LA EMPRESA DEL REY
Actualizado: GuardarEl Rey ha colocado ante la opinión pública en el día de su proclamación ante las Cortes Generales un mensaje convincente y eficaz que muestra la contribución que la Monarquía está dispuesta a hacer a la renovación de la vida política española. «Una Monarquía renovada para un tiempo nuevo». Don Felipe se presenta como un Rey perfectamente consciente de su referencia constitucional: a la Ley Suprema debe su legitimación y de ella recibe sus atribuciones o poderes. Estos son pocos, pero significativos: representar la unidad y permanencia del Estado, así como arbitrar y moderar el funcionamiento de sus instituciones. En el fondo del discurso ha latido la idea del Rey que se tiene en las Monarquías constitucionales europeas de nuestros días y que le confiere la misión de advertir, animar y ser consultado.
Pero don Felipe ha asumido también, ahora mirando más a la sociedad que al Estado, la idea de la Monarquía como magistratura moral, esto es, como espejo en el que la comunidad pueda mirarse. De este modo, ha prometido simpatía con las causas en las que la sociedad está empeñada, así la lucha contra el paro, que margina y hace sufrir en su dignidad a tantas personas; y el Monarca ha anticipado honestidad, integridad y transparencia en su propia conducta. El Rey ha presentado un pensamiento que pueda servir para asegurar una España, que no prescinde de la unidad pero que es constitutivamente plural. La unidad no es uniformidad, ha afirmado. Y ha elegido la pluralidad lingüística, esto es, el concierto de las lenguas, según su bella expresión, como exponente de su idea territorial de España. Las lenguas de España deben ser respetadas, esto es, entendidas como formas espirituales que merecen reconocimiento y afecto. Y han de ser protegidas, lo que justifica su conservación y fomento. Nadie como algunos grandes escritores representan la plural riqueza espiritual española: Antonio Machado, Salvador Espriu, Gabriel Aresti y Alfonso Castelao. Es estupendo que tengamos un Rey culto, que en ocasión tan solemne, fuera del reconocimiento a los miembros mayores de la dinastía, sobre todo a su padre el Rey Juan Carlos y a su madre la reina Sofía, no haya tenido sitio en su discurso sino para la gente de la cultura y el pensamiento, resumidos en Cervantes, de quien se ha recordado su convicción de que los hombres solo se justifican por sus obras: «No es un hombre más que otro si no hace más que otro».
He sacado la conclusión de que el Rey no ha pronunciado estas palabras en vano; y pondrá su empeño en llevarlas a efecto. Sin reparar en las dificultades y riesgos del camino, pues se trata, como lo ha mostrado su decisión de pasear por Madrid a la intemperie, en coche descubierto, de un Rey valiente.