EL RAYO VERDE

184 DÍAS CON SUS NOCHES

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La peor época del año para que el poder intente dialogar con el ciudadano es esta en la que acabamos de pagar la declaración de la renta. Resulta que cada uno de nosotros trabaja de media 184 días de los 365 que tiene el año, más de la mitad, para Hacienda. El punto de más sensibilidad del cuerpo humano es el bolsillo, de modo que ahora que está dolorido que no nos vengan con cuentos. Los que ni siquiera tienen ese problema, ese más de un millón de andaluces o casi cuatro millones y medio de españoles en paro, aún ven menos razones para abrirle la puerta al vendedor de biblias políticas ¿Primarias? Ni los militantes de IU, que se suponen más motivados, respondieron a la llamada y hubo que ampliar el plazo para dar en un resultado previsible que arroja pequeños beneficios en el dificultoso proceso de lanzamiento de imagen de su futuro candidato. En el PSOE el proceso interno tropieza con la indiferencia de sus propias bases, cuando no reabre viejas heridas y levanta barricadas en las agrupaciones, que era lo último que necesitaba este partido en medio de la debacle general. El PP habla con la boca chica de sumarse a esta ola, pero es tan de cara a la galería que mejor lo dejen, que en un partido de mando único no caben veleidades. Todo lo más una maniobra de 'legislación creativa' para mantener las alcaldías.

Concedo que esto pasaría igual en cualquier momento del año, pero ahora que coincide con la campaña de la renta no sólo resulta más visible que nunca lo caro que nos cuesta y la mala calidad-precio del producto que pagamos, también debería ser evidente que es cosa de todos, queramos o no, y que esta cuestión de la representatividad no es sólo partidaria, por mucho que la hayan secuestrado los aparatos de los partidos, sino que forma parte esencial de la forma que nos hemos dado para gobernar el territorio en que nos ha tocado vivir.

Ahora que leo acerca de 'emociones políticas', a Martha Nussbaum, compruebo cuánto queda para que sentimientos positivos sustituyan al asco y la vergüenza.