Sociedad

Una Tierra Santa que se queda sin cristianos

Francisco llega a Jordania, que se postula como modelo de convivencia y donde le esperan muchos de los fieles huídos de Siria

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Francisco empieza hoy su viaje a Tierra Santa aterrizando en Ammán, la capital de Jordania, un prólogo suave antes de meterse mañana en el avispero de Palestina e Israel. Esta escala tiene más importancia de la que parece, pues Jordania se presenta como un interlocutor amable del mundo islámico, y el reino hachemita está muy interesado en explotar ese papel, como mediador de paz en zona. Jordania se ha salvado de las convulsiones de la 'primavera árabe' y la comunidad cristiana, unas 200.000 personas, católicos y ortodoxos a partes iguales, se mantiene estable.

Este país es un oasis de estabilidad y convivencia religiosa, porque lo cierto es que los cristianos en Oriente Medio se están convirtiendo en una especie en extinción. Ya sólo representan el 2%, cuando hace medio siglo eran el 10%. En este escenario Israel presume ante el Vaticano de que su país es el único donde crecen los cristianos, actualmente 160.000, a un ritmo de 2.000 por año, fenómeno debido a la inmigración de Asia, África y también Latinoamérica. Esta silenciosa diáspora cristiana en Tierra Santa es un fenómeno que se ha disparado desde la guerra de Irak en 2003 -se han ido más de dos millones de fieles- y que el Vaticano sigue con enorme preocupación. El rey Abdalá II ha comprendido que pueden aliarse en esta batalla.

Los carteles oficiales que se ven por Ammán dicen exactamente eso: «La Santa Sede y el Reino Hachemita de Jordania, juntos para construir una civilización de paz y reconciliación». El monarca viajó el pasado 7 de abril a Roma sólo para pasar 40 minutos con Bergoglio tomando un té, y eso que había estado en el Vaticano siete meses antes. Preparaba este viaje, una prueba de lo mucho que le interesa. Abdalá II ha dado carta blanca al Papa, que se centrará, precisamente, en el encuentro con la comunidad cristiana. Dejará de lado citas fijas de otros viajes como los encuentros interreligiosos. «Lo más importante es que el Papa celebre una misa con nuestros cristianos», dijo el rey a sus colaboradores, según han contado medios italianos.

Con enfermos y refugiados

Francisco, como ya hicieron Juan Pablo II en 2000 y Benedicto XVI en 2009, celebrará una misa en el International Stadium de Ammán y en ella dará la primera comunión a 1.400 niños. Por la tarde visitará el río Jordán, donde la tradición sitúa el bautismo de Jesús, y encontrará a 600 enfermos y refugiados, dentro de su preferencia por ver a gente que a autoridades.

Abdalá II teme el radicalismo islámico, como todos los gobiernos de la zona, y en esa búsqueda de la tolerancia también trabaja para presentarse como garante y protector de los cristianos, con el prestigio que le otorga su dinastía, descendiente de la familia del profeta y custodia de los lugares sagrados. El príncipe Ghazi Ben Muhammed, que también estuvo en la visita de Roma, organizó en septiembre un convenio de las iglesias cristianas de Oriente Medio y el rey, en un discurso, llamó a proteger a los árabes cristianos, como parte esencial de la identidad de los países de la zona.

El Papa encontrará en Jordania el más dramático ejemplo en estos momentos de la diáspora cristiana, dentro del millón de refugiados sirios que han escapado a este país en tres años de guerra. Los creyentes eran el 10% de la población de Siria, pero al menos 450.000 han huido, según la Iglesia católica melquita siria, con episodios de ataques a iglesias y conventos y secuestros de religiosos. Muchos de estos refugiados acudirán a Ammán a ver a Francisco, esperando palabras de apoyo y ayuda concreta a su situación.

Mientras, se ultiman los preparativos en Belén, en territorio palestino en Cisjordania, donde el Papa llegará mañana por la mañana, y en Israel, que le espera por la tarde. La Policía israelí ha seguido arrestando activistas de extrema derecha, a quienes también ha impuesto órdenes de alejamiento, por los actos vandálicos de las últimas semanas contra propiedades cristianas y ante el temor de que pretenden organizar protestas.