El séptimo Monarca que abdica
El primer soberano en ceder la corona fue Carlos I, que se la entregó a Felipe II en 1556 para retirarse al monasterio de YusteDe los diez reyes de la dinastía Borbón, cinco han renunciado al trono en favor de sus hijos
MADRID. Actualizado: GuardarCon la decisión hecha pública ayer don Juan Carlos se ha convertido en el séptimo monarca que abandona el trono en vida. De todos los que optaron por tomar este camino, cinco pertenecen a la dinastía de los Borbón, que ha reinado en España por medio de diez soberanos.
Tras la formación del Reino de España bajo los Reyes Católicos, el primero en renunciar a la corona fue Carlos I. El también emperador del Sacro Imperio, el mandatario más poderoso de su tiempo, entregó el trono a su hijo Felipe II en 1556. A sus 56 años, Carlos I llevaba cuatro décadas de Gobierno que, unidas a la enfermedad de la gota, terminaron por pasarle factura física. Murió a los dos años, con 58, en el monasterio de Yuste, a donde se retiró una vez se vio libre de las labores de gobierno.
El primer Borbón en abdicar
El segundo en abdicar fue Felipe V. El primero de los monarcas de la dinastía Borbón cedió el paso en 1724 a Luis I. Los motivos que le movieron a ello aún hoy son objeto de debate. Mientras que algunos historiadores apuntan a los problemas mentales que siempre han sobrevolado sobre su figura, otros opinan que su intención real era postularse al trono de Francia dada su condición de nieto de Luis XIV.
La muerte a causa de la viruela de su joven heredero apenas ocho meses después de su proclamación obligó a Felipe V a volver a ceñirse la corona española, de la cual ya no se desprendió hasta su fallecimiento en 1746. A día de hoy sigue siendo el rey que durante más tiempo se sentó en el trono con una computo final de 46 años, siete más que los que ha completado don Juan Carlos. El siglo XIX resultó muy turbulento para la monarquía española. En 1808 España no quedó al margen de las convulsiones europeas a causa del enfrentamiento entre Gran Bretaña y la Francia napoleónica. En un momento de gran desprestigio hacia su persona y con el Motín de Aranjuez de fondo, Carlos IV abdicó en favor de Fernando VII. Este, a su vez, no aceptó y devolvió la corona a su padre, que ante la negativa se la entregó a Napoleón. El esperpento protagonizado por la Familia Real acabó con José I, hermano del emperador francés, sentado en el trono español.
Isabel II en Alfonso XII
Isabel II se vio obligada a huir de España en 1968 tras el triunfo de la revolución de La Gloriosa. Refugiada en París, abdicó en favor de su hijo, el futuro Alfonso XII. La reina aún tuvo una larga vida en el exilio. Falleció en la capital gala en 1904, 36 años después de haber abandonado el trono. Pese al gesto de Isabel II la corona no recayó en su hijo sino en Amadeo I de Saboya, un rey de tendencia liberal que fue elegido por las Cortes Constituyentes con el objetivo de que dirigiera la modernización de España. Amadeo I apenas aguantó dos años como rey. Superado por la inestabilidad política devolvió el trono y regreso a Italia a vivir una vida plácida lejos de las intrigas palaciegas de España. Tras un breve periodo republicano, Alfonso XII devolvió a los Borbón al poder y reinstauró la monarquía.
La penúltima abdicación la protagonizó Alfonso XIII. El abuelo de don Juan Carlos tomó un tren con destino a París el 14 de abril de 1931, el mismo día que se proclamó la II República. No obstante, pese a vivir en el exilio, no abdicó a favor de don Juan, conde de Barcelona y padre de don Juan Carlos, hasta 1941, apenas un mes antes de fallecer a causa de una angina de pecho y con Franco ya plenamente asentado en el poder.
Debido a su enfrentamiento con el dictador don Juan nunca llegó a convertirse en rey, por lo que no se considera que llegara a abdicar. Sí cedió en cambio sus derechos dinásticos a su hijo. Lo hizo en 1977, cuando don Juan Carlos llevaba ya dos años ejerciendo como jefe de Estado. El mismo acto lo realizaron décadas antes los dos hermanos mayores del conde de Barcelona, que habían renunciado a sus derechos debido a la hemofilia en el caso del infante don Alfonso y de la sordera en el de don Jaime.