Un asesino en un laberinto de ADN
Arrestan en Italia al homicida de una niña tras una búsqueda de tres años a partir de una gota de sangre y 18.000 pruebas genéticas
Actualizado: GuardarEl asesino era un vecino de la comarca, tenían su ADN, pero no sabían quién era. La única manera de atraparlo era ir mirando uno por uno. En una operación sin precedentes la Policía italiana ha pasado más de tres años haciendo pruebas de ADN a 18.000 personas, siguiendo una pista llena de sorpresas, incluso para los propios protagonistas. Porque la genética ha reescrito la verdad de dos familias, con secretos ocultos, con hijos y padres desconocidos, en las que se escondía el asesino. Llegaron a él este lunes por una familia que ni sabía que tenía.
El asesino de Yara Gambirasio, una niña de 13 años de un pueblo cercano a Bérgamo, dejó una gota de sangre en los leotardos de su víctima, cuando se cortó en un dedo al rasgar la ropa con un cúter. Esa gota de sangre abrió un camino que llevó a Giuseppe Massimo Bossetti, de 44 años, casado, con un hijo de 13 años y dos hijas de 10 y 7.
Yara Gambirasio desapareció el 26 de noviembre de 2010 cuando volvía de noche de sus clases de gimnasia en Brembate di Sopra. La Policía tenía una sola pista, el rastro que los perros seguían hasta las obras de un centro comercial. A los nueve días fue arrestado un marroquí, albañil en las obras, cuando se iba en barco a África, pero hubo un error. N tenía nada que ver. El caso empezó mal..
El cadáver fue hallado en febrero de 2011 en un descampado a 12 kilómetros del lugar donde desapareció Yara. Allí estaba la gota de sangre. Era como saber todo del asesino menos su nombre. Los agentes le llamaron 'Ignoto 1'. Un equipo que, con el tiempo, ha tenido entre siete y ocho personas, comenzó a tirar del hilo. Hicieron pruebas de ADN a familiares, vecinos, compañeros del gimnasio. También a los habituales de la discoteca cercana a donde apareció el cuerpo. A los nueve meses se hizo algo de luz. Un joven de la discoteca tenía un ADN similar. La atención se centró en su familia e hicieron regresar a parientes del extranjero, hasta llegar a tres primos lejanos con una alta compatibilidad con el ADN del asesino. Pero ninguno de ellos lo era y su padre había muerto en 1999. Parecía un callejón sin salida pero los policías pudieron verificar el ADN del padre por la saliva aún presente en un sello. El resultado fue asombroso y parecía sin sentido: ese señor, Giuseppe Guerinoni, era el padre del asesino.
Se creó un problema familiar, porque la única explicación es que el difunto tuviera un hijo secreto. Su viuda lo negó, pero los investigadores sabían quién era el padre del asesino. Les había costado 10.000 pruebas. Necesitarían 8.000 más.
En ese momento, quizá atónita ante la televisión, hubo otra persona, que sabía quién era él: su madre, que decidió permanecer escondida. Se hizo una lista de las mujeres que, por edad y residencia, podían haber conocido a Giuseppe Guerinoni: salieron 525. En los setenta era conductor del autobús de línea que iba por la comarca. Mientras, en marzo de 2013, la familia de Guerinoni accedió a exhumar el cadáver para salir de dudas. Salieron. Sí, había tenido un desliz de juventud que había ocultado toda su vida. Salvo a un amigo, que dio indicaciones genéricas a la Policía de una joven con la que tuvo una aventura. Pero ni siquiera está claro que supiera que había tenido un hijo. Es más, tuvo dos gemelos.
Esa joven, que hoy es una señora de 67 años, fue finalmente localizada. Se llama Ester Arzuffi, y el ADN reveló el viernes que es la madre del asesino. En 1970 tuvo un romance con Guerinoni, al que conoció en el autobús, y se quedó embarazada. Él tenía 34 años y ella 23, los dos estaban casados. Se fue a vivir a otro pueblo con su marido y tuvo gemelos, un chico y una chica. Les puso Giuseppe, como al verdadero padre, y Laura, como a la mujer de éste.
Ya sabían quién era el asesino, pero para estar seguros los agentes necesitaban su ADN. Montaron este fin de semana un control de alcoholemia y le hicieron soplar, para obtener su saliva. El ADN habló y, por fin, dijo lo mismo que aquella gota de sangre. Bossetti es albañil, lo que encajaría con restos de polvo hallados en los pulmones de la víctima. Su teléfono móvil estaba en la zona del crimen la noche en que ocurrió. Vive a tres kilómetros del gimnasio de Yara Gambirasio. Caso cerrado, salvo nuevas sorpresas.