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El G-7 aparca las sanciones contra Rusia

El bloque europeo del selecto club insiste en la vía diplomática mientras Obama pide mantener la presión sobre Putin por su actuación en Ucrania

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Lo advirtió el presidente de la Comisión Europea unas horas antes del cónclave: «Esta cumbre no es una cumbre más, es especial». Jose Manuel Durao Barroso hizo ayer las veces de anfitrión de un G-7 que terminará hoy y que como bien dijo, no es una reunión cualquiera. Primero y principal, por su formato. El G-8, desde el 24 de marzo, ya es historia. Fue entonces, en La Haya, cuando las siete grandes potencias industrializadas del mundo se reunieron de forma extraordinaria para expulsar 'sine die' a Rusia del selecto club. Para advertir a Putin de que la «violación» de la legislación internacional en Ucrania con la anexión de Crimea y Sebastopol, no le saldrá gratis. Para recordar a Moscú que el Este de Europa no es su cortijo, que no todo vale y sobre todo, ni valdrá.

Y ayer, por primera vez desde 1997, Rusia dejó de pertenecer al clan de los grandes, al club formado por EE UU, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Canadá. Y aunque el tiempo todo lo cura, fuentes diplomáticas aseguraron que tendrán que pasar mucho tiempo y sobre todo demasiadas cosas para que el G-8 resucite. «Mientras Rusia siga con este tipo de actuaciones, vulnerando el derecho internacional, el G-7 seguirá como G-7», apostillaron. En esta misma línea se expresó el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy: «La pregunta de cuándo y si Rusia puede volver al G-8 es todavía prematura».

La cumbre que arrancó anoche con la protocolaria cena y que concluye hoy a primera hora de la tarde, estaba en un principio programada en la olímpica ciudad rusa de Sochi, pero el estallido de la crisis ucraniana activó el plan B de Bruselas. A efectos prácticos, el cónclave arrancó horas antes, en Polonia, donde el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, aterrizó el martes para conmemorar el 25 aniversario de las primeras elecciones del país, para anunciar una inversión militar de mil millones de dólares para «reforzar» la presencia militar de la OTAN en las repúblicas bálticas y exsoviéticas y, sobre todo, para marcar el terreno a Vladímir Putin donde más le duele, en el corazón de su añorada URSS.

«Jamás aceptaremos la ocupación de Crimea o la violación de la soberanía de Ucrania; nuestras naciones libres estarán hombro con hombro ante nuevas provocaciones rusas. Los días de los imperios llegaron a su fin, los países más grandes ya no pueden intimidar a los más pequeños e imponer su voluntad con las armas», remarcó en un discurso pronunciado en pleno centro de Varsovia.

Posteriormente y tras mostrar personalmente su apoyo al presidente electo de Ucrania, Petro Poroshenko, volvió a pedir a los aliados que incrementen el gasto en Defensa -como ya hizo en su vista a la UE de finales de marzo- para fortalecer plazas vulnerables como las ubicadas en el Este del Viejo Continente. Después de comer y con todos sus mensajes 'lanzados', viajó a Bruselas para celebrar el G-7. Anoche, se debatió y mucho sobre la crisis ucraniana. Hoy, se hablará de energía, economía global o crecimiento. Al cierre de esta edición y como es habitual, nada había trascendido de lo hablado durante la cena. Todo queda para hoy. La gran cita será la comparecencia conjunta ante los medios de Obama y del premier británico, David Cameron, el líder europeo más proclive a actuar con mano dura contra Moscú.

La fase tres pierde fuerza

En la capital comunitaria, el presidente estadounidense se encontró con un bloque europeo liderado por la canciller alemana, Angela Merkel, que defiende a capa y escapa que la «vía política y diplomática» es la mejor de las opciones para intentar convencer a Rusia. Lo era en pleno estallido de la crisis, cuando Ucrania estaba al borde de una guerra civil, y lo sigue siendo ahora, cuando la tensión se ha rebajado sobremanera tras la celebración de las elecciones, la retirada de los 40.000 militares rusos desplegados en la frontera y el acuerdo parcial y provisional para mantener el abastecimiento de gas a Ucrania y por ende, a Europa.

«El escenario de ampliar las sanciones no es deseable», aseguró Merkel desde Berlín antes de viajar a Bruselas. En la capital belga -fue la única líder del G-7 que realizó unas breves declaraciones a su llegada-, cambió algo el tono del discurso y optó por exigir a Putin una mayor implicación en el conflicto, recordarle que en su mano está acabar con la inestabilidad en el Este de Ucrania y advertirle de que el G-7 está «muy unido» en mantener viva la vía sancionadora en caso de que se produzcan nuevos episodios desestabilizadores en la zona. Una hoja de ruta que ha provocado a Rusia un importante 'roto' económico al sufrir, por ejemplo, fuga de capitales por valor de decenas miles de millones de dólares.

La UE, de momento, ha sancionado a 61 líderes rusos y ucranianos con el embargo de sus bienes y la prohibición de viajar a territorio comunitario, además de activar esta misma vía contra dos empresas. Es la llamada fase dos. La tercera, una suerte de guerra comercial con Rusia, ni se espera ni sobre todo, se desea.