EL RAYO VERDE

PERCEPCIONES

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Nada sustituye la experiencia, nunca es igual estar en el lugar que escuchar versiones indirectas ni el original que la copia. Siempre hay algo más allá de lo evidente, no-verbal, impalpable, escondido en los gestos y en el lenguaje, que se capta enseguida con un poco de intuición. No será verificable por tres fuentes, como dicen las reglas del oficio periodístico, pero resulta más convincente que los discursos.

Así que salí el jueves del Parlamento andaluz, que celebraba el pleno quincenal de control del Gobierno, con el convencimiento de que a los socialistas andaluces les habrá aliviado que su jefa, Susana Díaz, no se vaya, pero que en la cúpula hay enfado por todo lo que ha sucedido en los últimos quince días. Ninguna alegría. Las cosas se han torcido. Incluso se da pábulo a un chascarrillo malvado («Rubalcaba te la clava») , que viene a demostrar que la 'operación salida' estaba en marcha y que se frustró.

Aparte, la pregonada 'neutralidad' de la presidenta andaluza ante los candidatos a liderar el PSOE no consigue esconder una clara indiferencia, más que tacticismo o poder arbitral. Se piensa que salga quien salga no será más que un eventual, que lo que viene es un periodo de transición hasta que llegue el desembarco definitivo de la lideresa andaluza.

Es más, en el fondo del fondo lo que se capta no es que Susana se vaya a ir, es que ya se ha ido. Aunque no quiera, aún a su pesar. Su figura se ha proyectado de tal modo en estas últimas semanas, con datos como su papel en la difícil abdicación del Rey, que excede la simple 'baronía' territorial. Le acompaña el momento huérfano de líderes y lleno de desconciertos.

Ella, que sabe bien medir los tiempos, está ya en una estrategia nacional. Intensificará el perfil andaluz, hará lo que proceda por recoger velas, pero el paso ha sido dado. Su 'tiempo nuevo' ha hecho 'click'. Siguiente pantalla.