Sociedad

Belén y Jerusalén esperan a Francisco

JERUSALÉN. Actualizado: Guardar
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Es un poco fuerte ver a los turistas gateando con el iPad en la gruta de Belén hasta la estrella que marca el lugar del nacimiento de Jesús para fotografiarla a toda prisa. El turismo puede ser muy deprimente, pero más en lugares así. Ayer los visitantes entraban y salían con normalidad de la ciudad palestina que hoy recibirá al Papa. Son el maná de la economía asfixiada de Belén. Ayer se ultimaban los preparativos en la pequeña plaza, donde no cabrán más de 1.500 personas, aunque se hable de 10.000. Y Dheisheh, donde el Papa se acercará tras la misa de Belén, es el mayor campo de refugiados de Palestina. Decir 'campo' induce a confusión. Lo fue en 1948, cuando nació, pero es una ciudad superpoblada crecida de forma anárquica. Está a 15 minutos de Belén y la carretera se ve reluciente. La acaban de arreglar por la visita. Tiene hasta arbolitos. «El Papa ya ha hecho un milagro, antes estaba llena de baches», dice un comerciante. Es un laberinto polvoriento lleno de pintadas y retratos de vecinos muertos.

En una colina, junto al valle de la matanza de los inocentes de Herodes, el Papa encontrará a un grupo de niños del campo. Para sondear qué le dirán se puede preguntar, por ejemplo, en una tienda de juguetes. Es de Mohamed Alkateb, 46 años. Nació aquí en 1966, después de que sus padres fueran evacuados en 1948 de su pueblo, Birt Eatad, cerca de Jerusalén. «En Dheisheh hay muchos problemas, cortes de agua y luz, paro. ¿Qué le pueden decir los niños al Papa? Pues que echan de menos su tierra, que aquí se vive mal, que no pueden salir de aquí, que no hay parques para jugar, siempre están en la calle, las clases están abarrotadas». Mohamed, cuando era niño, fue una vez al pueblo de sus padres. Con 13 años, trabajó allí en una granja y pudo ver cómo era. Al preguntarle qué sintió, estando allí de prestado, trabajando para israelíes, dice: «Muy extraño». Se queda pensativo y se acabó la conversación.