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El quinto secretario en democracia y el vigésimo de la historia del PSOE
Pedro Sánchez sucede a Felipe González, Almunia, Zapatero y Rubalcaba, y se alza con el liderazgo del partido que fundó Pablo Iglesias hace 135 años
Actualizado: GuardarPedro Sánchez se convertirá en el congreso extraordinario del 26 y 27 de julio en el quinto secretario general del PSOE de los últimos 40 años y el vigésimo desde que Pablo Iglesias fundara el partido hace 135. Al igual que sus antecesores en la historia reciente tomará las riendas de una organización en crisis, solo que en su caso el escenario es aún más desolador. Los socialistas nunca han estado tan mal desde la transición.
Felipe González alcanzó el liderazgo del PSOE en octubre de 1974, en el congreso de Suresnes, una localidad próxima a París que albergó el último cónclave de los socialistas en el exilio. El siguiente sería en Madrid, en diciembre de 1976, con un partido ilegal -la legalización no llegaría hasta febrero del año siguiente-, pero tolerado. González se hizo cargo de una organización casi testimonial y con apenas raigambre en Andalucía, País Vasco y Madrid. La muerte de Franco obró milagros, y el PSOE, aún en la clandestinidad, resucitó. Aquel partido que en 1974 estaba formado por cuatro y el del tambor, pudo competir como una organización fuerte en las primeras elecciones democráticas en 1977 y se convirtió en la segunda fuerza del país.
González se empeñó en modernizar un partido con resabios de dictadura. Era un PSOE rojo y marxista; de puño en alto e Internacional; que hablaba de lucha de clases y colectivización de los medios de producción. Echó el órdago en el congreso de mayo de 1979 con una propuesta de abandono de las tesis marxistas y el abrazo de las socialdemócratas. Fue derrotado y se marchó. El partido era un marasmo y se convocó un congreso extraordinario, en el que sus tesis se abrieron paso, fue reelegido secretario general y llegaron los mejores años para los socialistas: victorias con mayoría absoluta en las elecciones generales de 1982, 1986 y 1989; y relativa en 1993. Hasta la derrota de 1996 a manos de José María Aznar.
El congreso del PSOE de junio de 1997 sufrió un remezón telúrico cuando el líder indiscutido anunció que no se presentaba a la reelección. El partido no estaba preparado para la orfandad, y menos en la oposición. No había delfín, en el banquillo solo se sentaban exministros y barones autonómicos enfrentados por las guerras banderizas de guerristas y renovadores, que minaron al partido en la década de los noventa. González inauguró la era digital y apuntó a Joaquín Almunia, el ministro más joven de su primer gobierno. La solución no apaciguó a un partido acomodado y desacostumbrado a la oposición después de 14 años en el gobierno.
Primeras primarias
Almunia quiso ser legitimado por la militancia y reafirmarse en un liderazgo vicario. Convocó por primera vez unas elecciones primarias para el candidato a la Presidencia del Gobierno y el 24 de abril de 1998 fue derrotado contra pronóstico por Josep Borrell. La bicefalia o la cohabitación se instalaron con pésimos resultados. La crisis del PSOE se agudizaba por días hasta que Borrell dimitió por un escándalo fiscal de unos colaboradores suyos. Almunia, poco amigo de los focos, se convirtió en candidato a palos. Perdió con estrépito las elecciones de marzo 2000 y dimitió.
La noche cayó sobre el PSOE. Una comisión gestora encabezada por Manuel Chaves organizó el XXXV Congreso, al que por primera vez se presentaron cuatro candidatos a secretario general, José Bono, Matilde Fernández, Rosa Díez y José Luis Rodríguez Zapatero, que de forma inesperada ganó por nueve votos.
Las filas socialistas, entretanto, eran el ejército de Pancho Villa contra un Gobierno de Aznar que gozaba de una aplastante mayoría absoluta. Mas el rechazo a la guerra de Irak o el naufragio del 'Prestige', entre otros asuntos, empastaron al partido, pero sobre todo la victoria en las elecciones generales de 2004, que fue un bálsamo que cerró todas las heridas. El PSOE se convirtió en la fuerza hegemónica en autonomías y municipios. Nunca un secretario general acumuló tanto poder y menos contestación.
Zapatero gobernó con un partido en orden, pero su gestión en la Moncloa descarriló las expectativas del PSOE, sobre todo su gestión de la crisis. Tras ganar con menos amplitud de la esperada las elecciones de 2004, afrontó un segundo mandato ruinoso para su partido. Pasó del casi todo a casi nada en las autonómicas y municipales de 2011 y tuvo que adelantar las generales a noviembre de ese año. Hizo mutis por el foro y, tras abortar un intento de primarias, dejó el timón a Alfredo Pérez Rubalcaba, que cosechó el mayor desastre electoral del PSOE en las tres últimas décadas.
Pero no se fue. Rubalcaba se sintió el único capaz, no hizo mucha falta que le convencieran, de guiar a su partido en la travesía del desierto. Optó a la secretaría general en el congreso de Sevilla de febrero de 2012 y derrotó por 22 votos a Carme Chacón. Tenía a su lado a la vieja guardia y a la mayoría de los aparatos territoriales, pero la exministra aglutinó a todo el que buscaba algo nuevo. A trancas y barrancas por la fuerte contestación interna que tuvo desde el primer día, logró que el PSOE asumiera un calendario interno hasta las elecciones de 2015, pero entre medias se cruzaron los comicios europeos del pasado 25 de mayo, en los que el revés fue tal que el resultado de las generales de 2011 pareció hasta bueno.
Esta vez se fue y dejó al PSOE al mando de Pedro Sánchez que ganó las primeras elecciones internas de los socialistas para elegir a su líder. Sánchez se encuentra, como sus predecesores, con un partido en una crisis tal que puede conducir al PSOE a la marginación 135 años después de que el tipógrafo Pablo Iglesias con otros colegas fundaran en un bar, Casa Labra, la organización.