Maruja Torres se reinventa «sin pudor y en carne viva»
La escritora ajusta cuentas con la vida en 'Diez veces siete', una autobiografía vital, profesional y emocional
MADRID. Actualizado: GuardarEntre la rabia y la esperanza, sin rencor y con alguna nostalgia. Así vive Maruja Torres (Barcelona, 1943), que vuelve a la arena editorial ajustando cuentas con la vida y con su oficio «sin pudor y en carne viva». Lo hace con 'Diez veces siete' (Planeta), sincera autobiografía novelada con la que demuestra que «una chica de barrio nunca se rinde». Que, desde la atalaya de sus setenta años y «la alegría de vivir», le queda «mucho por decir y hacer». Reportera curtida en mil batallas, no oculta la escritora que sus páginas encierran el vitriolo y la rebeldía propias de su estilo satírico y mordaz. «Me sincero y escribo desnuda y sin cuarta pared», advierte. El recato no la ha frenando jamás y menos ahora que aborda sus heridas vitales, emocionales y profesionales sabiendo que «si tienes pudor y quieres escribir, estás jodido».
«Si 'Mujer en guerra' era puro gozo periodístico que coincidió con la Transición, este es el libro de una mujer que ya pasó por eso, que ha visto cómo el libre mercado acaba con su profesión, como ha hecho con tantas otros y oficios, y cómo nos hemos convertido en mano de obra irrelevante», lamenta. Le duele que tanto en la profesión como en la vida «toquemos a demasiados mediocres per cápita» y que el periodismo «perdiera el oremus y la esencia cuando salió a bolsa».
Se encerró durante dos meses «en un doloroso ejercicio de introspección y soledad» del que asegura «haber salido con bien» gracias a esta «memoria de invención de autoayuda para mí y que ojalá ayude a quienes se sientan hundidos». «Lo he llorado tanto como espero que lo lloren y los disfruten los lectores», a quienes se entrega «más que nunca y en carne viva». «He escrito con lluvia en las tripas; no podía permitirme fallarle al lector y lo que cuento no admitía hacerlo con una prosa rutinaria», asegura. «Siempre soy sincera pero ahora cuento cosas no he contado nunca y lo hago con más intimidad, con menos adornos y acaso más crudeza, desde esa atalaya que te permite la edad».
Arranca en mayo de 2013, con su salida del diario al que consagró tres décadas, y aborda episodios como el secuestro de su amigo Javier Espinosa en Siria. Por sus páginas desfilan personas cruciales en su vida, como los ya desaparecidos Ana María y Terenci Moix, pero se remonta a la dura y azarosa infancia de María Dolores Torres Manzanera en el barrio chino de Barcelona. Aborda la compleja y difícil relación con sus progenitores, el padre alcohólico y maltratador que abandonó pronto a la familia, y una madre a la que no quiso y con la que le costó entenderse. «Las relaciones de todas mujeres con sus madres son siempre difíciles, a diferencia de los hombres», dice una mujer que aprendió a vivir en los cines, como su querido Terenci, con sus vecinas prostitutas de El Raval, que conoció el dolor de un aborto y pagó «muy caras» sus «torpezas sentimentales».
Como cumple a un ajuste de cuentas, Maruja Torres reparte estopa. En la portada se retrata a flote sobre un sofá, risueña con una copa de vino y un libro entre las manos, pero cercada por tiburones. «Son la codicia, el capitalismo 'gore' que cansado de explotar los recursos naturales empieza a utilizar a personas, la indiferencia, la rutina y la hipocresía mediática que ahora tanto se aplica en el tratamiento que se da a la Transición», enumera.
Acabó su vida de periodista «en papel» sumida en el desencanto y la desesperanza. Salió con cajas destempladas de 'El País' y se ha reinventado digitalmente para un oficio que, aunque muy maltrecho, no cree perdido del todo. Como tampoco cree perdida la batalla de la ciudadanía con la historia. «La primera Transición se hizo empujando a la gente, pero está claro que la segunda la está haciendo la gente», dice 24 horas después del tsunami institucional que ha supuesto la abdicación de Juan Carlos I y que «se ha contado hagiográficamente y sin matices».
La septuagenaria chica de barrio no se deja ganar por el desánimo. «Ahora que he cumplido diez veces siete, ahora que la vida parece un campo minado en el que vas viendo saltar a mucha de la gente que quieres, me digo que en peores nos las hemos visto, que no hay que amedrentarse. Conservamos la lucidez y la entereza; hay que seguir andando, apartar los matojos y ponernos pomada en las piernas para seguir en el camino», propone. «Más ahora que vienen tiempos interesantes y que todo está ocurriendo porque la gente ha votado», dice una mujer reconciliada consigo misma, hiperactiva en las redes sociales, «muy renovada y que disfruta de la vida». «Era un patito feo y por suerte no me convertí en cisne, sino en una mujer sin apéndices», escribe.