Milan Kundera, en una imagen de 2009. :: AFP
Sociedad

Milan Kundera vuelve a su ser

El autor aborda con humor sus obsesiones: la crítica al poder, la maternidad, el erotismo y el absurdo de la vida El escritor checo publicará en septiembre en España su nueva novela, 'La fiesta de la insignificancia'

MADRID. Actualizado: Guardar
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Vuelve Milan Kundera. El escritor checo (1929) rompe con 14 años de silencio literario y regresa a la arena editorial con 'La fiesta de la insignificancia', una novela que publicará Tusquets en España el 2 de septiembre y en la que el autor reincide en sus obsesiones de siempre. Con un toque de humor, el autor aborda de nuevo lo que son sus temas recurrentes: la crítica al poder, la maternidad, el erotismo y el absurdo de la vida. Tan inteligente como tímido y taciturno, Kundera ha estado apartado todo este tiempo de los focos y los cenáculos literarios. La novela, que ya ha aparecido en Francia e Italia, ha sido traducida en España por la editora de Tusquets, Beatriz de Moura.

En esta ocasión el novelista prescinde de cualquier pretexto filosófico y urde una trama en que, como en una pieza de guiñol, asoman Stalin y la URSS, un hombre apasionado por los ombligos femeninos, una viuda muy alegre y un actor en paro que se hace pasar por camarero paquistaní. Todo un festejo burlesco que, según el 'Corriere della Sera', tiene aires de parábola felliniana.

Para Tusquets, 'La fiesta de la insignificancia' es una nueva oportunidad para que los lectores más jóvenes o quienes desconocen el conjunto de la obra de Kundera se acerquen a este escritor, todo un clásico desde que publicó 'La insoportable levedad del ser'. No obstante, sobre él pesa el lastre de ser un escritor sesudo, a pesar de que sus relatos están preñados de una prosa bienhumorada, lo que no equivale a complaciente. «Aprendí a valorar el humor durante la época del terror estalinista», ha dicho el escritor.

'La fiesta de la insignificancia está entreverada de los dobles sentidos y una ironía que busca la seriedad sin rehuir lo cómico. Con todo, como dice De Moura, es fácil leer a Kundera, aunque no tanto comprenderle. Aparte de sus textos polisémicos, ricos en interpretaciones, Kundera es un escritor de la segunda mitad del siglo XX, cuya literatura es indisociable de la tiranía soviética, algo que hoy resulta muy lejano para los más jóvenes. Casi cincuenta años después, la primavera de Praga ha caído en el olvido. La nueva novela del checo trasterrado vuelve otra vez a una de las preocupaciones repetidas en el autor de 'La inmortalidad': el erotismo. Ahora que la sexualidad ha dejado de ser un tabú, muchos de los que se tenían por escritores transgresores se han quedado anticuados. Así lo piensa Kundera, para quien Lawrence y Henry Miller han perdido su poder iconoclasta. En cambio, le sigue turbando Georges Bataille. Y es que el amor físico genera, a su juicio, una «luz extremadamente fuerte».

Sus libros, prohibidos

Con una acreditada fama de escritor esquivo, Kundera sigue afincado en Francia, escribe en francés y ama la cultura francesa, así como los libros de Rabelais y Diderot. Los agravios procedentes de su patria se remontan a 1968, cuando la invasión rusa de Checoslovaquia consumó su ruptura con el comunismo. Se le expulsó de la cátedra de la academia cinematográfica y sus libros fueron expurgados de las bibliotecas públicas. Hace ocho años se sintió de nuevo víctima de una operación difamatoria. Se le acusó de haber delatado a un joven agente checo que trabajaba para los servicios secretos de Estados Unidos.

Milan Kundera está enemistado con el país que le vio nacer. Se ha desentendido de las traducciones de sus obras de francés al checo. Pese a militar en su juventud en el comunismo, el divorcio con el partido llegó pronto, en la década de los 50. Nada extraño en un escritor cuya primera novela, 'La broma', publicada a los 34 años, fue vetada y perseguida por atacar a la URSS. Pese a las adversidades, Kundera siempre ha salido a flote. Se tuvo que ganar la vida como pianista de jazz, un instrumento que le enseñó a tocar su padre. Y cuando vinieron mal dadas y su nombre ni siquiera aparecía en la guía de teléfonos, el escritor se arremangó para limpiar escaparates.