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El ejemplo de la mujer k
«La sociedad sigue siendo machista, pero se están dando pasos», aseguraba la escritora catalana Matute fue la tercera fémina que ingresó en la Real Academia Española
BARCELONA. Actualizado: GuardarElegida el 27 de junio de 1996. Tomó posesión el 18 de enero de 1998 como única mujer en la RAE, dejando las cosas bien claras: «No hay diferencia entre la escritura de un hombre y una mujer». Ana María Matute dedicó su discurso a Carmen Conde, la primera mujer que se sentó como académica de la lengua en tres siglos de existencia de la institución, en 1979, y a quien sustituyó Matute en el sillón k. «Evoco las ilustres personalidades que me han precedido y me embarga el temor de no ser capaz de emularlas. Pienso, en concreto, en Carmen Conde, mi antecesora», afirmó ese día.
A la poetisa nacida en Cartagena siguieron Elena Quiroga (1983) y más tarde, la tercera de la historia, Ana María Matute. «Menos que antes, pero la sociedad sigue siendo machista, aunque se están dando pasos, como en la Academia o en el Cervantes», afirmó hace un par de años.
Matute logró el ingreso muy tarde, pues no en vano, la Real Academia siempre ha sido cosas de hombres. De hecho, tras la escritora barcelonesa, que estuvo cuatro años como única académica y rodeada de hombres («Las mujeres tienen mucho que hacer todavía aquí. Incluso tendría que haber más», dijo) solo se han incorporado Carmen Iglesias (2002), Margarita Salas (2002), Inés Fernández Ordóñez (2008), Soledad Puértolas (2010), Carme Riera (2013) y Aurora Egido (2014). Aun así, Matute rechazó en todo momento las leyes de cuotas, para equiparar el número de hombres y mujeres, como en su día adoptó el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. «Me parecen una tontería. Yo soy partidaria de que el que valga que salga», afirmó.
Siempre declaraba que le parecía una gran injusticia que hubiera tan pocas mujeres en la RAE y que sólo dos escritoras hubieran ganado antes que ella el Premio Cervantes. «Ni en mis más locos sueños juveniles pude imaginar que un día me hallaría aquí, ante ustedes y en ocasión tan solemne. De hecho, de haber sabido que un día mis cuentos y mis novelas me llevarían a pronunciar un discurso tan difícil, tan comprometido y tan arriesgado como el presente, acaso jamás me habría atrevido a escribir una sola línea», dijo cuando ocupó su sillón como académica.
«Pasarlo mal enseña mucho»
Rodeada de hombres, en un entorno poco dado a las aperturas y muy ensimismado, como si fuera un coto cerrado a lo que pasa en la sociedad, Matute estaba acostumbrada a remar a contracorriente en un mundo que le fue hostil. «Con mi primer marido sufrí muchas cosas y me apartó de la familia. Pero no escribía para subsistir. Subsistía gracias a que escribía. Hay que decirlo: pasarlo mal en la vida te enseña mucho. Escribes mejor. No todo en la vida son pétalos de rosa», dijo. Y así, la literatura fue el faro salvador de muchas de sus tormentas y su ejemplo vital sirvió para abrir el paso a las siguientes generaciones de escritoras.
Hoy hay seis mujeres en la institución de la calle Felipe IV y atrás quedan los tiempos en los que a las mujeres que aspiraban a sentarse en la RAE se las despachaba con un no hay plazas para señoras, como le sucedió a Emilia Pardo Bazán. El exdirector de la RAE, Víctor García de la Concha, desvela en un libro que Pardo Bazán, a pesar de contar con todos los avales, tuvo que escuchar que «las señoras no pueden formar parte de este instituto», tal como le dijeron en 1889, 1892 y 1912, igual que a Gertrudis Gómez de Avellaneda. Con María Moliner no fueron tan sinceros en 1972, aunque los académicos vetaron su entrada entre el rubor general de una España aún negra que se preparaba para un cambio de régimen.