La presidencia de El-Sisi cierra el ciclo de la revolución en Egipto
El exmariscal, que derrocó al islamista Mursi con un golpe de Estado el pasado verano, se convierte en el quinto mandatario desde 2010
Actualizado: GuardarHa sido el hombre fuerte y el poder en la sombra en los últimos once meses, y desde ayer es ya, oficialmente, el presidente de Egipto. Abdelfatah El-Sisi juró el cargo al que aseguró no aspirar cuando derrocó, apoyado por grandes manifestaciones, al islamista Mohamed Mursi en un golpe de Estado el pasado verano. Con su investidura, Egipto cierra un ciclo que se abrió con la revolución de 2011 y que, miles de muertos después, vuelve a poner a un exmilitar a la cabeza del país.
Con gran boato, El-Sisi fue recibido en el palacio de Ittihadiya, que a partir de ahora será su residencia oficial, con una salva de 21 cañonazos. Allí, en un acto que hasta la fecha no tenía precedentes en Egipto, firmó junto al presidente interino saliente Adli Mansur un documento de traspaso del poder.
Por asesinato, revueltas o golpes de Estado, todos los demás presidentes de la historia egipcia han abandonado el poder de forma violenta. Antes, El-Sisi había jurado el cargo en el Tribunal Constitucional, el mismo lugar donde dos años antes era investido Mursi.
Allí, sin apenas mujeres ni jóvenes entre los asistentes excepto la propia familia del exjefe del Ejército, El-Sisi juró «por Dios guardar lealtad al régimen de la República, respetar la Constitución y la ley». Una nutrida y envejecida representación de los poderes fácticos del país -las Fuerzas Armadas, el Gobierno, la Judicatura y los líderes religiosos (estaba el imán de Al-Azhar y el papa copto)- aplaudieron la investidura del exmariscal y el discurso del vicepresidente del Tribunal Constitucional, en el que alabó la intervención militar que acabó con el islamista insistiendo en que «no fue un golpe de Estado».
El-Sisi se convierte en el quinto jefe de Estado egipcio desde 2010, cuando aún gobernaba Hosni Mubarak. En 2011, tras el triunfo de la revolución del 25 de enero, el mariscal Mohamed Husein Tantaui le sucedió a la cabeza de la junta militar. Mohamed Mursi se convirtió en el primer presidente elegido democráticamente en 2012, para, un año después, ser relevado a la fuerza por el juez Adli Mansur, al que instaló en el cargo el propio Sisi, y que ayer le transfirió el poder de la presidencia.
La dura represión que ha dejado sin margen de maniobra a la oposición -tanto islamista como laica- en el último año, hace prever que esta tendencia de revuelta y agitación social y experimentación democrática no tendrá continuidad. Al menos por el momento. El-Sisi, que ayer prometió «corregir los errores del pasado», también señaló que «ha llegado el momento de construir un futuro más estable», a la vez que recordó que las libertades deben ser ejercidas «con responsabilidad».
Discreto apoyo occidental
La plaza Tahrir, donde hace dos años Mursi se abría la chaqueta para mostrar a los egipcios que no tenía miedo en su discurso de toma de posesión, acogía ayer con fervor ultranacionalista a seguidores de El-Sisi y el Ejército. Lejos quedaban los ecos de la revolución que, desde esa misma plaza, pidieron en 2011 acabar con un 'establishment' que hoy ha recuperado las fuerzas.
Varios jefes de Estado árabes y africanos, entre ellos el palestino Mahmud Abas, el ecuatoguineano Teodoro Obiang, o herederos de las monarquías del Golfo, asistieron ayer a la investidura del exmariscal, que ganó con cerca del 97% de los votos las elecciones presidenciales celebradas la semana pasada.
Mucho más discreta fue la representación de potencias occidentales como Estados Unidos o la Unión Europea, que se han mostrado incómodos en el último año con la violenta represión llevada a cabo por las autoridades, pero que han apoyado de facto la hoja de ruta impuesta por los militares tras el golpe de Estado.