Moderna de Pueblo desenmascara a los 'listillos' de ciudad
Raquel Córcoles dirige su trazo afilado hacia los 'Coolturetas', urbanitas obsesionados en vanagloriarse de su bagaje cultural
MADRID. Actualizado: GuardarNo había terminado Periodismo cuando una beca unió su destino a la capital. En Madrid concluyó sus estudios y se precipitó hacia esa frustración ya casi inherente a la juventud de hoy frente al incierto escenario que se cierne ante ellos. Lejos de caer en la desidia, se dispuso a ilustrar en clave de humor sus aventuras en la gran ciudad. En un piso destartalado del castizo barrio de Malasaña nació Moderna de Pueblo, trasunto paródico de Raquel Córcoles (Reus, 1986) y origen de un fenómeno editorial presente en un sinfín de viñetas publicadas en semanales como El Jueves o Cuore.
Lleva varios años en la metrópoli pero no esconde ese acento que delata su procedencia. Sigue siendo de pueblo y, por supuesto, moderna. Pero recelosa de estirar el éxito acumulado, ha optado por conceder un merecido descanso a su alter ego y desarrollar una suerte de 'spin-off' con otro de sus retoños literarios. 'Cooltureta' (Lumen) nace a partir de uno de aquellos redichos urbanitas que poblaban las viñetas de 'Listillos'. «Un prototipo de moderno muy común, obsesionado con demostrar lo que sabe», precisa Raquel.
En su tercer tomo, concebido a cuatro manos junto a Carlos Carrero, vuelve a retratar las miserias y esplendores de aquellos que hacen de una impostada superioridad intelectual su estilo de vida. Un perfil «muy extendido» que trasciende de tan raído estereotipo de 'hipster' para abrazar -y exhibir- referentes que transitan de los grandes clásicos a las últimas tendencias, siempre, claro está, a una prudente distancia del limitado vulgo.
Recién aterrizado en el barrio más 'in' de la capital, el 'cooltureta' puede al fin respirar entre iguales. Desayunar en esa cafetería de aires bohemios donde cada uno de los parroquianos parece extraído de un guión de la Nouvelle Vague. Alternar en locales repletos de libros y muebles en los que el polvo es una virtud. Y por supuesto, tener amigos encantados de acompañarte a ese recital de poesía que celebran frente a tu distinguido cuchitril. Con ellos, esas conversaciones trufadas de expresiones como 'me gustaban sus primeros trabajos' o 'lo leí con quince años' no rechinan, se aprecian con sobrada satisfacción.
En 'Cooltureta' el elemento de ficción ha ganado terreno, aunque la ilustradora admite que realidad sigue condicionando el diseño de los personajes. «Nos sorprendíamos, días después de terminar el libro, contemplando escenas similares mientras salíamos de cañas», recuerda. Ahí radica la esencia que envuelve el paródico retrato que Moderna de Pueblo traza de esa generación de jóvenes obsesionada con empuñar su bagaje cultural como arma o, matiza con acierto Raquel, «para tirarse el pisto con las chicas».
Ese paralelismo con la realidad, esa sensación de identificación es la que ha inspirado la primera colaboración entre Raquel y Carlos. «Recordamos que aquella viñeta de 'Listillos' fue una de las más compartidas en internet», evoca. «Quizá porque la gente se reconocía y nos decía, 'me has clavado'». Por las páginas de 'Cooltureta' transitan además otros personajes que enriquecen el microcosmos 'indie' de Moderna de Pueblo. Entre ellos, la Mariliendre, el amigo torturado o la chica de la bici, origen de más de un quebradero de cabeza que aproxima en algún momento la trama a un relato de terror.
De nuevo, las obligadas referencias recorren las viñetas. «Intentamos complementar los tópicos con nuestros gustos personales -apunta-, pero sin que éstos interfieran en el guión». «Nuestro objetivo es que la historia pueda entenderla el público más amplio posible», recalca la autora. Ignorar la insólita filmografía de John Cassavettes o la obra del 'maldito' David Foster Wallace, no impide esbozar una sonrisa -o sonrojarse con rubor- al reconocer algún exceso petulante del clásico amigo cargante que no es exclusivo de nuestro tiempo. «El 'cooltureta' ha existido siempre», concluye.