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Las milicias chiíes mandan en Irak
El primer ministro interino da todo el poder a grupos entrenados bajo la supervisión de Irán para frenar el empuje del Estado Islámico
BAGDAD. Actualizado: GuardarUn grupo de encapuchados llegó por la noche a Ghazaliye, el primer barrio de Bagdad en la carretera que viene de la provincia de Al-Anbar, bastión insurgente en manos del Estado Islámico (EI) desde diciembre. Portaban las banderas negras del EI y, usando megáfonos, llamaron a los hombres a tomar las armas para derrocar al «Gobierno infiel» de Nuri al-Maliki. Cinco jóvenes decidieron responder a la llamada, pero cuando se subieron en los vehículos se percataron de que era un engaño. Milicianos de Asaib Ahl al-Haq (La Liga de los Justos) disfrazados les habían tendido una trampa. Los voluntarios fueron conducidos a Ciudad Sadr, el barrio chií más importante de la capital, y no se ha sabido más de ellos, según los vecinos del barrio.
Las fotos de sus mártires caídos en Siria e Irak presiden las calles principales de Bagdad. Asaib Ahl al-Haq es la más fuerte de las milicias y aporta combatientes a la Brigada de Abu al-Fadl al-Abbas, encargada de la protección de lugares santos sirios. «No puedo hablar del frente de Siria, pero sí del iraquí, donde la resistencia islámica (manera de referirse a la milicia durante toda la entrevista) ha logrado frenar el avance del EI», afirma un dirigente del grupo que pide guardar el anonimato. El encuentro se desarrolla en la oficina central del canal Al-Ahd (la promesa), vinculado al grupo armado. El poder de las milicias chiíes traspasa el campo de batalla y disponen de partidos políticos y canales vía satélite.
La televisión del despacho ofrece imágenes exclusivas de acciones al norte de la capital. Hombres perfectamente uniformados y pertrechados participan en una «operación antiterrorista», reza el titular. A la pregunta de si se trata de Ejército o milicia, el responsable del grupo responde que «somos una misma cosa, operamos de forma conjunta y con mando único en todas las zonas calientes». En las emisiones de Al-Ahd han colocado un eslogan en la parte superior izquierda de la pantalla que reza 'A las puertas de la victoria'.
«La amenaza es muy grande»
El colapso del Ejército regular iraquí, que perdió Mosul y Tikrit en 24 horas sin ofrecer resistencia, ha devuelto a las calles a las milicias de los partidos religiosos chiíes que se enfrentan a «un enemigo formado por los baazistas, la Orden del Naqshabandi (grupo de exmilitares liderado por el vicepresidente del antiguo régimen Izat al-Duri) y el Estado Islámico (EI), que es la facción que controla de verdad la guerra», afirma el responsable de Asaib Ahl al-Haq consultado. La milicia nació en 2008 como una escisión del Ejército del Mahdi liderada por Qais al-Khazali, que se rebeló ante Muqtada al-Sadr. Tiene también una rama política que logró un diputado en el nuevo Parlamento nacido tras las elecciones del 30 de abril.
Además de Asaib Ahl al-Haq, una rama de Hezbolá también combate en suelo iraquí. Y los últimos en desplegar a sus milicianos han sido los seguidores de Muqtada al-Sadr, que de forma temporal han recuperado el Ejército del Mahdi, congelado desde 2008, para formar lo que han bautizado como Saraya al-Salam (fuerzas de paz). «Había que tomar medidas y las hemos tomado porque la amenaza es muy grande. Hay que luchar por reconquistar el territorio perdido, lo que se conquista por las armas hay que liberarlo por las armas», considera el jeque Mezaal, 'mano derecha' de Muqtada al-Sadr, que estos días se encuentra en Bagdad siguiendo de cerca la evolución de la crisis en la capital. El Ejército del Mahdi fue el grupo chií más activo en la guerra sectaria que sufrió Irak entre 2006 y 2008.
El cuartel general de Hezbolá es la mezquita Baqiet Ala de la calle Palestina, a las puertas de Ciudad Sadr. Dentro del templo las imágenes y frases de Hasán Nasralá, líder del partido milicia libanés, presiden el lugar de oración. «Somos los primeros en defender los sitios sagrados», es el eslogan más destacado del clérigo libanés al que el jeque Yasim al-Yazairi considera «un ejemplo a seguir».
Al Yazairi es el responsable de la mezquita y enmarca el papel de las milicias en «la fatua emitida por el Gran Ayatolá Sistani llamando a la yihad contra el Estado Islámico. Los grupos paramilitares son una parte más del sistema de defensa contra el terrorismo». Junto a las milicias, «millones de voluntarios», según el religioso, han respondido a la llamada de Sistani y aceleran su formación en las academias militares para ser enviados al frente. En un intento desesperado por regular su situación las autoridades han creado una Dirección de Voluntarios y se les asignan unos 400 euros mensuales. La fatua no habla de edades, sólo se refiere a «personas en edad de coger un fusil», lo que provoca que entre los voluntarios figuren menores.
Ni Al-Maliki ni Sistani
Asaib Ahl al-Haq y Hezbolá son grupos paramilitares próximos a Nuri al-Maliki. El primer ministro interino, que estos días concentra todas las críticas de las fuerzas políticas que se niegan a respaldarle para un tercer mandato, fue también ministro de Interior, Defensa y jefe de Inteligencia los últimos cuatro años. Y diferentes fuentes oficiales consultadas le señalan como el máximo valedor de estas milicias a las que ha recurrido cada vez que ha tenido problemas serios. Unos grupos irregulares «entrenados bajo la supervisión directa de Irán» -según estas mismas fuentes-, que siguen el patrón de «resistencia islámica» marcado por Hezbolá en Líbano o Hamás en Gaza.
«Ellos mandan realmente ahora en Irak, ni Gobierno, ni Sistani, las milicias son omnipresentes», denuncia Kais Aidan, periodista del diario liberal Al-Mda, para quien «es la consecuencia más peligrosa del alzamiento suní». Opinión compartida por el doctor Watheq al-Hashemi, director del Centro de Estudios Estratégicos de Irak, que piensa que «la decisión de desplegar milicias es un error estratégico que vamos a pagar mucho tiempo. Hasta ahora había cierto esfuerzo en que las armas estuvieran en manos del Ejército, pero eso ha terminado y con estos grupos vamos de nuevo directos al caos».