Mai Jia, el espía de la casa del trigo
El escritor chino publica en español 'El don', un raro y apasionante thriller del que ha despachado quince millones de copias
Actualizado: GuardarMai Jia quiere decir 'la casa el trigo'. Es el seudónimo que le recuerda a Jian Benhu (Fuyang, 1964) quién es. Se ha convertido en uno de los escritores más leídos del mundo. Solo en China despachó más de 15 millones de copias -cinco en papel y diez en descargas digitales- de 'El don' (Destino), su primera novela que ahora llega España. Elogiada en todo el mundo, es un raro, potente y apasionante thriller protagonizado por un genio de las matemáticas, los códigos y la criptología capaz de desentrañar los sueños y el destino. Un joven solitario que, como Jia, se formó en el espionaje militar del Ejército rojo.
«No soy yo, aunque el protagonista tenga algo de mí», explica Mia Jia, que tras un infancia miserable y nómada trabajó en radiocomunicación y criptología militar «aunque solo disparé seis balas en 17 años». «No descifraba mensajes, creaba herramientas al servicio de los criptógrafos», precisa Jia, que sabe mucho de espionaje pero no se tiene por espía. «Fui su vecino y les conozco bien. Vivían en mi imaginación y era lógico que fueran mis personajes. Pude contar su historia, algo vedado a los verdaderos espías», ironiza el creador de Rong Jinzehn, un raro superdotado, educado en el extranjero, genio de las matemáticas, capaz de ver lo que los demás no ven. Captado para el departamento de criptografía del servicio secreto chino, es el mejor descifrador de mensajes del mundo atrapado por las grietas de «un sistema terrorífico».
«Las matemáticas y la criptología me interesan mucho. Es una ciencia abierta sobre la que he profundizado, pero es pura técnica y lo más importante de mis personajes no es esa técnica, sino la criptología de la vida y del destino», aclara. Estuvo pegado a los espías hasta que publicó un cuento y las autoridades creyeron que tenía un don. «Me llevaron a un escuela de creación también estatal, rememora.
Ser uno de los uno de los escritores más leídos del mundo no es reconfortante para él, a pesar de haber ganado once premios literarios y ver su obras en cine y televisión. «Soñé con el éxito, pero ahora soy en cierta manera su esclavo. La fama te roba tiempo», lamenta. Las multimillonarias ventas de las más de cien ediciones de sus 50 libros y sus 16 millones de seguidores en Facebook y 20 en Weibo no han vencido su aparente timidez. Ahora viaja por el mundo con una aparatosa comitiva, incluida una sonriente e implacable funcionaria china que graba y transcribe al instante sus entrevistas y un periodista que las graba en vídeo.
Dice Jia que en China hay «más libertad de lo que se piensa», pero admite que se autocensura. «En China hay cosas que nadie se atreve a decir y yo tampoco», señala. «La censura existe en muchos de los países del mundo», dice recordando cómo Nabokov fue acusado de escándalo con 'Lolita'. «Mi mundo de secretos y mensajes llama más la atención que la censura en China, pero me encanta el desafío. Un auténtico escritor, un literato, sabe cómo afrontarlo. Al escritor verdadero es imposible censurarlo. Sabe donde está la línea para evitarlo. Como escritor no puedo aspirar a la libertad total, pero me quedo con lo positivo; mi novela se ha publicado, algo impensable en la China de hace 30 años», explica Jia convencido de que «la literatura supera a la política».
Infierno
Dedicó más de once años a la novela que le catapultó al éxito. «Es como un planta que surge de un fisura en la roca. En cualquier momento podría haber sido aniquilada, pero como ha tenido tanta fuerza vital ha sobrevivido y ha llegado a ser exuberante», se felicita. Cree que En China «la literatura pura ha sido demasiado profunda y elitista; literatura de escritores para escritores que aburre al lector medio. «No niego su calidad, pero busco otros caminos para llegar al lector de forma más eficaz», aclara.
Con 'El don' inauguró esa nueva senda. «No sé si he creado un nuevo género. Tomé los elementos del best-seller, códigos y espías, que apenas existen en la literatura china», dice un rendido admirador de Borges, García Márquez y Roberto Bolaño, y que ha leído con interés a Carlos Ruiz Zafón y todo el 'boom' latinoamericano. «Bolaño es grandioso, leí fascinado '2666' y voy a leerlo de nuevo para aprender de él. García Márquez es mi héroe pero es inimitable y es imposible llegar a su altura. De Borges aprendí muchísimo, me parece más accesible en los cuentos».
Y no olvida nunca quién es: «Procedo de un familia de cultivadores del trigo en un pueblo muy pobre. Mai Jia es 'la casa o la familia del trigo', un recuero de mi raíz. Ahora que China es un mundo frívolo, caótico y con dinero fácil. Recordar mi infancia y a saber quién soy es un advertencia. Puedo triunfar pero no olvidaré mi procedencia».
Hijo de padre antirrevolucionario y un abuelo terrateniente y cristiano, su infancia fue «infernal». «Sin esa terrible infancia no habría escrito nada. Es una autoterapia. Mi infancia quedó como una herida que tengo que lamer de vez en cuando como un animal. Fue dolorosa y aterradora; aún me estremece, pero me hizo más fuerte y ahora tengo resistencia y voluntad firme de no rendirme. Es la fuerza motriz de mi vida, Me ha dado más voluntad y firmeza. No me rendiré. No tengo miedo a volver a esa época», asegura.