Esporádico o endémico
Actualizado: GuardarEra el mes de diciembre e iniciábamos la década de los 80; acababa de cambiar de empresa -eran otros tiempos - y me estrenaba como responsable de un centro de reeducación de menores, cargo que conllevaba la obligatoriedad de residir en el propio curro aunque el beneficio se detrajese, como prestación en especie, de la nómina mensual. Comenzábamos a instalarnos de manera provisional en uno de los módulos destinados a residencia de los internos, cuando el timbre interrumpe el ajetreo de la mudanza. En la puerta un chaval risueño sostiene un jamón que antes ha paseado calculadamente por la calle en que se encuentra el colegio. «Me manda Pepe y es para ud.» (Pepe, el tendero del barrio, era uno de los proveedores habituales). El hecho permanece aún en mi disco duro; menos por el impacto de la inesperada tentación y más por el acierto que, sin experiencia apenas que avalara mi proceder, tuve al rechazar amablemente tan atractivo reclamo; cuyo valor se hubiese prorrateado sin duda en las facturas de los próximos suministros. En la calle se gestaba ya la cultura del pelotazo, término que por entonces elogiaba la habilidad para enriquecerse con recursos públicos.
En el ecuador del estío asistimos perplejos al desenmascaramiento de nuevos casos de corrupción y abuso del poder, legítimamente conferido, para despacharse sin rubor a mesa y mantel. Ya no se libran ni quienes durante décadas alardearon de ética y ejemplaridad. De perseverancia, capacitación y dedicación plena a la generación de riqueza en clara alusión al comportamiento que, según el exmolt honorable expresident, diferencia y caracteriza a los españoles del sur y del noreste. Será, como sostiene Martín Queralt, que la corrupción lejos de ser un tema esporádico y puntual es un problema capilar y endémico de nuestra particular condición capaz de contaminar toda estructura de poder por nimia que fuere. Afecta, como la realidad está evidenciando y en la proporción que toca, desde las más altas instancias del Estado a la modesta comunidad de vecinos del barrio menos relevante. A todos, en esta tierra de Rinconete y Cortadillo, nos suenan las mordidas, comisiones y guantes.
Sólo la aceptación de semejante axioma podría explicar la previsión de tanto aforamiento y el sostenimiento a ultranza del indulto gubernamental. Estoy convencido de que dejar de blindar a nuestros gobernantes contribuiría a contener la degradación moral en la que estamos inmersos; y de que, una vez en el punto de mira el poder legislativo y ejecutivo, cabe sólo esperar que sean las contundentes resoluciones del judicial las encargadas de encauzar nuestra más que necesaria regeneración social.