Pere Navarro, instantes después de anunciar su renuncia a la dirección del PSC. :: MARTA PÉREZ / EFE
ESPAÑA

La dimisión del líder del PSC hace temer al PSOE una radicalización

Pere Navarro sucumbe a las presiones internas de soberanistas, y también dirigentes afines, tras un rotundo varapalo en las elecciones del 25-M

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Fue como un guiño del destino. Justo el día en que se aprobó la ley de abdicación, Pere Navarro, el primer dirigente político que pidió en público la renuncia del rey Juan Carlos I, anunció ayer su dimisión como primer secretario del PSC. Navarro, que solo ha estado dos años y medio al frente de los socialistas catalanes, tira la toalla ante la falta de apoyos internos y ante la imposibilidad de pacificar el partido, más roto que nunca entre soberanistas y autonomistas. Su marcha, que sigue a la de Alfredo Pérez Rubalcaba en la secretaría general del PSOE y a la de Patxi López al frente del PSE, acrecienta la sensación de convulsión y necesidad de cambio en el partido.

Navarro relató que después de los comicios del 25 de mayo, en los que el PSC obtuvo el peor resultado de su historia, emprendió una ronda de contactos con gente de fuera y dentro del socialismo y la conclusión que extrajo fue que lo mejor para el PSC es que dimita como primer secretario. «Nadie me ha pedido que me marche, pero la situación del partido me ha llevado a tomar esta decisión para anteponer el interés colectivo», dijo. Tras tocar fondo en las generales, municipales y autonómicas, en las europeas los socialistas catalanes perdieron más de 20 puntos y llevan camino de ser un partido irrelevante, cuando hace cuatro años lo gobernaban casi todo.

Lo curioso es que, a pesar del descalabro, Navarro, evitó en un primer momento renunciar. «Me siento con fuerzas para seguir liderando el PSC», dijo incluso. Rubalcaba apoyaba esa decisión. Ningún primer secretario de los socialistas catalanes ha colaborado de manera tan fluida con la dirección del PSOE en los últimos 35 años y el líder de la oposición creía que su continuidad era fundamental para lograr que la 'tercera vía', la de la reforma constitucional de corte federal, se abriera paso como solución para Cataluña. Más después de que también el líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, otro eslabón clave para ese engranaje, anunciara su intención de dimitir la semana pasada.

Finalmente, no fue posible. Fracasó en su intento de reconducir el cisma con el sector soberanista, al que lanzó duras críticas en su despedida. No cuenta con el respaldo de la mayoría de las federaciones, sobre todo en Girona y Tarragona, y dirigentes que en su día le apoyaron ahora le dan la espalda. Su marcha se hará efectiva el sábado que viene en el consejo nacional del partido, que deberá decidir si es ese mismo órgano o una comisión gestora la que pilote el congreso extraordinario. Pero él ya apuntó que el PSC tiene que afrontar «cambios profundos» que solo puede acometerlos un primer secretario que cuente con la máxima cohesión interna.

Riesgo de ruptura

Su renuncia es un nuevo ejemplo de la profunda crisis que atraviesa el socialismo español, muy tocado después de las europeas ante la irrupción de nuevas formaciones de izquierda e incapaz de frenar la caída electoral. La búsqueda de un liderazgo en el socialismo catalán coincidirá además con el proceso abierto en el PSOE y se verá condicionado también por el calendario soberanista, que arrancará el 11de septiembre y acabará el 9 de noviembre.

El exalcalde de Terrassa, a fuerza de enfrentarse con los sectores más soberanistas de su partido, consiguió pacificar las relaciones con la dirección de los socialistas en Madrid. Al principio fueron muy complicadas y Navarro quiso marcar territorio promoviendo que los diputados del PSC rompieran por primera vez en la historia la disciplina del grupo socialista en el Congreso. Los barones del partido montaron en cólera e incluso propusieron la ruptura con el PSC. Sin embargo, la sangre no llegó al río y las diferencias empezaron a limarse. Consiguió que Rubalcaba se comprometiese cada vez más con la reforma federal y que llevara a los líderes territoriales a asumirla en la 'declaración de Granada' en junio del pasado año. Ahora quién sabe si se convertirá en papel mojado.

En julio, el PSOE elegirá a un nuevo secretario general, que tendrá que marcar un nuevo rumbo, también en política territorial. Pero, en realidad, no parece que el problema vaya a venir por ahí. Es probable que todos los candidatos asuman la propuesta sin más. Lo que inquieta en el partido es la futura dirección del PSC. Temen que acaben sucumbiendo a las presiones independentistas en lugar de abanderar una alternativa. Y eso, dicen distintos dirigentes, puede conducir a la ruptura definitiva de PSOE y PSC.