
Lucha por el trono de Bin Laden
El teórico papel como número uno en Al-Qaida de Ayman al-Zawahiri se tambalea ante el empuje del Estado Islámico y de su líder, Al-Bagdadi
BAGDAD. Actualizado: GuardarAl-Qaida (AQ) tiene un serio competidor que se llama Estado Islámico (EI). El grupo que lideró el yihadismo internacional en las últimas dos décadas ha quedado eclipsado por la irrupción del EI, que en catorce meses ha revolucionado la guerra santa unificando los frentes de Siria e Irak y proclamando un califato en contra de las órdenes de AQ. El desencuentro entre los grupos radicales se personaliza en las figuras de sus líderes, que se disputan el trono de Osama bin Laden y representan a dos generaciones con distintas formas de entender la lucha.
Ayman al-Zawahiri se esconde en un lugar secreto a resguardo de los drones de Estados Unidos. Abu Baker al-Bagdadi, en cambio, lidera las operaciones clave de su grupo y amenaza con llevar la guerra a las calles de Damasco y Bagdad. Ambos reclaman 'baya' (fidelidad) al otro, un paso fundamental dentro de la jerarquía de una yihad con fines y medios diferentes. AQ apuesta por su lucha contra Occidente y los gobiernos árabes, el EI tiene la guerra sectaria como eje de su lucha por consolidar un califato que borra las fronteras coloniales trazadas por Gran Bretaña y Francia en 1916 con el acuerdo secreto Sykes-Picot.
Ayman al-Zawahiri nació hace 63 años en El Cairo en el seno de una familia acomodada, desde muy joven se enroló en los Hermanos Musulmanes y supo lo que era la cárcel tras ser acusado de participar en el asesinato del presidente Anwar Sadat en 1981. «Las torturas sufridas en prisión lo marcaron para siempre y su discurso se radicalizó hasta el extremo», asegura el historiador Montasser al-Zayyat en la biografía 'La historia de la mano derecha de Bin Laden'.
El médico de la yihad
Su pronta vocación política, que le llevó más adelante a dirigir el grupo Yihad Islámica, no le hizo dejar de lado sus estudios de Medicina, que concluyó en la Universidad cairota y le permitieron partir a la guerra santa contra la Unión Soviética para ayudar en hospitales de Peshawar, en el norte de Pakistán, con la Media Luna Roja. Fue allí donde mantuvo sus primeros contactos con Osama bin Laden, a quien más adelante iría a ver a Arabia Saudí para seguir sus pasos hacia Sudán. Junto a él formaría Al-Qaida para atacar lo que definió como «enemigo lejano». Esta unión extendió los ataques por todo el mundo.
Acusado de ser el auténtico «cerebro del 11-S» -el Departamento de Estado también le señala como el responsables de los atentados contra el 'USS Cole' en el puerto de Adén (Yemen) un año antes y contra las embajadas de EE UU en Tanzania y Kenia en 1998-, Al-Zawahiri pasó definitivamente a la clandestinidad en la frontera Af-Pak junto a su jefe en 2001, después de que Estados Unidos invadiera Afganistán.
Seis semanas después de la muerte de Bin Laden -el 1 de mayo de 2011 en la ciudad paquistaní de Abotabad-, AQ anunció en una web yihadista que «después de completar la consulta, el jeque doctor Ayman al-Zawahiri, que Dios le dé éxito, ha asumido la responsabilidad para dirigir al grupo». Desde entonces es el hombre más buscado por Washington, que ha puesto un precio de 25 millones de dólares (18,3 millones de euros) por su cabeza.
Abu Baker al-Bagdadi (Samarra, 1971) es el recién proclamado califa de los territorios que controla el Estado Islámico entre Siria e Irak al que «todos los musulmanes del mundo deben jurar fidelidad», según el comunicado hecho público por el grupo. Nunca fue la 'mano derecha' de Osama bin Laden porque no llegó a conocer en persona al saudí, pero el grupo lo considera su «heredero en el campo de batalla» y la persona que ha logrado establecer su sueño del califato.
Bagdadi es un yihadista formado en Irak, no participó en la guerra afgana ni tuvo contacto directo con el millonario saudí, pero Abu Musab al-Zarkaui, su ejemplo y creador del EI, sí lo tuvo. En el frente de Afganistán, Osama le ayudó económicamente a establecer un campo de entrenamiento en el oeste, pero nunca se sometió al aparato de la organización, según los expertos. Una divergencia que no ha hecho más que consolidarse.
El ahora llamado Estado Islámico nació a finales de los 90 como Jamaat Al Tawhid wa-l Jihad (Grupo de la Unidad y la Yihad), nombre que cambió por el de Al-Qaida en Irak tras la invasión de EE UU. Hasta 2006 no adoptó por primera vez la fórmula de Estado Islámico de Irak con la que se convirtió en el estandarte radical suní durante la guerra sectaria y no lo cambió hasta abril de 2013, para incorporar 'Levante' y pelear en Siria. La evolución en la terminología marca la progresiva desviación de AQ, que durante estos años le dio acceso a donantes y a su red mundial de captación de combatientes, dos actividades en las que el grupo se volcó para no depender de AQ, según expertos como Aaron Zelin, del Instituto Washington para la Política de Oriente Próximo.
De la ocupación al califato
El jeque Bagdadi culmina la lucha de un grupo que nació para combatir la ocupación estadounidense, pero pronto se convirtió en el estandarte suní en la guerra sectaria que asoló Irak entre 2006 y 2008. Este fue el escenario en el que entró en escena Bagdadi -que al comienzo de la invasión pasó cuatro años preso en la cárcel de Bucca, en el sur de Irak-, siguiendo el ejemplo de Al-Zarkaui, una de las bestias negras de los norteamericanos que murió en un bombardeo en 2006.
Más allá de los planteamientos teóricos de Al-Zawahiri, Al-Bagdadi persigue un fin tangible, un Estado en el que imponer la sharía (ley islámica). Esto le ha hecho ganar muchos adeptos entre los seguidores de la yihad y sus financiadores. Para lograr su objetivo no le importó desafiar la autoridad del líder de AQ. En 2013, el médico egipcio le pidió que saliera de Siria y dejara combatir allí al Frente al-Nusra, el brazo armado reconocido de la organización, pero Al-Bagdadi no sólo no le hizo casi sino que además de pelear con El-Asad afrontó al resto de grupos rebeldes para consolidar su hegemonía en las zonas liberadas, donde impone el islam con mano de hierro recordando al emirato establecido por los talibanes en Afganistán antes de la invasión de EE UU en 2001. Washington ofrece por su cabeza 10 millones de dólares (7,30 millones de euros).