Civiles palestinos se afanan en rescatar a las víctimas de uno de los ataques del Ejército israelí en la localidad de Rafah, en el sur de la Franja. :: AFP
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La ONU avisó «17 veces» a Israel para que no bombardeara su escuela-refugio

El Ejército admite el ataque al centro de Naciones Unidas, en el que murieron al menos 15 personas, en respuesta al lanzamiento de morteros

YABALIA. Actualizado: Guardar
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Los niños juguetean con las vísceras de los burros reventados por la metralla a las puertas de la escuela Abu Husein del campo de refugiados de Yabalia, al norte de Gaza. Hurgan con palos entre los boquetes que tienen los animales despanzurrados y les sacan los intestinos. Los burros muertos presiden el acceso a una escuela donde se hacinan desde hace dos semanas 3.300 personas y que a las cinco de la mañana ha sufrido un triple ataque en el que han muerto al menos 15 palestinos. Confusión, miedo e impotencia se mezclan entre las familias que deambulan entre los escombros de las clases alcanzadas por los proyectiles. Los aviones no tripulados y los cazas sobrevuelan el lugar a baja altura y se escuchan explosiones muy próximas. «Nos pidieron que dejáramos nuestras casas y las destrozaron, ahora nos persiguen hasta los lugares supuestamente seguros, ¿a dónde vamos a ir?», se pregunta Ahmed Hamed, que está en la escuela con cuarenta miembros de su familia y pese al ataque dice que se queda, como el resto de familias.

«Nuestra conclusión inicial es que fue la artillería israelí la que atacó nuestra escuela. Creemos que hubo al menos tres impactos», informó el comisionado general de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), Pierre Krähenbühl, que condenó «en los términos más fuertes posibles esta grave violación del derecho internacional por parte de las fuerzas israelíes». Krähenbühl aclaró que se informó «17 veces» al Ejército de la localización concreta del centro, «la última, horas antes del fatal bombardeo».

A diferencia del ataque de la semana pasada en la escuela de la ONU en Beit Hanoun, en el que murieron 17 personas, esta vez el Ejército no culpó de forma inmediata de la acción a cohetes palestinos. Admitió los disparos, pero aclaró que fueron en respuesta al lanzamiento de morteros «desde zonas próximas a la escuela». A media tarde las fuerzas armadas decidieron la «autorización de una ventana temporal en la Franja de Gaza» de cuatro horas, pero esta minitregua unilateral fue un anuncio de cara a la galería porque los bombardeos continuaron a lo largo de toda la Franja y alcanzaron entre otros objetivo el mercado de Shejaiya, donde murieron al menos 17 personas, según fuentes médicas palestinas.

Sin casa y sin tierras

En Gaza ya hay más de 250.000 desplazados -más del 10% de la población de la Franja- y la mayoría han encontrado refugio en centros de la ONU. Buscan seguridad bajo la bandera azul del organismo internacional, pero en las últimas tres semanas sus instalaciones han sufrido seis ataques, dos de ellos mortales. Naciones Unidas investiga los posibles crímenes de guerra que está cometiendo Israel en esta ofensiva y Valerie Amos, secretaria general adjunta de la ONU para Asuntos Humanitarios, calificó el último bombardeo a una escuela de «grave violación de la ley internacional. Estoy alarmada por la intensidad y la violencia en Gaza. Más niños y civiles asesinados y heridos». EE UU votó la semana pasada en contra de la apertura de esta investigación, pero se sumó a la condena por la agresión israelí al colegio de Yabalia.

Israel ya ha matado más de 1.300 palestinos y el Ejército sigue adelante «con el acelerador a fondo en la campaña militar. Progresamos satisfactoriamente lidiando con los túneles 'de terror' y seguimos exigiendo un alto precio a Hamás», según declaró el ministro de Defensa, Moshé Yaalón, al diario 'Haaretz'. El Ejército confirmó la muerte de otros tres soldados durante los combates de ayer y ya son 56 los caídos durante la ofensiva. Mientras los militares siguen con su guerra contra los túneles, los que pagan el precio más alto no son los milicianos, son los civiles que están en la superficie.

Abed Ali y su familia toman el aire en los pupitres que han sacado al patio de la escuela Abu Husein para hacer sitio a sus colchonetas en una de las aulas. «¿Qué quieren? Aquí no hay milicianos, somos gente humilde que viene de las zonas de la frontera. Soy agricultor y lo he perdido todo, han arrasado mi casa y mis tierras. No tenemos a dónde ir, aquí nos quedaremos esperando a la muerte», concluye Abed rodeado de las 22 personas de su familia. No hay reproches a Hamás, la bandera del final del bloqueo ha unido a toda la Franja y están dispuestos a lograrlo al precio que sea.