Doña Sofía recibió la ovación de los invitados ante la mirada de una emocionada Elena. :: EFE
CÁDIZ

Doña Sofía, protagonista de excepción en la tribuna de invitados

La madre del Rey brilla con luz propia en el acto de proclamación de su hijo y recibe el afecto y cariño de todos los asistentes a la ceremonia

MADRID. Actualizado: Guardar
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El acto de proclamación de Felipe VI tuvo sin duda una gran protagonista en la tribuna de invitados del Congreso: su madre, la Reina doña Sofía. De entre todos los presentes, brilló con luz propia. Los diputados y senadores aplaudieron su aparición en la balconada del hemiciclo acompañada por su hija Elena. Ovación que se reprodujo cuando su hijo, Felipe VI, la homenajeó. Una muestra de afecto que secundaron todos los invitados.

Doña Sofía mantuvo su gesto, mezcla de madre orgullosa y de Reina que sabe estar en su lugar. A la infanta Elena le pudo la emoción y lloró al ver a su madre lanzarle un beso a su hijo con la mano desde la distancia. Un gesto que minutos antes había protagonizado Paloma Rocasolano, madre de Doña Letizia. Lo hizo justo después de que Felipe VI jurara su cargo ante las Cortes Generales.

Paloma Rocasolano se sentó en medio de los dos abuelos de Doña Letizia, Francisco Rocasolano, que no quiso perderse el gran día de su nieta pese a sus 96 años, y Menchu Álvarez del Valle. Separados por una columna, y por media docena de asientos, se encontraba Jesús Ortiz, padre de la Reina, con su actual esposa, Ana Togores. Quien no estuvo en la tribuna fue Telma Ortiz, única hermana de la Reina, aunque sí acudió a la recepción que tuvo lugar en el Palacio Real.

El Rey, además de contar con su madre y su hermana Elena, estuvo acompañado por cinco de sus tíos, las infantas Pilar y Margarita -hermanas de don Juan Carlos- y Constantino de Grecia y su esposa, Ana María, e Irene de Grecia, hermanos y cuñada de Doña Sofía.

Las coincidencias

Felipe Froilán de Todos los Santos, hijo de la infanta Elena, cumplió con el papel de representar a todos los sobrinos del Rey. No le tocó un mal sitio. Estuvo sentado junto al jugador de Los Angeles Lakers de la NBA, Pau Gasol, único deportista profesional en el acto. Ambos estaban en una fila de asientos de lo más variopinta, en la que también estaba Félix Sanz Roldán, director del Centro Nacional de Inteligencia.

Los 17 presidentes autonómicos compartieron cuitas con cordialidad y sin distinción de camisetas políticas. Alguno, incluso, cayó en la tentación de hacerse un 'selfie', una de esas autofotografías tan de moda. El madrileño Ignacio González convenció a la andaluza Susana Díaz y al asturiano Javier Fernández, ambos socialistas, para inmortalizarse haciendo un trío con el móvil del gobernante popular. El presidente de la Comunidad de Madrid subió la instantánea a una red social.

Menos conversadores se mostraron Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. A los expresidentes del Gobierno los sentaron juntos, en la frontera entre los dirigentes autonómicos y los portavoces parlamentarios, pero no hablaron mucho entre sí. Sería porque Aznar estaba en medio de los dos socialistas. En los plenos del Congreso, está superprohibido hacer fotografías desde la zona de invitados y prensa, salvo los espacios asignados a los fotógrafos. Tampoco se pueden tomar imágenes desde las bancadas de los distintos grupos parlamentarios, pero este jueves hubo barra libre y fue imposible mantener esa norma. Muchas de sus señorías quisieron inmortalizar el momento. Bien en grupos o de uno en uno, se arremolinaron junto a la tarima donde se encontraba la corona y el cetro, símbolos de la proclamación. «Parecen fans persiguiendo a Justin Bieber», comentó un diputado de los serios.

Por lo extraordinario de la sesión, el protocolo se cumplió a rajatabla. Sólo el diputado del PP Juan Manuel Albendea, uno de los más veteranos a sus 77 años, se lo saltó a la torera y, mientras Felipe VI se disponía a abandonar el hemiciclo, lanzó un sonoro «¡Viva el Rey!». Ya en el patio, y una vez finalizada la Parada Militar, se vivieron algunos momentos de esperpento con diputados que iban y venían de una puerta a otra en busca de los autobuses que les iban a trasladar hasta el Palacio Real.