EL AMBIGÚ

LATIDOS DE CINE

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Una de las cosas que nos dejará siempre el cine es que podremos recuperar épocas pasadas tal y como fueron o las conocimos.

Las pantallas nos traen el Nueva York de hoy pero también el de las Torres Gemelas o aquel nocturno y de luces de neón de la ciudad duerme. Vemos un Madrid de blanco y negro, con una Gran Vía repleta de salas cinematográficas y el Madrid de hoy con tan solo un par de cines. Vemos cómo la gente vestía y se peinaba en los cuarenta, los cincuenta, los sesenta.Cuáles eran los coches que invadían las ciudades, cuál era la música que se escuchaba, cómo bailaban. Todo está en el cine Y más para nosotros, cuando se trata de películas norteamericanas o españolas.

Cuando a finales de los setenta asistí por primera vez al Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, me fasciné por introducirme en las ciudades de la otra América, la de los acentos en español. Ciudades como Buenos Aires, México DF o La Habana se abrían a mi mirada y a mi deseo de conocerlas, como así fue,pasados los años. Los festivales nos permiten ver otras cinematografías y por ende otros lugares. En las salas comerciales apenas hay acceso a otras cinematografías que las que nos llegan de Hollywood, películas nacionales y alguna francesa. El resto del cine que se hace en el mundo es casi un desconocido.

En Madrid y en alguna otra ciudad se celebran pequeñas muestras de lo último del cine brasileño, francés, italiano, o como es ahora el caso, alemán. Permiten que el público pueda acceder a ese cine que de alguna manera tenemos vedado durante el resto del año.

Dieciséis años lleva celebrándose el Festival de Cine Alemán en Madrid que en esta edición ha traído una decena de títulos recientes, aparte de cortometrajes o una retrospectiva sobre el llamado cine indie en el país germano.

De los últimos años poco o nada se conoce de la cinematografía alemana. Atrás, muy atrás, quedan los maestros del expresionismo o una generación brillante de los años sesenta/setenta con Win Wenders, Rainer W. Fassbinder; Margarethe von Trotta, Volker von Schlondörf y Werner Herzog, entre otros. Creo, si no recuerdo mal, que las primeras películas de aquella generación de cineastas las vi en Cádiz, en el Alcances, de Fernando Quiñones, donde se proyectó 'Aguirre, la cólera de Dios', de Werner Herzog.

Si hoy preguntásemos por la calle sobre una película alemana de los últimos veinte años quizá encontraríamos alguna referencia a 'Good bye Lenin'; 'La vida de los otros' o el cine de Fatih Akin. Esa vida de los otros, esas costumbres, esas gentes, esas ciudades son las que refleja el cine y mientras más opciones tengamos más conoceremos del hábitat en que nos movemos.

Muestras como la de cine alemán en Madrid y Barcelona deberían ampliarse a otras ciudades y espacios culturales para que las nuevas generaciones conozcan esas otras costumbre o lugares, y en definitiva otra manera de hacer cine en países que tienen escasa cabida en nuestras salas comerciales.