Doña Letizia, con sus hijas Leonor y Sofía, en una de las fotos oficiales tomadas por Cristina García Rodero con ocasión de su 40 cumpleaños. :: CASA DE S. M. EL REY
El aprendizaje Muy ocupada El siguiente eslabón

El rodaje de una reina

Doña Letizia ha ido llenando de contenido una figura, la de princesa consorte, cuyo papel no está prefijado

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No hay estudios reglados que enseñen las destrezas necesarias para ser reina, así que doña Letizia se vio obligada a aprender sobre la marcha, combinando una parte teórica y privada y otra práctica y pública. A pesar de la condición plebeya de la que tanto se habló en su momento, partía con una pequeña ventaja: era periodista de televisión, y eso equivalía a tener convalidadas unas cuantas asignaturas en esta atípica carrera de reina, porque ya traía dominadas cuestiones tan peliagudas como las de desenvolverse con naturalidad ante los ojos del mundo, hablar con aplomo y procurar meter la pata lo mínimo posible.

Aun así, Letizia Ortiz tuvo que ponerse a hincar los codos nada más anunciarse su compromiso con el príncipe. Empezó a mejorar su inglés junto al 'hueso' Michael Hewitt, se empapó de historia -prestando especial atención a asuntos como las monarquías o la Constitución española- e incluso recibió clases de materias tangenciales como enología o esquí. Pero con lo de reinar pasa un poco como con el periodismo, que se estudia en las facultades y se aprende en las redacciones, así que lo importante era traducir a hechos toda esa formación.

Nadie olvidaba, nadie ha olvidado todavía, que Letizia empezó con mal pie su trabajo sobre el terreno, por culpa de aquella impaciencia que le llevó a quitar la palabra a su prometido, una situación bastante normal entre novios pero infrecuente entre príncipes.

Al casarse con el heredero, doña Letizia afrontaba unas responsabilidades que se intuían exigentes, pero que sobre todo eran desconocidas, una incógnita imposible de despejar a falta de precedentes válidos. La figura de la princesa consorte no tiene ningún papel previsto en la Constitucion, que ni siquiera la menciona, así que nadie sabía con certeza qué tareas podría asumir la recién llegada, más allá de las funciones estrictamente familiares.

Los expertos se debatían entre asignarle presencia pública, para que aportase un toque de modernidad a la corona, o relegarla a un discreto segundo plano y así evitar rupturismos y pasos en falso. Porque no todo el mundo confiaba en su potencial. El viperino biógrafo Andrew Morton llegó a atribuirle a don Juan Carlos una durísima frase dirigida a Letizia: «No me gustas, pero voy a hacer de ti una buena reina». Los debates de los analistas sirvieron de poco, porque la vida se encargó de dar protagonismo a Letizia Ortiz en unos actos particularmente delicados, que ella supo resolver con aplomo admirable: entre los 25 compromisos que asumió antes de la boda, se contaban el funeral por los muertos en los atentados del 11-M y las visitas a los hospitales donde se recuperaban los heridos.

Ya casada, se convirtió sobre todo en acompañante, una presencia silenciosa y eficaz que tenía al país entero escrutando sus gestos. «Desde el minuto uno, es decir desde la presentación como prometida de Felipe, Letizia se vio sometida a un minucioso examen, prácticamente diario, en el que se analizaba pormenorizadamente cada gesto, cada palabra, cada movimiento. Y así ha continuado desde entonces», resume José Apezarena, que en su recién publicado libro 'Felipe y Letizia: la conquista del trono' repasa la vida de la pareja a lo largo de esta última década.

Buscando manzanas

El debut en solitario de la princesa en un acto oficial se debió a un imprevisto: en noviembre de 2004, don Felipe tuvo que viajar al funeral del sultán de Abu Dabi, así que Letizia 'ascendió' de su papel habitual de vistosa sombra y se encargó de presidir la inauguración del Congreso de Academias Iberoamericanas de la Historia. Algo más de medio año más tarde, llegó por fin su primer discurso: fue en Logroño, ataviada con mantilla, como madrina de la entrega de la bandera a la Unidad de Acción Rural de la Guardia Civil.

Y, desde entonces, sus responsabilidades han ido siempre a más: Letizia ha sabido llenar ese vacío normativo sobre su figura con tareas que se parecen mucho a las que habrá de asumir una vez en el trono, y que la convierten en una de las princesas más ocupadas de las casas reales europeas. En 2006 solo atendió cuatro compromisos en solitario; el año pasado, fueron cincuenta, y en lo que va de 2014 ya ronda la treintena. Además, en estos diez años, ha intervenido en 1.516 actos oficiales junto a su marido.

Esta actividad creciente ha sido propiciada por la Casa Real, que desde 2006 le gestiona su propia agenda. Según los portavoces de Zarzuela, su calendario de eventos está centrado en «la infancia y la juventud, la educación y la sanidad» y «solo se vio interrumpido por el nacimiento de las infantas». La princesa estrenó su agenda oficial inaugurando un colegio de Pozuelo de Alarcón -los críos le regalaron un dibujo titulado 'Doña Letizia buscando manzanas mientras Leonor descansa en el castillo'-, pero también la hemos visto presidiendo en solitario juras de bandera o viajando sin su esposo a compromisos en el extranjero: la primera vez fue en 2010, cuando asistió en Berlín a la entrega del premio Eva Luise Köhler de investigación sobre enfermedades raras, y después ha acudido en dos ocasiones a Ginebra, a reuniones en la OMS.

Desde 2012, cuando los príncipes de Asturias y sus hijas protagonizaron una comentada sesión fotográfica con Cristina García Rodero, doña Letizia ha adquirido un protagonismo central en la estrategia de comunicación de la Casa Real, a modo de contrapeso familiar para los chanchullos financieros de Iñaki Urdangarin y demás escándalos de la parentela.

«Una mujer distinta»

«Doña Letizia lleva diez años preparándose para este momento. Ha renunciado a su manera de ser, su modo de actuar, sus salidas nocturnas, sus ilusiones profesionales... Es una mujer distinta, ha cambiado, y ahora veremos si está preparada para reinar. Yo creo que sí», valora el experto en casas reales Fernando Rayón. Los allegados de la princesa le atribuyen un perfeccionismo casi enfermizo, que en este caso ha aplicado al reto de encajar en un molde: don Juan Carlos elogió una vez a su esposa diciendo que era «una profesional», y Letizia también aspira a ser digna de esa consideración.

Y no solo ella, porque también le corresponde educar al siguiente eslabón en la cadena monárquica. Doña Letizia -que, en caso de que su esposo falleciese antes de la mayoría de edad de Leonor, se convertiría en regente- siempre ha intentado que su hija mayor crezca encarrilada hacia sus responsabilidades, pero sin perder por ello la alegría sin complicaciones de la niñez. A la infanta, de 8 años, se la veía ayer en la foto enmarcada que su abuelo tenía detrás al anunciar su abdicación, un asunto que evidentemente es de su incumbencia: con el ascenso al trono de su padre, ella se convertirá en princesa de Asturias y se colocará en el primer puesto de la línea sucesoria.

El mes pasado ya acudió a su primer acto oficial, las bodas de plata de la XLI promoción de la Academia General del Aire, a la que pertenece su padre. En cierto modo, Leonor de Todos los Santos de Borbón y Ortiz empezó ahí su propio rodaje para ser reina, con gesto serio en los momentos clave y un buen rasponazo en la rodilla izquierda.