es que algunas historias que el cine convirtió en inmortales, merecen permanecer para siempre en el celuloide.