«Los demás son el centro de mi vida»
Marc Levy, el escritor más leído en Francia, novela sobre la fragilidad de la libertad y las segundas oportunidades
Actualizado: GuardarSus cincuenta y tres años le han dado para varias vidas. Fue socorrista, montó una pionera empresa de animación gráfica y otra de arquitectura y acabó, sin proponérselo, como escritor de éxito global. Marc Levy (1961) es el más leído en Francia y ha vendido 30 millones de copias en 40 lenguas de unas novelas en las que lo romántico y lo sobrenatural se entrecruzan. «La gente corriente es maravillosa, y yo escribo sobre y para gente común a la que le ocurren cosas extraordinarias», resume Levy, cuya primera novela, 'Ojalá fuera cierto', llevó al cine la productora de Spielberg. Publica aquí 'Si pudiera volver atrás' (Planeta), una intriga sobre las segundas oportunidades y la fragilidad de la libertad y la democracia con la dictadura argentina como telón de fondo y Nueva York como escenario principal.
Levy la define como «un thriller sobre una historia de amor, de libertad y de verdad». No le incomoda la etiqueta de 'rey del best-seller romántico', pero no cree serlo. «No es lo más desagradable que me puedan llamar, pero no coincide con lo que hago», asegura. «Con mis novelas quiero que el lector vea las cosas bajo otro ángulo, porque la verdad toma relieve cuando se la pone en perspectiva», apunta.
La última la protagoniza Andrew Stilman, periodista de The New York Times que investiga las atrocidades de la dictadura argentina y rompe una lanza en la batalla contra la impunidad, «que es un cáncer de la democracia». Recién casado, el informador se obsesiona con una mujer que apenas conoce. El 9 de julio de 2012 es apuñalado mientras corre y queda inconsciente en un charco de sangre. Despierta el 9 de mayo, esto es, dos meses antes de su boda, plazo del que dispondrá para descubrir a su asesino y enfrentarse a su obsesión.
«Puede parecer la historia de un hombre que vuelva a vivir su vida, pero es la de alguien que revisa su vida con otros ojos y otro ángulo», explica Levy. «Cuando miramos las cosas de nuevo, por amor o por humildad, nuestra vida cambia. A menudo oigo 'si pudiera volver a hacer o si pudiera volver atrás...', y acaso baste con mirar de una forma diferente la vida, aceptar el punto de vista de los demás; eso es ya una segunda oportunidad». «Cuando dudamos y nos cuestionamos las cosas podemos avanzar», asegura Levy, que, como su personaje, «intenté atrapar la segunda oportunidad que me dio la vida».
Para crear a Stilman se inspiró en «un gran peridodista destruido por el alcohol», que «incapaz de vivir, pero comprometido con la verdad, tomó conciencia de cuán bajo había caído y no bebió una gota más». La 'dama gris', el prestigioso rotativo que es para Levy «uno de los bastiones de la información y muralla protectora de la democracia», juega un papel clave en el libro. Como la 'gran manzana' en la que ha vivido la última década. «Adoro Nueva York, la tengo en la piel. Es la ciudad de todas las culturas y obliga a una lección cotidiana de humildad», dice.
Trata Levy «de hacer las cosas serias sin tomarme a mí mismo en serio». «Aprendí de mi padre a no hacer de mi ombligo el centro del mundo, y lo que me interesa en la vida es el otro», insiste. «Toda mi escritura está condicionada por el apetito por descubrir a los demás. Me interesa contar historias de gente corriente que se enfrenta a situaciones que les sobrepasan y les cambian». «Cuando el centro de gravedad son los demás, la vida es más interesante, se amplía el horizonte y todo va mejor. Si el ego gana la batalla al sentido humor, estás perdido», advierte.
Viajero como sus personajes, se define como «un nómada enamorado de libertad». «Aunque me temo que comprometemos nuestra propia libertad en cuanto la encerramos en una certeza». «La libertad es prisionera de esas certezas que te cuestionas cuando viajas. Cuando vas al encuentro de los otros y los consideras, la vida se hace más hermosa», resume. Una libertad frágil que se diluyó en la Argentina de Videla, que revisa la novela como un azucarillo en café. «La sociedad argentina de entonces no tenía nada que envidiar a las nuestras. Había riqueza económica, cultural y educativa. Nadie podía imaginar lo que pasó en tan poco tiempo. Todos hemos nacido en democracia y creo que somos poco vigilantes de este privilegio. Nos preocupamos de nuestra salud, pero no de la salud de nuestras democracias. La Historia de Argentina debe sea un recordatorio permanente», señala.