![](/cadiz/prensa/noticias/201406/14/fotos/9024379.jpg)
Entre Espinoza y los 'Risketos'
Álex de la Iglesia muestra su perfil más ácido y salvaje en 'Recuérdame que te odie', nueva novela del cineasta bilbaíno
Actualizado: Guardar«Es más fácil ser salvaje en una novela que en una película. Sale mucho más barato; no necesitas más que un portátil o una libreta, no un aparatoso y limitante equipo técnico y un dineral que lo financie». Lo reconoce irónico Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965), cineasta indómito y narrador feroz con el magín en constante ebullición. Lo penúltimo que ha extraído de ese bullir neuronal es una desternillante novela de un humor gamberro, 'Recuérdame que te odie' (Planeta). Es la segunda en su cuenta particular y germinó mientras preparaba 'Las brujas de Zugarramurdi', como 'Payasos en la lavadora' -de la que rescata personajes- surgió del rodaje de 'El día de la bestia'.
«Soy un cineasta al que le gusta escribir y lo hago compulsivamente, sin pensar en el lector. No puedo evitar contar historias; es una pulsión a la que me entrego en las horas de insomnio que son muchas. Apenas duermo cuatro horas», afirma. De esta pulsión nació la historia de un editor desesperado y atrabiliario, Rubén Ondarra, en busca de un desequilibrado y genial dibujante de cómic, Bruno Kossovsky, para recuperar un adelanto por una obra no entregada. Ondarra tratará de penetrar en la mente de Kossovsky a través de objetos que halla en su casa, como un mítico grabado de Durero, 'Melancolía', que disparará una delirante investigación.
A partir de ahí todo se precipita en la narración, como el vertiginoso discurso de Álex de la Iglesia, filósofo de formación que tan pronto cita a Fichte y Spinoza, explica cómo Diógenes acostumbraba a masturbarse en el Ágora, se enreda con los 'Risketos', los 'Kellogg's' o el 'Cola Cao' o se remite a Esquilo y Borges. «Para crear es necesario sacudir las ideas, que choquen unas con otras en cierto desorden. Esa lucha me ayuda a pensar y me demuestra que nada es bueno o malo, blanco o negro», dice el autor de una novela «barroca, excesiva y apocalíptica», según sus editores.
También es filosófico el motor de una narración con tintes del Eduardo Mendoza más vitriólico y del Jardiel más descabellado cuya «cocción» ha sido un proceso de autoayuda para su autor. «Soy mi propio conejillo de indias. Todo nace de una pregunta clave -¿quién eres?- en una búsqueda de identidad en la que te utilizas a ti mismo en vez de recurrir a un amor, a tu madre o un psicólogo» asegura.
«Cada vez es más difícil encontrar un yo detrás de nadie», lamenta el hiperactivo cineasta, exdirector de la Academia de Cine, productor y guionista capaz de anunciar coches de lujo entre película y novela. «Aquí muestro una serie de mis peores momentos, que a su vez son los mejores: las equivocaciones», confiesa. Como él, su protagonista se busca a sí mismo «en una ciudad hostil y apocalíptica, rodeado de personajes bizarros y en un viaje por los rincones de su cabeza». Para Ondarra, adicto a los juegos de rol y con delirios paranoides, la vida es «un guion absurdo con un primer acto que promete mucho, un segundo que no acaba nunca y un tercero que no existe».
Se ha divertido tanto escribiéndola como espera que lo haga el lector, convencido como está de que «el humor es una forma de conocimiento». «Esta novela es una huida despavorida del aburrimiento, que es pararse, así que no me detengo nunca porque mi única manera de pensar es en movimiento. También es una huida de la marca 'De la Iglesia' que supondría una limitación». «Encasillar es una necesidad cultural. Es una fórmula para comprender el mundo, pero una lata para el autor».
La novela «no tiene nada que ver» con sus guiones ya que «aísla» las ficciones cinematográficas y literarias en compartimentos estancos. «Odio las películas dialogadas, aunque las hay maravillosas, como las de Mankiewicz: en el cine se cuentan las cosas con imágenes y esta historia era para contarla de palabra. Hay muchas cosas que no se pueden llevar a gran pantalla».
Hacer cine, reitera, es mucho más complejo y caro que escribir novelas, pero se felicita Álex de la Iglesia por la «la gran democratización» que experimenta el cine y que permite hacer películas con menos medios. «Es sano y beneficioso, pero para conseguir un negocio estable y de calidad se necesita un grupo de profesionales».
Prepara De la Iglesia una «divertidísima» comedia musical y una serie de televisión. El último trabajo tras la cámara de un antifutbolista declarado ha sido un documental sobre Leo Messi rodado en Argentina y que, sin ocultar su lado oscuro, pretende mostrar las dificultades que el crack argentino «ha tenido para llegar a donde ha llegado».