Exterior de la Embajada de Estados Unidos en Berlín. :: REUTERS
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Merkel hace pagar a Obama por el espionaje

Alemania echa al jefe de la CIA en Berlín tras descubrir a dos topos que espiaban para EE UU, en un gesto que revive los fantasmas de la Guerra Fría

BERLÍN. Actualizado: Guardar
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El Gobierno alemán de la canciller federal, Angela Merkel, ha tomado por fin la iniciativa. Su portavoz, Steffen Seibert, anunció ayer que «el representante de los servicios secretos norteamericanos en la embajada de Estados Unidos en Berlín ha sido conminado a abandonar Alemania». La exigencia no es comparable con una expulsión, pero no deja de ser una afrenta diplomática y una clara señal a Washington. Eso sí, mucha agua ha tenido que ir goteando hasta que se ha colmado el vaso de la paciencia alemana.

La medida llega casi un año después de estallar el escándalo de espionaje de EE UU en Alemania, cuando según informaciones del antiguo agente norteamericano Edward Snowden, actualmente refugiado en Moscú, se descubrió que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense pinchaba, y seguramente pincha aún, sistemáticamente desde la azotea de la Embajada de EE UU junto a la Puerta de Brandeburgo las comunicaciones del Gobierno germano, entre ellas uno de los teléfonos móviles de Merkel. Y más de una semana después de que se detuviera a un agente doble al servicio de Estados Unidos en los Servicios Federales de Inteligencia (BND) germanos. El descubrimiento esta semana de otro topo en el Ministerio alemán de Defensa forzaba ya inevitablemente una reacción clara por parte de Berlín.

El presidente de la Comisión de Control parlamentario de los servicios secretos, el cristianodemócrata Clemens Binninger, comunicaba que la exigencia de que el máximo representante de la Inteligencia estadounidense abandone Alemania «es la reacción a la falta de colaboración durante mucho tiempo» por parte de Washington para esclarecer las actividades ilegales de las distintas agencias de espionaje norteamericanas en este país. En el último año Berlín no ha recibido ni una sola respuesta a sus preguntas sobre esas actividades. Es más, Washington ha dado a entender que sus agentes continuarán operando en Alemania como hasta ahora, algo que se ha visto confirmado con el descubrimiento de sendos topos en el BND y el Ministerio de Defensa. Merkel y su Gobierno no entienden las razones que conducen a su principal aliado a espiar a uno de sus socios más importantes.

La propia canciller comentó que «el espionaje de socios, de aliados, supone una pérdida de energía» cuando hay «enormes problemas» por resolver juntos que afectan a EE UU y Alemania, como el terrorismo yihadista. Su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, fue más claro al comentar las dos últimas detenciones de agentes dobles y calificar de «torpe» la actuación de los servicios secretos de EE UU en Alemania: «es tan estúpido que sólo dan ganas de llorar». Steffen Seibert se había preguntado también anteriormente qué sentido tiene espiar a un amigo cuando éste está dispuesto a ofrecerte toda la información que necesites inmediatamente.

«Decepcionante»

El superespía norteamericano cuya salida de Alemania se exige es el enlace de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la Embajada de EE UU en Berlín y coordinador de los distintos servicios de espionaje norteamericanos en Alemania, el llamado 'chief of station' (COS), así como el hombre de contacto directo con sus colegas alemanes del ramo. Al parecer, fue quien reclutó personalmente a los dos agentes dobles desenmascarados en este país. Tanto el afectado como el embajador, John Emerson, fueron informados antes de que la decisión del Gobierno germano se hiciera pública. La demanda de que abandone el país inmediatamente es un terremoto diplomático que recuerda a tiempos de la Guerra Fría, cuando se expulsaba a agentes soviéticos o de otros países de la desaparecida esfera comunista. A día de hoy una exigencia así solo se podía esperar ante gobiernos parias como el de Corea del Norte.

La decisión de 'invitar' a abandonar el país al enlace estadounidense fue tomada tras consultas entre los ministros de Interior, Thomas de Maizière, y Exteriores, Frank Walter Steinmeier, así como el jefe de la Cancillería, Peter Altmeier, quienes coincidieron en valorar como «decepcionante» la reacción de Washington ante las dimensiones que el escándalo de espionaje ha adquirido ya y la necesidad de responder de una manera clara e inequívoca. La oposición verde y de La Izquierda expresó su satisfacción por el paso dado y recordó, a través de sus representantes en la Comisión de Control de los servicios secretos, que Alemania ha planteado a Estados Unidos un sinfín de preguntas sin haber recibido nunca una sola respuesta satisfactoria. Es más, desde que fueron descubiertos los dos supuestos agentes dobles, Washington no ofrece más que un absoluto mutismo.

Directamente afectada por el presunto agente doble en su oficina, la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, subrayó que Estados Unidos está obligado ahora «a desarrollar con nosotros una perspectiva común de cómo se desarrollará en el futuro nuestra colaboración».

Von der Leyen comentó que ya las revelaciones de Snowden «sacudieron la confianza» de los alemanes en sus socios estadounidenses y que si Washington está interesado «en unas relaciones de confianza a largo plazo» deberá asumir la responsabilidad de dejar claro a sus propios servicios secretos que no todo lo que es posible espiar «se puede asumir políticamente».