
La parricida de Charches dice que cuando mató a su marido «estaba enferma»
Sus hijas le muestran «apoyo absoluto» y denuncian que el padre las maltrataba
GRANADA. Actualizado: Guardar«No era yo, estaba enferma». María Dolores R. L. repitió ayer estas cinco palabras cada vez que la fiscal o su abogado le preguntaron por las razones que le llevaron a matar a su marido de dos disparos en Charches, en mayo del año pasado.
María Dolores R. L. se enfrenta a una petición de la fiscalía de 18 años de prisión por estos hechos. La acusación particular, ejercida por su suegra, solicita 20 años mientras que la defensa rebaja su propuesta de pena hasta los cuatro años de cárcel porque, aunque coincide en calificar lo sucedido como un asesinato, entiende que concurren varias circunstancias que deben atenuar la pena. Un jurado popular enjuicia estos hechos desde ayer y hasta el próximo viernes en la sección primera de la Audiencia Provincial.
El jurado, compuesto por seis mujeres y tres hombres, escuchó ayer a la acusada negar que actuara con un plan preconcebido o impulsada por los celos, aunque admitió saber que su marido iba con otras mujeres y que incluso quiso presentarle una de sus «amigas», al parecer una prostituta.
María Dolores R. L. aseguró que su marido era «muy agresivo» y le atribuyó malos tratos como «puñetazos, patadas e insultos» que profería también a sus dos hijas, hechos que nunca fueron denunciados
El abrupto final de esta relación ocurrió la noche del 12 de mayo de 2013 en el domicilio que compartían el matrimonio, sus hijas, el marido de una de ellas y una nieta en Charches, un núcleo del Valle del Zalabí con 500 vecinos.
La acusada explicó al tribunal que en agosto del 2011 supo que su marido le era infiel con una prostituta, tras lo que dejó su trabajo en el campo obsesionada con su víctima por unos celos enfermizos que su defensa considera una atenuante pero que ella negó argumentando que «no lo maté por celos, yo eso lo perdonaba aunque no me gustara, pero lo quería, era mi marido». Insistió en que «estaba enferma, no era yo» para responder a los motivos y detalles del asesinato y negó que preparara la escopeta, que se encontraba tras la cortina del dormitorio porque él la utilizaba con asiduidad.
Recordó que disparó dos veces tras una discusión previa y que pensó avisar a su suegra, algo que finalmente no hizo porque se quedó «paralizada» sentada en un sofá hasta que sus hijas se fueron de la casa a la mañana siguiente.
Tras insistir en que actuó sola, relató que llevó el cuerpo a la Rambla del Agua para quitarlo de la habitación por el «olor» y que trasladar el cadáver fue como «arrastrar a un venado», labor a la que estaba acostumbrada.
Tras deshacerse del cuerpo, limpió la sangre del coche y la casa, quemó restos como las sábanas donde falleció su marido, cambió muebles de sitio, pintó la pared del dormitorio y le dijo a sus hijas que su padre no había vuelto todavía del trabajo.
La acusada colaboró en las labores de búsqueda y dijo que confesó lo ocurrido cuando un guardia civil la insultó durante el interrogatorio. «Me dijo hija de puta y yo le contesté que mi marido me llamaba así, y entonces me derrumbé», desveló.
«No pensé en ningún momento matarlo, mi vida era mi marido» reiteró, antes de asegurar que se arrepiente «todos los días».
La acusada decidió no contestar a ninguna de las más de 200 preguntas formuladas por el abogado de la acusación particular, Pablo Luna.
Apoyo «absoluto»
Las hijas de la acusada mostraron ayer su apoyo «absoluto» a su madre al relatar que tanto la acusada como ellas fueron víctimas de malos tratos físicos y psicológicos por parte del fallecido.
La mayor de las hermanas, María Dolores Medina, recalcó que defendió a la imputada «por la vida que ha llevado, porque no es justo dejarla en estos momentos». «Mi madre sufrió un cambio radical, ya no era ella, dejó el trabajo, no hacía las tareas de la casa, se obsesionó con mi padre», subrayó a las puertas de la Audiencia de Granada la hija, que cenó con el matrimonio y con la madre de la víctima la noche de los hechos y estaba en la vivienda familiar en la que su madre disparó dos veces a su padre. Las hijas recalcaron que su madre no les comentó en ningún momento lo que había ocurrido y que no pensaron jamás un final así.