Rosa Ribas. :: R. C.
Sociedad

Crimen y fe en la España rural

La segunda entrega de la serie protagonizada por la periodista Ana Martí cuenta un caso de superchería y devoción en clave de novela negra Rosa Ribas y Sabine Hofmann cargan contra el fanatismo religioso en 'El gran frío'

MADRID. Actualizado: Guardar
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Las escritoras Rosa Ribas y Sabine Hofmann han escrito una novela doblemente negra, por criminal y por desarrollarse en la España rural, atrasada y asfixiante de los años cincuenta. En 'El gran frío' (Siruela) las dos narradoras, afincadas en Alemania, se sumergen en lo más profundo de un país ensimismado en la superstición y la incultura. Ribas y Hofmann recuperan el personaje de la periodista Ana Martí, ahora en nómina del periódico de sucesos 'El Caso'. La reportera viaja a un pueblo remoto del Maestrazgo aragonés para esclarecer la verdad de una niña a la que le han brotado los estigmas de la Pasión. «La vida en las ciudades en los años cincuenta ya nos parecía durísima por las carencias, la represión y el miedo. Pero en el ámbito rural era aún peor. Llevar la acción a un pueblo perdido nos permitía reflejar los estragos de la ignorancia y del fanatismo religioso en un escenario claustrofóbico, hostil y goyesco», argumenta Rosa Ribas. Ese escenario de ciudad sitiada por un clima de agobiante beatería es el mismo que se respira en una de sus novelas preferidas, 'La Regenta', de Clarín.

Ana Martí ya aparecía en la anterior novela del tándem, 'Don de lenguas', cuya acción transcurría en la Barcelona de 1952, cuando la ciudad vivía inmersa en los preparativos del Congreso Eucarístico y de repente experimenta la conmoción del asesinato de una conocida viuda de la burguesía catalana. Ahora, cuatro años después, la incredulidad de la informadora se enfrenta al poder de los que quieren presentar el extraño caso de Isabelita como un milagro. Pero van emergiendo contradicciones y Martí conoce el caso de una niña muerta años atrás en misteriosas circunstancias. Todo ello se entrevera con un frío siberiano, la nieve omnipresente y la amenaza de que el pueblo quede aislado a causa de las bajas temperaturas. «En un lugar en el que tantas personas están imbuidas de fe puede resultar muy peligroso ese escepticismo de la investigadora, que es vista siempre como una forastera».

La nieve y el silencio que comporta se erigen en una poderosa metáfora de la soledad y la cerrazón de una población que calla y dobla la cerviz por el miedo. «El fanatismo y la superstición son el verdadero tema del libro. Me documenté viendo los noticiarios de la época y el NO-DO, en el que aparecían imágenes espeluznantes de miseria y mujeres consumidas por el hambre».

Alicante bajo, cero

La novela está ambientada en 1956, un año en el que el frío siberiano hizo que los ríos se helaran. En Alicante el termómetro bajó hasta casi los cinco grados bajo cero. «No se había vivido nunca nada así. Toda Europa quedó pasmada por un frío glacial».

La escritora aduce que los reporteros que trabajaban para 'El Caso', bajo la férrea censura del franquismo, fueron los pioneros del «periodismo presencial». En una España en la que las mujeres eran ciudadanas de segunda, relegadas al papel de madres y esposas, el caso de Ana Martí es relevante por su reciedumbre. «La situación era tremenda, las mujeres no podían firmar papeles o trabajar. Su única función era tener hijos y ocuparse de la casa y el marido».

Rosa Ribas es una escritora de amplios recursos. Ha hecho alguna incursión en la novela histórica y hasta ha tocado el palo del relato de superhéroes. A su entender, el alud editorial de la novela negra acabará como todas las modas y se producirá una «decantación» natural. «Hoy en día el exceso de publicaciones termina ahogando la calidad». Para la autora los tiempos de crisis alientan el desarrollo de la novela negra, que no explica pero sí al menos muestra la realidad. «Luego, claro está, el relato criminal tiene éxito por el entretenimiento que lleva aparejado, el misterio que acaba siendo resuelto, lo que siempre gusta al lector».

El de Sabine Hofmann y Rosa Ribas es un caso singular de compenetración y trabajo en equipo. Mientras Hofmann tiene un don para la planificación y la síntesis, Ribas se encarga de la redacción final y de infundir un aliento dramático a las historias. «Una vez que está todo terminado, realizamos una labor de edición, de discusión, volvemos a revisarlo todo y acordamos la versión final».

Rosa Ribas adora a Raymond Chandler y siente admiración por Fred Vargas. Frecuenta la lectura de Wolf Haas porque le hace reír, mientras que Patricia Highsmith le transmite desazón y angustia. Al margen de la literatura criminal y de detectives, la escritora, que trabaja en la cuarta novela de la serie de la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, experimenta devoción por las novelas de Juan Marsé y Thomas Bernhard.

Tanto Ribas, que reside en Alemania desde 1991 y tiene fijada su residencia en Fráncfort, como Hoffman son filólogas. Atraída por la literatura y música germanas, Ribas viajó a Berlín a aprender el idioma y allí conoció a su marido. «Los alemanes poco informados se dejan llevar por los estereotipos y siguen viendo a los españoles como holgazanes que se echan la siesta todos los días. Los intentos de manipulación a veces son muy fuertes».