CÁDIZ

Doña Letizia corona una década de aprendizaje

Pendiente en todo momento de sus hijas, tuvo continuos gestos de complicidad hacia el ya Rey, a quien cedió todo el protagonismo de la jornada La Reina toma el testigo de doña Sofía, que ha sido su ejemplo en este tiempo

MADRID. Actualizado: Guardar
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Doña Letizia se mostró jovial y espontánea el día de su pedida de mano; meses después, en La Almudena, al convertirse en Princesa de Asturias, la imagen que ofreció al mundo era la de una mujer frágil y cohibida, nada que ver con aquella otra joven que, una semana antes en Dinamarca, paseó de rojo, con un impresionante diseño de Lorenzo Caprile más propio de una estrella de cine, del brazo de su prometido. En estos diez años no han sido pocas las veces que se le ha tildado de fría y calculadora. Pero doña Letizia parece haber hecho oídos sordos a las críticas y se mantuvo fiel a sus principios, también a una línea que ella misma se marcó desde que se convirtió en miembro de la Familia Real. Y ayer puso en escena todo lo aprendido esta década.

Impecable. En su forma de vestir y sobre todo en la de actuar. Pendiente de sus hijas en cada momento. Son niñas. A la princesa Leonor y a la infanta Sofía, por muy heredera y segunda en la línea de sucesión al trono de España que sean, esto les viene muy grande. Y doña Letizia, madre antes que Reina, hizo de nexo de unión entre el férreo protocolo de un acto de estas características y el mundo a los ojos de un niño.

Confió doña Letizia para su estreno como Reina en su modisto de cabecera, Felipe Varela. Vistió de blanco, como en todas las grandes páginas de su historia. Como el día de la pedida, como aquel lluvioso 22 de mayo de 2004. Abrigo y vestido en crepe de verano, de líneas casi idénticas al conjunto que lució en su primera ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias, con bordado en el cuello degradé en cristales rubí, amatista, ámbar y rosa talco, con microperlas crema. De color arena era la cartera, también con la firma de Felipe Varela, y los zapatos, de Magrit. Y vistió de corto. Nada que ver con la pomposidad de doña Sofía, en idéntico escenario en el Congreso hace 39 años. Sobriedad absoluta para este 19 de junio de 2014. Intentó evitar restar protagonismo a lo importante, al juramento y discurso de Felipe VI.

Quizás por eso, como únicas joyas, los pendientes en forma de estrella de los que apenas se desprende desde que nació su primogénita, Leonor. Y en la solapa, la Gran Cruz de Carlos III, la más alta condecoración nacional española, que durante siglos fue distinción exclusiva para varones y que doña Letizia recibió de manos de don Juan Carlos la víspera de su enlace matrimonial con el entonces príncipe Felipe.

Su primera agenda exterior

Ella, la Reina consorte, con papel protagonista en la proclamación, hizo todo y más para que el nuevo Rey se sintiera y fuera el centro de las miradas. Tuvo hacia él gestos de gran complicidad, como esa caricia en la cara que las cámaras mostraron cuando salían en coche desde la Zarzuela en dirección al Congreso. También hacia la princesa Leonor, bastante más tímida que la infanta Sofía, cuando su padre la nombró durante el discurso, y hacia la Reina Sofía. El aplauso que le dedicó, alzando los brazos al tiempo que la Cámara baja reconocía la labor callada de su suegra daba muestras de que sí, de que «el ejemplo impagable de la Reina», como dijo aquel 6 de noviembre de 2003, había calado en ella.

A partir de ahora asumirá su lugar y lo primero es contar con su propia agenda exterior. En sus diez años como Princesa de Asturias la Reina ha realizado cerca de medio centenar de desplazamientos internacionales en compañía de don Felipe pero sólo en tres ocasiones ha viajado de forma oficial sin la compañía de su marido. La primera de ellas fue en 2010 para presidir en Berlín una entrega de premios a la investigación de enfermedades raras. En 2013, realizó una visita a la sede de la Organización Mundial de la Salud, y su última salida al exterior fue el pasado mayo, también a Suiza, para acudir a una reunión preparatoria de una conferencia de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. A lo largo de los 39 años que ha ejercido como Reina, doña Sofía realizó decenas de viajes al exterior en solitario en los que se centró en apoyar la cooperación al desarrollo. Con ese propósito recorrió buena parte de África y América Latina para favorecer los derechos de la infancia, la nutrición o el acceso universal a la Sanidad.

Aunque se da por seguro que doña Sofía no se desvinculará totalmente de la acción humanitaria parte de la tarea que ha venido desarrollando recaerá ahora sobre la nueva Reina quien como Princesa de Asturias mostró una especial sensibilidad hacia los colectivos más desfavorecidos.