La caída del Rey
La imagen pública de la Monarquía se desplomó en los 25 meses posteriores a que el Rey se rompiera la cadera mientras cazaba El accidente de Botsuana y la irrupción de Corinna abrió el melón de las críticas a don Juan Carlos y la Corona
MADRID. Actualizado: Guardar«Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». Once palabras para pedir perdón a un país. Quizás fueron las tres frases más duras pronunciadas por el Rey en sus 39 años de reinado. Fue el 18 de abril de 2012. En un gesto sin precedentes en la historia de la Corona española, don Juan Carlos entonó el 'mea culpa' por su viaje privado de caza a Botsuana en la misma semana que España estaba en el centro del huracán por la crisis de la deuda.
El Rey, con gesto serio y triste, casi compungido, sin apenas mirar a la cámara y apoyado en dos muletas, pidió disculpas públicas ante una cámara de Televisión Española. Era la primera vez que lo hacía desde que asumió la Jefatura del Estado en 1975 y respondía así a la petición casi unánime -sólo el PP no la hizo- de las fuerzas políticas, después de conocerse que se había fracturado la cadera derecha cuando tropezó en un escalón durante un safari de elefantes en el país africano. Viaje que al parecer fue costeado por un empresario hispano saudí de origen sirio que actuaba como representante de la Casa Real en Ryad.
Lo que muchos vieron como un gesto humano y sincero para cerrar un bochornoso espectáculo, algo así como un pido perdón y 'pelillos a la mar', se acabaría convirtiendo en la piedra de toque del martirio real que vendría luego. Porque el auténtico 'annus horribilis' de la Corona no fue 2012, sino 2013.
Por partes. Tras la caída de Botsuana una imagen llamó poderosamente la atención más allá del singular perdón real. Fue el monumental cabreo de su familia, que quedó patente con la breve presencia de la Reina en la clínica privada de Madrid donde se operó su marido. Doña Sofía estaba en Grecia visitando a su hermano cuando se enteró del accidente y dos días después regresó a España. Se fue directa al centro médico, donde estuvo solo 20 minutos para ver a su marido. «Está fenomenal», dijo, con media sonrisa, antes de irse.
Reflejada esta imagen de cabreo y desunión en casi todos los medios de comunicación, el día siguiente la Reina volvió a la clínica, donde estuvo casi tres horas e incluyó un almuerzo juntos, según vendió la Casa Real. A la salida dijo que el Rey estaba «muy bien, muy animado» y «con buen apetito».
Velo informativo
En los meses posteriores al episodio africano se abrió la caja de pandora contra la Monarquía, algo inaudito hasta la fecha y que supuso el inicio del fin del velo informativo que tradicionalmente había acompañado a las actividades extraoficiales de la Familia Real.
A esto se sumó que la salud del Rey seguía quebrada, su agenda limitada, el 'caso Nóos' salpicaba de lleno a su yerno e hija, la irrupción pública de su «amiga» Corinna, la herencia real de Suiza y la exclusión de las infantas del nucleo central de la Corona. Así acabó el 2013, ya bautizado como el 'annus horribilis'.
La presencia en los medios de la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein merece un caso aparte. En febrero de 2013 concedió una entrevista a la revista Hola en la que aseguraba: «Mi vida ha sido una pesadilla». Después hizo unas declaraciones al diario El Mundo, en la que se definía como la «entrañable» amiga de don Juan Carlos y señalaba que con la Institución mantenía una estupenda relación. Estas declaraciones dieron 'carnaza' durante semanas a los programas del corazón. Lo que eran solo rumores para muchos se convirtió en certezas.
Pero lejos de amainar la tormenta, Corinna llegó incluso al Congreso un mes después, cuando el director del Centro Nacional de Inteligencia rechazó a lo largo de dos horas de comparecencia a puerta cerrada cualquier vínculo entre su departamento y la princesa alemana, que en varias entrevistas dijo haber prestado «colaboración delicada y puntual» en favor de los intereses del Gobierno de España en «asuntos clasificados».
Así, no fue de extrañar que la imagen pública de la Monarquía cayese en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas hasta el punto que su nota se mantiene por debajo del aprobado. Así lleva desde el episodio de la cacería de Botsuana. Ello pese a que los asesores de la Casa Real se han afanado por introducir una serie de medidas destinadas a dotar de mayor transparencia a las cuentas de la Institución o darle más peso a la agenda de los Príncipes de Asturias.